Mustafá Maya Amaya es un converso que, desde la silla de ruedas en la que le había postrado su discapacidad, enviaba a jóvenes captados a través de internet a las guerras de Siria, Libia y Mali. Amaya, que residía en Melilla, es un adepto del takfirismo, la corriente radical que considera
kufr (impíos), susceptibles de ser asesinados, a todos aquellos que no se rijan por su radical interpretación de los textos sagrados islámicos. Este español compartía con otros yihadistas un pasado de delincuente, de exconvicto que halló en su radicalísima versión del islam algo que a menudo aparece en los perfiles de los yihadistas: la búsqueda de la redención.
A través de su blog
Ansar al-Tawhid, Amaya ofrecía instrucciones para unirse a Estado Islámico en Siria a través de Turquía, con consejos para evitar a la policía como hacerse pasar por turistas y comprar un billete de vuelta para no despertar sospechas. Cuando este converso y siete de sus acólitos fueron detenidos (tres de ellos en Marruecos) en marzo de 2014, Amaya había montado una de las redes de reclutamiento “más importantes de Europa”, en palabras del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.
La operación Azteca, que desmanteló esta red en Marruecos, Málaga y Melilla, fue una de las operaciones contra el terrorismo yihadista que se llevó a cabo en colaboración con el país magrebí, con el que España mantiene unas relaciones de cooperación “excelentes” que se traducen, sostienen fuentes policiales, en el intercambio de “datos, nombres y unos informes de inteligencia de gran calidad”. Este flujo de información es a veces recíproco. En junio de 2009, la prensa marroquí desveló que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) había ofrecido a sus colegas marroquíes la información que permitió desmantelar la
célula yihadista de Abou Yacine, un terrorista que residía en Ceuta, pero que planeaba atentar en territorio marroquí.
La relación entre España y Marruecos fue complicada en el pasado, pero empezó a mejorar tras el 11-M
Entre 2013 y 2014 esta
colaboración policial se plasmó en seis operaciones antiterroristas, con 40 detenidos a ambos lados de la frontera: las operaciones
Cesto, Bastión, Azteca, Gala, Kibera y Farewell. El pasado 1 de diciembre, el digital marroquí
Le 360, muy próximo al régimen y a los servicios secretos, publicó que los datos ofrecidos a España por la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST) —el espionaje interior de Marruecos— habían permitido desmantelar en Barcelona dos células terroristas ligadas a Estado Islámico. Este diario aseguraba que espías marroquíes participaron directamente en el operativo.
Agentes españoles también participan en operaciones antiterroristas en Marruecos. Durante la
operación Bastión, el 14 de agosto de 2014, un comisario de la Comisaría General de Información —el departamento de la Policía que se ocupa del terrorismo yihadista— se desplazó a Marruecos para participar en la operación policial, según revela un documento del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) del Ministerio de Defensa.
Riesgo en Ceuta y Melilla
Las operaciones policiales conjuntas entre España y Marruecos han tenido como principal escenario el norte de Marruecos y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. El triángulo que tiene como vértices las marroquíes Tetuán y Castillejos-Fnideq, la ciudad autónoma de Ceuta, así como Melilla y la región circundante de Nador, son viveros para el reclutamiento y la actividad yihadista que florecen en la región septentrional del reino alauí, de donde proceden el 30% de los marroquíes que se han unido a la yihad.
Fuentes policiales explican que la colaboración con Marruecos se produce “en tiempo real”. Los habitantes de la cañada de Hidum, un conflictivo barrio melillense, aún recuerdan cómo, en una ocasión, la policía, que había acudido a detener a supuestos yihadistas, se confundió de casa, por lo que tuvieron que llamar a sus colegas marroquíes para que les repitieran el número correcto de la vivienda en la que se refugiaban los supuestos terroristas. Esta colaboración no siempre fue tan fluida, sobre todo en el aspecto judicial. La fiscal Dolores Delgado, coordinadora de la lucha antiyihadista en la Audiencia Nacional, recuerda que la cooperación con Marruecos “fue muy complicada en el pasado, aunque poco a poco empezó a mejorar”.
El cambio comenzó tras los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, cuando España se percató de que “existía una laguna en el sector de la justicia. Una laguna que las dificultades de interlocución surgidas al inicio de la investigación de la trama marroquí en el 11-M dejaron al descubierto”, recalca Ángel Llorente, primer
magistrado de enlace de España en Marruecos.
La figura del juez de enlace —uno español destinado en Rabat y otro marroquí en Madrid— fue adoptada en 2004 precisamente para facilitar “el intercambio de información judicial entre los dos países y mejorar la colaboración en la investigación de los delitos relacionados con el terrorismo”, precisa Llorente.
Al intercambio de estos jueces le siguió poco después la firma de un acuerdo de cooperación entre las fiscalías antiterroristas de ambos países y, en enero de 2007, la puesta en marcha de un grupo cuatripartito de fiscales entre Francia, Marruecos, Bélgica y España. Un modelo que, precisa la fiscal Delgado, “los países del Sahel quieren imitar”.
El chantaje a Francia
El 20 de febrero de 2014 siete policías franceses se presentaron en la residencia del embajador marroquí en París con la intención de llevar ante un juez a Abdellatif Hammouchi, el todopoderoso jefe de la Policía y de la DGST —el espionaje interno marroquí— que se encontraba de viaje en Francia. Pretendían que respondiera por una denuncia por torturas de una
ONG francesa, pero Hammouchi se negó y poco después volvió a Marruecos.
Este incidente provocó que Marruecos suspendiera de forma inmediata toda
cooperación antiterrorista y judicial con París.
Solo tras varios gestos conciliadores por parte de París, incluida la concesión de la Legión de Honor a Hammouchi, Marruecos restableció en febrero de 2015 las relaciones con su aliado francés. España se le había adelantado: el jefe de la Policía y de los espías marroquíes recibió la
Cruz honorífica al Mérito Policial en Madrid en octubre de 2014.