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Historicidad discutible
¿Quiénes eran, en realidad, los reyes magos? Desde una perspectiva estrictamente histórica es poco lo que podemos afirmar con seguridad. Un especialista ecuánime como el profesor John P. Meier sostiene en el primer tomo de su biografía de Jesús, Un judío marginal (Verbo divino, 1998), que “la historicidad de los magos y de la huida a Egipto y el regreso resulta muy discutible”. Y esta es una opinión compartida por la mayoría de expertos, aunque no con total unanimidad. Más allá de lo que realmente sucediera, esta tradición es fundamental para iluminar el sentido cristiano de la Navidad.El biblista Francesc Ramis Darder recalca la trascendencia de que la escena de los Magos se inserte en el centro mismo del prólogo de Mateo, lo cual “atendiendo a las características de la mentalidad hebrea de la época, significa que es un texto muy importante para el conjunto del Evangelio”. Quizás entonces haya que preguntarse a quién se dirige el narrador, en quién piensa al hablar de los Magos y qué mensaje pretende transmitir.Estos magos eran probablemente persas, seguidores de Zoroastro que esperaban un salvador
El evangelista construye su relato con un claro sentido catequético. Un signo en el cielo mueve a peregrinar a unos astrólogos persas que reconocen en el niño al salvador anunciado por las profecías zoroástricas. Herodes, por su parte, también teme el nacimiento de un mesías en Belén, como le han advertido los maestros de la Ley. Por esta doble vía, Mateo se dirige a una comunidad de creyentes que no debe distinguir ya entre judíos y paganos.Los padres de la Iglesia pronto aventuraron que si había tres regalos, los reyes también debían ser tres
Tres, el número mágico
Los cristianos terminarán de completar dicho relato posteriormente. En un texto apócrifo, el Protoevangelio de Santiago (siglo II), solo los Magos —y no los pastores— acuden a adorar a Jesús. En las catacumbas romanas se encuentran representados pictóricamente en una fecha tan temprana como el siglo II. Los padres de la Iglesia pronto empezarán a aventurar que, si había tres regalos, entonces los reyes también debían ser tres, un número mágico que apela a las tres personas de la Trinidad y al ciclo natural de la vida (juventud, madurez y ancianidad). Y es en el Evangelio Armenio de la Infancia (de los siglos VII-VIII) donde se confirman los nombres de las tres majestades: Melkon (o Melchor), Gaspar y Baltasar. Una leyenda cuenta que, a finales del siglo V, sus reliquias fueron llevadas de Persia a Constantinopla y de allí a Milán. Desde el siglo XII, tras ser trasladados por orden del emperador Federico Barbarroja, los restos de los tres reyes descansarían en la catedral de Colonia, conservados en una hermosa urna.Conflicto entre reyes
En palabras del teólogo inglés John Henry Newman, los reyes magos “fueron los primeros frutos del mundo pagano”. Su importancia cultural para el cristianismo resulta, por tanto, evidente. En la liturgia católica, su fiesta se celebra el 6 de enero, Epifanía del Señor, en que se conmemora el día en que dios se habría revelado a la humanidad entera, “representada —subraya Francesc Ramis—por aquellos tres magos del lejano Oriente”. Si para Mateo la Navidad es la historia de un conflicto entre reyes, la conclusión necesaria implica que, según la fe del evangelista, solo Jesús reinará sobre todas las naciones.