30/10/2024
El vals de los adioses

Seguiré luchando por la libertad

“No quiero parecerme ni por el forro a la casta. Detesto el cretinismo de los burócratas”

Nativel Preciado - 19/08/2016 - Número 47
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Seguiré luchando por la libertad
MIKEL CASAL

Estoy aquí, en el momento más difícil de mi vida, para renunciar a todo lo que perseguí con tanta voluntad y empeño. Os anuncio ya, para no crear incertidumbre ni provocar desasosiego, que dimito de todos mis cargos. Dejo mi escaño del Congreso de los Diputados, dejo la secretaría general de Podemos, lo dejo todo para seguir luchando por la libertad. Me sobran los motivos para tomar esta decisión tan dolorosa para mí y considero que traumática para Podemos, un partido que fundé junto a todos vosotros y un puñado de compañeros muy queridos que, además, eran mis mejores amigos.

“Estoy harto de ser carne de paparazzi, harto de entomólogos que me miran como si fuera un insecto”

Sí, he dicho “eran”. Es muy doloroso hablar en pasado de los que a lo largo de mi vida fueron los mejores amigos, pero estoy dispuesto a decir la verdad con todas las consecuencias. Y, aunque parezca ajeno a la motivación política, os aclaro en primer término que las razones personales, amistosas y amorosas, son las que más pesan en mi ánimo. Una de las ofensas más dolorosas es que me acusen de fatuo, impostor y farsante en cuestiones sentimentales. Hasta me han llamado maricón por besar fortuitamente a Xavier Domènech en la boca. Tengo la buena costumbre de besar a mis amigos. Si mis críticos se atreviesen a mirarme fijamente a los ojos, comprobarían que solo digo la verdad en el terreno de la amistad y el amor, dos causas a las que he consagrado la mejor parte de mi vida. La discreción y el pudor me impiden daros más detalles. Estoy harto de ser carne de paparazzi. Estoy cansado de los entomólogos que me miran como si fuera un insecto.

En cuanto a las razones confesables, no os oculto lo que ya dije públicamente hace algún tiempo: el asalto al poder en términos gramscianos ya no es posible. Y después de lo que denominé el Blitz, la guerra relámpago, que en las elecciones del 26 de junio nos dio como resultado nada menos que cinco millones de votos, 71 diputados y 23 senadores, el tiempo político se ralentiza. Me gustaría saber cómo hubieran digerido otros un éxito tan apabullante. Es el momento de pasar de la guerrilla partisana a un ejército regular.

Tengo mi leyenda y sé que la gente considera que soy ambicioso y solo persigo el poder. Pues hoy vengo a demostrar que en este punto me siento superior a la mayoría de los líderes políticos, soy a la vez más libre y más disciplinado que todos ellos, porque conozco mi libertad en igual medida que mis servidumbres. Después de dos años y medio de asalto a los cielos, me he visto ante la tesitura de elegir y he elegido la libertad por encima de la maquinaria del poder, porque el ruido de sus engranajes me chirría. Sí, admito que no me ha complacido codearme de tú a tú con las élites políticas y financieras, al contrario, siempre he mantenido las distancias porque me acojona la lejana posibilidad de convertirme en uno de ellos. No quiero parecerme ni por el forro a lo que denominé la casta. No quiero ser uno de esos ratones del Congreso. Detesto el cretinismo de los burócratas de la política.

Mientras haya millones de parados y españoles en riesgo de pobreza, aumente la desigualdad, los recortes de salarios, la corrupción  y el saqueo de lo público, seguirá existiendo la lucha de clases. Y yo quiero estar siempre en la trinchera de los excluidos del sistema. Por eso me alejo, porque no tengo apetito de poder, de dinero o de gloria y porque quiero seguir luchando por la utopía frente al posibilismo.

A los que me acusan de ególatra, arrogante, perdonavidas, prepotente, macho alfa y engreído les digo que mis aspiraciones personales son muy humildes. Soy un sencillo profesor universitario de izquierdas. Volveré a mis clases en la universidad, a debatir en los círculos, ¡a la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo. Cantad conmigo como el poeta Alberti, como canta el gran Paco Ibáñez. A galopar, a galopar. 

No caeré en el error de otros. No designaré con el dedo a mi sucesor. La elección la dejo en vuestras manos. Y que nadie os asuste con que viene el lobo. El lobo es mejor que todos ellos. Sois el único instrumento del cambio.

A mis espaldas, como testigo de mi despedida, El abrazo de Juan Genovés. Nací para liderar la guerrilla del siglo XXI, pero no para ser comandante en jefe de un ejército regular. Por eso me voy, aunque me quedo en lo esencial junto a vosotros, alerta y vigilante, para lograr que nunca dejéis de soñar. Cuando griten, cuando mientan, cuando manipulen, cuando difamen, cuando no puedan reprimir su odio y su miedo... Sonreíd porque vamos a ganar. ¡Podemos soñar, podemos vencer!