Rajoy sigue en la fase de tanteo
Pese al no del PSOE, el líder del PP confía en que los socialistas se abstengan “en el último momento”. Ha empezado a hablar con el PNV, que ya le ha puesto condiciones, pero ha retrasado intencionadamente la negociación con Ciudadanos
No está claro todavía si su apelación a la razón de Estado para que el PSOE le facilite la investidura va a ser atendida —más bien parece, por el momento, que no—, pero incluso en el caso de que lo fuera, lo que sí es evidente es que hay grandes diferencias entre la política económica y, sobre todo, la social que ha hecho el Gobierno en los últimos cuatro años y medio y las que defienden los socialistas y, por tanto, resulta impensable que estos vayan a votar los presupuestos de un gobierno del PP.
Entre los afines
Así que para ese asunto de la aprobación de las cuentas públicas, fundamental para la gobernabilidad, Rajoy tendrá que buscar los apoyos en el mismo lugar donde los dirigentes del PSOE le dicen que busque los votos para la investidura: entre sus afines ideológicos. Es decir, en los 32 diputados de Ciudadanos, los cinco del PNV, la diputada de Coalición Canaria e incluso en los ocho de Convergència Democràtica de Catalunya. Pero el presidente del PP y del Gobierno en funciones, que ha decidido esperar a ver qué dice este sábado el comité federal del PSOE sobre una hipotética abstención en su investidura, ha estado retrasando intencionadamente las negociaciones con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y con los de los partidos nacionalistas, que son los que le podrían garantizar la estabilidad del gobierno a cambio de concesiones.
Los socialistas votarán en contra de la elección de Rajoy, pero algunos defienden la abstención “in extremis”
Fuentes del PP dicen que desde el 26-J se están manteniendo contactos reservados con todos los partidos y que “Rajoy ha dado instrucciones para que las negociaciones se lleven con discreción”. Pero más allá de los encuentros públicos que ha mantenido Rajoy, parece que lo que se han producido hasta ahora son tanteos y no ofertas formales, lo que no permite augurar que se vaya a cerrar un acuerdo rápido para la investidura.
Algunos de esos tanteos los han hecho con los socialistas para ver si pueden confiar en su abstención —la de todos o la de los diputados que sean necesarios— y así Rajoy se ahorra el trabajo de negociar con los otros grupos los votos, abstenciones o ausencias al pleno que le permitan ser elegido presidente en una segunda votación por mayoría simple. Y la gobernabilidad posterior. Porque incluso algunos de los socialistas que no descartan abstenerse “en el último momento”, “in extremis”, para evitar unas terceras elecciones si el PP no consigue por su cuenta los apoyos, advierten de que podrían facilitar la investidura “pero no la gobernabilidad”.
En contra de la investidura
El comité federal del PSOE se pronunciará con toda probabilidad en contra de favorecer que Rajoy sea presidente ni por activa ni por pasiva, pero el debate en ese partido sobre qué hacer si el PP no consigue los votos para la investidura existe. E incluso entre los que defienden esa abstención en el último minuto —nadie explica qué momento será ese, si agosto u octubre— están los que la condicionarían a un paquete de compromisos y los que la darían gratis para quedarse con las manos libres en la oposición. De decantarse por esta última opción, el PP no podría contar con los socialistas ni para los presupuestos ni para ninguna otra medida que no se refiera a asuntos de Estado, como la guerra contra el yihadismo.
“El PP tiene que encontrar los apoyos en los grupos con los que tiene afinidad ideológica. Quienes le podrían garantizar la estabilidad de gobierno son Ciudadanos y el PNV y el pacto con esos grupos no tiene por qué ser difícil”, asegura un líder territorial del PSOE.
“Más difícil lo tenía Aznar en 1996 con su discurso antinacionalista y sus bases gritando ‘Pujol, enano, habla castellano’ en la puerta de Génova la noche de las elecciones, y, sin embargo, fue capaz de ceder, incluso más de lo necesario, para pactar con Jordi Pujol y con Xabier Arzallus”, señala otro veterano socialista que también ve factible que el PP pacte con Ciudadanos y con el PNV y considera que esos dos partidos asegurarían la gobernabilidad.
Las condiciones del PNV
E lehendakari, Iñigo Urkullu, ya puso sobre la mesa algunas de las exigencias básicas de ese partido: flexibilizar la política penitenciaria de acuerdo con la legalidad, el acercamiento de los presos de ETA a las cárceles vascas, el traspaso de la gestión de las prisiones al Gobierno de Vitoria y avanzar en las vías que faciliten el desarme de la organización terrorista. Pero no son las únicas. También quieren medidas para la reactivación económica y mejorar el autogobierno vasco. El miércoles Rajoy empezó a hablar de ello con el portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban.
El PNV condiciona su apoyo al acercamiento de los presos etarras y al traspaso de la gestión de las prisiones
Las condiciones sobre política penitenciaria parecerían, en principio, imposibles de aceptar, dada la actitud refractaria que ha tenido el Gobierno de Rajoy siempre que Urkullu u otros grupos se las plantearon en la antepasada legislatura. Lo más complicado sería transformar el discurso inmovilista que ha mantenido durante estos años el PP, en parte para no indisponerse con algunas asociaciones de víctimas con las que se alió para criticar las negociaciones con ETA que el presidente Rodríguez Zapatero emprendió en 2006.
Las dificultades para pactar con el PNV no estarán tanto en las condiciones como en que Rajoy tiene que ser capaz de crear un clima de confianza con ese partido que no existe desde hace lustros. Desde que llegó al Gobierno en diciembre de 2011 no ha atendido ninguna de las peticiones que le hizo Urkullu, ni las sencillas (ayudar a la internacionalización de la industria vasca para que sobrellevara mejor la crisis económica) ni mucho menos las referidas a los presos etarras.
Desconfianza en Ciudadanos
Con Ciudadanos la cosa está siendo diferente. Hay dirigentes populares que consideran que el retraso en dirigirse formalmente a ese partido responde a un intento de ningunearlo, de castigarlo porque compite en su mismo espacio político, le ha arrebatado 32 diputados y su líder, Albert Rivera, se ha despachado con gran dureza contra Rajoy, cuya retirada sigue poniendo como condición para cualquier acuerdo. En el PP consideran que Ciudadanos, pese a las coincidencias en política económica, suele ser inflexible en los temas de regeneración democrática. La prueba la tienen en la Comunidad de Madrid, donde cedió los votos para la investidura de Cristina Cifuentes, y pactó con el PSOE y Podemos la creación en la Asamblea de una comisión de investigación sobre la corrupción política. Conocen, además, la resistencia de ese partido a incorporarse a gobiernos de coalición, y temen que si se queda en la oposición pueda repetir pactos como el citado con socialistas y podemitas y forzar, por ejemplo, una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados sobre la financiación en B del PP o la Gürtel.
Tampoco lo tiene fácil con los nacionalistas catalanes. CDC, volcada en el independentismo, celebra este fin de semana su congreso de refundación. Rajoy optó por el inmovilismo cuando algunos dirigentes de ese partido, contrarios al soberanismo y que aún ahora le podrían echar una mano, le pedían ayuda para salir del atolladero en el que los metió Artur Mas.