“Hasta el día 10 de enero hay vida”. Tras el empate en la asamblea de la CUP que bloqueó de nuevo su investidura, este es el argumento de Artur Mas para no dar paso a otro candidato de sus propias filas o, en su defecto, aceptar ya que Cataluña repita las elecciones en marzo, lo que ocurrirá legalmente si el 9 de enero no ha sido investido.
Mas pronunció la frase 48 horas después de la no decisión de la CUP. Y es verdad que se juega la vida. La política, por supuesto. Si no consigue ser presidente,
su trayectoria habrá acabado. Y aún peor: también la de su partido. De ahí la resistencia. Mas necesita tiempo para
refundar Convergencia, que cada vez que acude a las urnas pierde votos a chorro. En catalán hay un dicho que expresa esta situación: “En cada colada se pierde una sábana”. Si no consigue tiempo para tejer otras (o comprarlas), Mas se quedará sin sábanas y sin cama.
Para sobrevivir ha aguantado dos votaciones parlamentarias adversas y tres meses en los que la CUP ha repetido que no lo investiría. Confiaba en que, al final, los anticapitalistas aceptarían como criterio el lema de la Guardia Civil: todo por la patria. Pero el domingo 27 de diciembre, los militantes de la CUP se colapsaron y la tercera votación acabó en empate:
1.515 votos contra la investidura de Mas y otros tantos a favor. ¿Resultado? Otro aplazamiento, hasta el 3 de enero.
Se trata de resistir
Esta vez la decisión ya no la tomará una asamblea sino las distintas agrupaciones territoriales y el secretariado, algo que se contradice con el espíritu asambleario. Esas agrupaciones ya votaron hace unas semanas contra Mas, que también perdió las dos votaciones que la asamblea celebró antes de la definitiva. No importa: se trata de resistir. Y en eso Artur Mas es campeón:
ha resistido al procesamiento de sus tesoreros y de su secretario general, a la confesión del fraude del presidente de honor del partido, al embargo de 15 sedes, a la imputación de amigos y conocidos. Y confía en resistir a la CUP y rendirla por agotamiento, de modo que el 3 de enero decida hacerlo presidente del Gobierno catalán para 18 meses.
Mas confía en rendir a la CUP por agotamiento y que el 3 de enero decida hacerlo presidente de la Generalitat para 18 meses
En el camino, Cataluña se ha ido dividiendo. Primero se rompió el PSC; más tarde, CiU y sus integrantes: se dividió (Unió) y se dieron de baja de CDC destacados militantes. El país entero votó escindido en dos mitades. Ahora ha sido la CUP, que puede partirse más si vota a Mas tras una campaña electoral prometiendo que nunca lo haría. Sería esta una doble ruptura: política y sentimental.
Días antes de la asamblea que debía aprobar o rechazar la investidura de Artur Mas, militantes de la CUP se reunieron en un restaurante situado en la plaza de Osca, en el barrio barcelonés de Sants. Un espacio frecuentado por independentistas. Comieron y discutieron. El tono elevado era perceptible en mesas cercanas. Uno argumentaba: la votación tenía que ser secreta porque no quería perder las amistades. Un argumento emotivo, pero no político, que explica el grado de división social en Cataluña. La discusión política se ha vuelto cada vez más un asunto espinoso y a evitar.
División social
Quienes dicen que el resultado de la última votación de la CUP refleja la división social aciertan ahora de pleno. Se impone el lema bíblico: “Quien no está conmigo está contra mí”. Sin matices. Y a ello ha ayudado Mas pero también dirigentes de su partido y de ERC que no han dudado en llamar “traidores” a quienes no comparten su pensamiento y decisiones.
ERC calla y espera su ocasión, se da por seguro que en unas nuevas elecciones no repetirá coalición con Convergència
Y el futuro no es mejor. Si Mas sale presidente el nuevo gobierno no podrá aprobar los presupuestos ya que Junts pel Sí carece de apoyos en el Parlamento catalán. Sin presupuestos no podrá cumplir los escasos acuerdos en materia social ofrecidos a la CUP como contrapartida. El resultado sería convocar nuevas elecciones en un año. Ése es el dilema: votar dentro de 3 o de 12 meses.
Mientras, ERC calla y espera su oportunidad, porque todo el mundo da por hecho que no repetiría la coalición con CDC. Destacados
dirigentes de Convergència recomiendan evitar el sometimiento a la CUP y, como el número dos en el Congreso, Carles Campuzano, reclaman nuevas elecciones. Lo mismo que la patronal y que prácticamente toda la oposición. Dirigentes de la CUP, como Quim Arrufat, no dudan en pedir a Mas que desista y que haya elecciones, a la vez que resaltan el futuro que puede tener en Cataluña Podemos (primera fuerza el 20-D) y su propuesta de un referéndum que desencalle la situación.
Mas asiste a todo impasible y convencido, dice, de que sin él no hay proceso hacia la independencia. Tiene un alto concepto de sí mismo, pero no del resto de los catalanes.