Mariano Peyrou. Yo y todos los demás
El poeta debuta en la novela con una brillante y singular narración sobre la identidad frente a los otros, el elitismo y el arte
Roberto Teyssier, Tico, el protagonista, es un compositor de música contemporánea en la cuarentena. Vive de su vocación y tiene éxito con las mujeres, aunque no la capacidad de mantener una relación duradera. No está satisfecho: quizá porque es inestable, quizá porque tiene una sensación de vacío. Va a pasar un fin de semana en una casa de campo con su vieja amiga Pola (es del padre de Pola, exministro). Allí están también la hija de Pola y una amiga suya, un cantante pop que ha descubierto el compromiso político y otros invitados a quienes se denomina con un desdén lacónico y devastador como los intelectuales, casi siempre sumidos en conversaciones supuestamente serias en la cocina.
Es una novela de acción mental y verbal, inteligente y a menudo muy divertida, sobre la relación con los otros
Enmarcada por dos viajes en coche, en la casa se produce una sucesión de pequeños actos cotidianos, acompañados de diálogos (a menudo la esgrima cómplice de Pola y Tico) y recuerdos y reflexiones de Tico. Es una novela de acción mental y verbal, inteligente y a menudo muy divertida, sobre la relación con los otros: cómo los tratamos, cómo nos ven, cómo actuamos cuando creemos que nos ven, cómo queremos ser aceptados y diferentes al mismo tiempo. El libro tiene también un componente psicoanalítico y narcisista. “Me gusta la seducción como actividad interior, el deseo de seducir, el intento de seducir, la sensación de éxito o fracaso. Esa es la única regla de este juego: que parezca que no juegas”, piensa Tico, a quien atormenta no ser capaz de olvidar “la semántica de los objetos”.
El protagonista es un experto en encontrar agujeros en los argumentos de los demás, pero no siempre sabe si él tiene uno que le convenza. Algunas de las cosas que le hacían sentirse orgullosamente diferente le parecen ahora “limitaciones, torpezas, síntomas, fracasos: movimientos o indecisiones por los que se iba quedando, por los que se había quedado al margen, solo”. El paso del tiempo y la llegada de la madurez planean por todo el libro: “El tiempo pasa muy rápido, no da tiempo a aprender a fracasar”, dice Tico.
Defensa del elitismo
Una de las cosas más llamativas de esta novela es que no tiene miedo a resultar antipática. En ocasiones puede parecer una defensa, implícita o explícita, del elitismo. O de algún tipo de elitismo: ya se sabe que no todos los elitismos son iguales. Pese a todos sus problemas, no parece que Tico desee cambiarse por nadie; al mismo tiempo, no quiere estar solo, busca un interlocutor. Siempre quiere ganar, pero admite que de vez en cuando los otros pueden tener razón.
Esos dos temas —la identidad frente a los otros, la idea del elitismo— están estrechamente relacionados con otra de las preocupaciones del libro: el arte y la vocación, la función y la recepción de las obras. La defensa de la forma es un asunto central en De los otros.“La forma modifica sustancialmente el contenido. Incluso se puede decir que el contenido es resultado de la forma —dice Tico, que luego añade—: La dimensión política de una obra de arte está más en su forma que en su contenido”. Esa afirmación no pretende ser original, pero corrige cierta tendencia de la cultura española.
El propio libro pone en práctica esa defensa de la forma. Hay una deliberada huida de la narración convencional. Más que un rechazo del realismo, muestra una realidad aumentada y enriquecida, que es de nuestro tiempo pero tiene que ver con la tradición de la vanguardia.
Hay una deliberada huida de la narración convencional y muestra una realidad aumentada y enriquecida
Peyrou inventa formas de transcribir los diálogos, introduce elementos levemente incongruentes y crea estratagemas oulipianas. No siempre pone las cosas fáciles al lector, pero conquista por su elegancia musical y su ingenio. El narrador, en una tercera persona que casi siempre asume el punto de vista de Tico, emplea también algunos de los neologismos del personaje, como “nobvias” o “metaforadas”, y traslada su neurótica sensibilidad lingüística. Tico juega y se inventa juegos con las niñas: el veo-veo se transforma en el feo-feo. Ese gusto por salirse del cauce aceptado con una mezcla de encanto e impertinencia es uno de los elementos más disfrutables de esta novela singular y brillante.
Mariano Peyrou
Sexto Piso, Madrid, 2016, 213 págs.