Londres, Brexit y populismos
El lunes 9 de mayo tomó posesión como alcalde de Londres Sadiq Khan, un político laborista nacido en una familia británico-paquistaní de clase trabajadora y religión musulmana. Su elección es una buena noticia porque va en sentido contrario a la crecida del populismo antiinmigración, que cunde en muchos países de Europa y en Estados Unidos. Solo otra gran ciudad europea, Róterdam, tiene alcalde musulmán, de modo que la reunión en Londres esta semana de Khan con la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, francesa nacida en España, ha podido convertirse en una celebración de apertura y tolerancia.
La elección de Khan se ha producido en un momento delicado de la política británica, donde escandalizan las declaraciones antisemitas de algunos líderes laboristas. Además, el país se encuentra sumido en una crisis a causa del referéndum, convocado para el 23 de junio, sobre su salida de la Unión Europea. Puede haber argumentos válidos para el Brexit, pero en esta precampaña los que han adquirido mayor sonoridad rezuman nacionalismo, rechazo al otro y demagogia económica.
El primer ministro británico, David Cameron, convocó la consulta únicamente por motivos partidistas para cerrar la escisión entre las alas proeuropea y antieuropea que afecta a los conservadores. Esa brecha interna de los tories ha cobrado mayor dimensión con la perspectiva del referéndum y se ha contagiado a todo el país. Es una nueva confirmación de cómo las propuestas electorales, cuando ayudan a ganar elecciones, se convierten muchas veces después de alcanzado el poder en una condena. Examinado desde diversos ángulos, este referéndum del Brexit es una frivolidad cuyos daños —en términos económicos, pero también políticos y culturales— pueden ser letales. Tampoco es aceptable que Cameron venga a estas alturas a descubrir que, si su país saliera de la UE, quedarían amenazadas la paz y la seguridad, sin que haya dado razón válida alguna para haber procedido a convocar la consulta.
En todo caso, más allá de la retórica de los partidarios de la salida de la UE, el único asunto que está teniendo peso en la campaña negativa es el de la inmigración, un asunto que los políticos británicos llevan demasiado tiempo abordando con zafiedad simplista. Sin duda, ningún país, y tampoco Gran Bretaña, puede recibir a un número ilimitado de extranjeros. Pero considerar que la inmigración es en la actualidad el problema más grave de Reino Unido es una falsificación interesada en la que han incurrido políticos, como el ex alcalde londinense Boris Johnson, empeñado en ver el fenómeno migratorio en términos de ambición personal.