Turquía afronta este domingo las que podrían ser las elecciones más cruciales de su historia. Se trata, en realidad, de una repetición de las que ya tuvieron lugar el pasado junio, en las que la entrada en el Parlamento de un partido recién creado (el HDP, de base kurda) desató un terremoto político. En consecuencia, el Partido de la Justicia y del Desarrollo (AKP) de
Recep Tayyip Erdogan, que llevaba en el poder desde 2002, perdió 53 escaños y se vio imposibilitado para formar gobierno en solitario.
Poco dispuesto a aceptar el resultado, el presidente Erdogan hizo fracasar la formación de una coalición con otros partidos, forzando unos nuevos comicios con la esperanza de obtener mejores cifras. La estrategia podría salirle bien: en estos meses han saltado por los aires las negociaciones de paz que el Estado turco mantenía desde hace más de dos años con la guerrilla kurda del
PKK, uno de los factores del éxito electoral del HDP.
Como resultado, el país se encuentra sumido en la peor oleada de violencia en más de una década. Desde agosto se han producido atentados casi a diario y el número de muertos podría superar el millar, incluyendo a casi un centenar de miembros de las fuerzas de seguridad. El panorama solo se ha suavizado este último mes debido a que el PKK ha decretado un alto el fuego unilateral hasta después de las elecciones.
“Si un partido político hubiese obtenido
400 diputados o una mayoría suficiente para redactar una nueva constitución, la situación hoy sería muy diferente”, afirmó Erdogan el mes pasado, refiriéndose, obviamente, al AKP que contribuyó a fundar. Y aunque estas palabras han causado controversia —Erdogan ha dejado claro que quiere esos 400 escaños para cambiar el sistema a un fuerte modelo presidencialista que amplíe sus poderes—, son muchos los turcos que, ante todo, temen la inestabilidad generada por el desgobierno actual, que tal vez no cambiaría demasiado con un gobierno multipartidista.
Erdogan cierra o compra medios de comunicación y persigue con saña a sus opositores
De hecho, una de las grandes bazas del AKP es que sus sucesivas amplias mayorías permitieron acabar con las coaliciones gubernamentales que el país experimentó en los años 90, que se tradujeron en caos político, fragilidad parlamentaria y varias crisis económicas. Según una reciente encuesta de Metropoll, el AKP es el único partido que subiría, debido a que aquellos votantes que en junio optaron por la abstención para castigar el giro autocrático impuesto por su líder, horrorizados por la situación, probablemente volverán al redil. De acuerdo con el sondeo, el resto de partidos mantendrán los mismos resultados, con la posible excepción del HDP, al que le perjudicaría algo el repunte de la violencia en el conflicto kurdo. Así, el secularista Partido Republicano Popular (CHP) seguiría siendo la segunda fuerza más votada, con algo menos del 30% del total de votos.
El ultranacionalista Movimiento de Acción Nacional (MHP), rabiosamente antikurdo y que en las últimas elecciones obtuvo el mismo número de diputados que el HDP, podría también beneficiarse de la escalada de violencia y el creciente rechazo al compromiso con el PKK y establecerse sólidamente como tercera fuerza. La negativa del MHP a pactar en ningún caso con el HDP es, de hecho, lo que impide la formación de un gobierno tripartito de oposición, que sería la única forma de arrebatarle el liderazgo al AKP. Mucho más probable parece una coalición AKP-MHP, ahora que el partido gubernamental ha abandonado las negociaciones de paz que aborrecían los ultranacionalistas.
Acuerdo con la UE
El AKP de Erdogan espera beneficiarse también del reciente acuerdo alcanzado con la Unión Europea en materia migratoria, por el que Turquía, a cambio de limitar el flujo de refugiados hacia Europa, podría obtener algunas concesiones que lleva años reclamando y que hasta ahora se le habían denegado. Entre ellas destacan la eliminación del visado para los ciudadanos turcos, que se considere formalmente el país como candidato a la entrada en la
UE en las cumbres europeas, junto con la apertura de nuevos capítulos en el
proceso de adhesión, y la concesión de fondos especiales para hacer frente a la llegada de los refugiados.
La UE ha ofrecido a Ankara un fondo adicional de 1.000 millones de euros para esta crisis (que podrán llegar hasta 3.000, como pide el gobierno turo). Una cantidad nada desdeñable teniendo en cuenta que Turquía ha gastado más de 7.500 millones de euros en la manutención de los refugiados desde el inicio del conflicto en 2011, según cifras oficiales. Vengan de donde vengan, la mayoría de estos refugiados debe cruzar territorio turco.
El AKP es el único partido que subiría en las elecciones por el voto de quienes se abstuvieron en junio
Según un documento interno de la Gendarmería turca al que ha tenido acceso
AHORA, las cifras de incidentes relacionados con redes de tráfico ilegal de personas no dejan de aumentar: de los casi 217.000 irregulares aprehendidos en suelo turco en los últimos cinco años, cerca de 47.000 lo han sido en lo que va de 2015, frente a los apenas 16.606 registrados en 2010. De todos ellos, casi 100.000 son sirios. Estos datos no incluyen los de otras agencias de seguridad turcas, como la policía o los guardacostas.
Para cualquier observador es imposible pasar por alto el creciente autoritarismo de Erdogan, que en los últimos años ha cerrado o comprado casi todos los medios de comunicación independientes, ha abierto miles de juicios contra sus críticos y ha perseguido con saña a sus opositores (la semana pasada un tribunal condenó a 244 participantes en las protestas antigubernamentales de 2013 a penas de prisión de entre dos meses y más de un año, por delitos como “participar en manifestaciones ilegales”, “proteger a criminales” o “ensuciar una mezquita”).
El Gobierno turco se convierte así en un socio necesario, aunque bastante incómodo, para la UE. Erdogan parece seguir pensando que Turquía es demasiado valiosa como para dejarla ir. “La seguridad y la estabilidad de Occidente y de Europa van de la mano de nuestra seguridad y nuestra estabilidad. Ahora lo han aceptado. No puede haberlas sin Turquía”, declaró el mandatario la semana pasada. “Pero si es así, ¿por qué no aceptan a Turquía en la UE? El problema es evidente, pero no son claros al respecto. Dicen ‘cometimos un error [aceptando a Turquía] en la OTAN, no cometamos el mismo error en la UE’. Ese es el problema”, aseguró.
Malestar en la OTAN
Sin proponérselo, Erdogan ponía de manifiesto el malestar en el seno de la Alianza Atlántica respecto a un aliado sobre el que pesan serias sospechas de, como mínimo, haber tolerado la presencia de un gran número de yihadistas en su territorio. Algo por lo que sus socios de la
OTAN podrían castigarle de forma indirecta: a principios de octubre, en un momento de máxima tensión tras la entrada de Rusia en el conflicto sirio, EE.UU. comenzó a retirar sus misiles Patriot desplegados en la frontera con Siria, un gesto que con toda probabilidad será imitado pronto por Alemania.
Esto, junto al doble atentado suicida que el pasado 10 de octubre se cobró la vida de personas en Ankara (el tercero más sangriento de la historia de Europa), ha hecho reaccionar a las autoridades turcas, que esta semana llevaron a cabo una serie de operaciones importantes contra decenas de pisos francos de Estado Islámico.
En Turquía no faltan quienes cuestionan la sinceridad de sus líderes después de que Erdogan hiciese la absurda y oportunista afirmación de que en el atentado de Ankara participaron no solo yihadistas, sino también “el PKK y el régimen sirio”, ambos adversarios de su Gobierno. Sin embargo, lo que está en juego es de tal envergadura que la UE parece dispuesta a hacer de tripas corazón.
Por lo pronto, todo apunta a que la Comisión Europea ha aceptado retrasar la salida del “Informe de Progreso” anual sobre Turquía hasta después de las elecciones. En los últimos años, este informe (que relata los avances de cada Estado aspirante a entrar en la UE conforme a los estándares europeos) ha dado constancia del retroceso en materia de derechos y libertades que ha experimentado el país, y no parece que la edición de este año vaya a ser mucho más positiva. Así, a petición de Ankara, Bruselas habría aceptado aplazar su publicación para “no interferir” en el proceso electoral. Una decisión que solo beneficia a Erdogan.