23/11/2024
Análisis

La nueva guardia pretoriana del Kremlin

Crece el riesgo de que se tomen medidas policiales no solo para sofocar protestas, en caso de que surjan, sino también en la esfera política rusa

Nikolay Petrov - 03/06/2016 - Número 36
  • A
  • a
La nueva guardia pretoriana del Kremlin
Militares rusos marchan en la Plaza Roja durante el desfile militar del Día de la Victoria. KIRILL KUDRYAVTSEV / AFP / Getty
A principios de abril Vladimir Putin anunciaba la mayor reforma de los cuerpos y fuerzas de seguridad de todo su mandato. El resultado ha supuesto la aparición de una nueva organización, la Guardia Nacional —la segunda con mayor poder después del Ministerio de Defensa—, integrada por cerca de 400.000 efectivos con el objetivo declarado de combatir el terrorismo y el crimen organizado. Además, dos agencias antes independientes, el Servicio Federal de Control de Estupefacientes (FSKN, por sus siglas en ruso) y el Servicio Federal de Migraciones (FMS), han pasado a formar parte del Ministerio de Defensa.

Parece que el anuncio del presidente fue bastante precipitado, pues un mes y medio después siguen sin enviarse a la Duma Estatal los documentos necesarios para su tramitación. Algunos expertos creen que Putin ha podido verse apremiado por el caso de los papeles de Panamá, considerado por el Kremlin como un intento de Occidente de desacreditar a las autoridades rusas, y por la decisión de un tribunal español que afecta a la mafia rusa y a sus conexiones con altos cargos policiales y políticos de Rusia.

El equilibrio de fuerzas en la élite del país se ha desplazado en beneficio de los líderes de los cuerpos de seguridad

La gran reforma afecta prácticamente a todos los cuerpos y fuerzas de seguridad. El Ministerio del Interior se ha quedado sin su sección de seguridad: 170.000 efectivos de Interior, 50.000 policías de operaciones especiales y de unidades de intervención rápida, el servicio de protección de edificios públicos, el de control de la seguridad privada y del tráfico de armas pasan a integrar la nueva organización. A cambio, se han incorporado 30.000 hombres del FSKN y otros tantos del FMS. Además, estos dos organismos han perdido su estatus de servicio directamente subordinado al presidente y se han convertido en simples direcciones generales dentro del Ministerio del Interior. Por consiguiente, también el estatus de sus dirigentes ha disminuido considerablemente: Viktor Ivanov, quien fuera en tiempos un importante oficial al servicio de Putin, y el también chequista Konstantin Romodanovski han abandonado la escena. En su lugar ha entrado Viktor Zólotov, en el servicio de seguridad de Vladimir Putin desde mediados de los 90 y cuyo ascenso al frente de este nuevo superorganismo de seguridad le garantiza un puesto en el Consejo de Seguridad de Rusia. Una trayectoria la suya que recuerda bastante a la de Aleksander Korzhakov junto a Boris Yeltsin.

Élites, elecciones y protestas

La mayoría de los analistas vincula esta reforma a los preparativos de las autoridades de cara a las protestas masivas ante un futuro empeoramiento de la situación socioeconómica e, incluso, a las elecciones a la Duma Estatal de septiembre. Sin duda, estos motivos también se tuvieron en cuenta los últimos años, cuando se reestructuraron las tropas de Interior, lo que ha supuesto un aumento significativo de los policías destinados a operaciones especiales. Sin embargo, es más importante el efecto que las reformas recientemente anunciadas tendrán en la estructura de las élites.

En los últimos dos años el equilibrio de fuerzas en la élite del país se ha desplazado bastante en beneficio de los representantes de los cuerpos y fuerzas de seguridad y, dentro de este grupo, del Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso), en cierta medida también del Ejército y del líder checheno Ramzán Kadírov, quien lidera una estructura de seguridad relevante a nivel federal. Por un lado, la reconfiguración de los cuerpos de seguridad formados en el nuevo superorganismo devuelve el equilibrio a las fuerzas públicas y, por otro, pone en manos de un ya de por sí todopoderoso presidente un potente instrumento que solo él controla. En este sentido, la Guardia Nacional puede considerarse una especie de FSB-2 y una guardia personal del presidente cuyo uso de momento no está sometido a ninguna ley.

Por último, la masiva reorganización de todos los cuerpos de seguridad en un contexto de creciente inestabilidad socioeconómica y de la inminente necesidad de las autoridades de tomar decisiones poco populares, e incluso completamente impopulares, refuerza el papel instrumental de las fuerzas de seguridad y las debilita como actores políticos.

Rusia, con un Gobierno central drásticamente debilitado a causa de la caída de los precios de las materias primas, parece estar regresando a la situación de la década de los 90. Y aquí es interesante recordar lo sucedido en 1996 y el papel del entonces ministro del Interior Anatoli Kulikov en el fracaso del guion dictado por Korzhakov que buscaba la anulación de las elecciones presidenciales. Aunque en principio la reforma no está directamente relacionada con las próximas elecciones presidenciales de 2018, precisamente para ese año la reforma ahora anunciada tendrá que estar completada.

Vencedores y vencidos

Así que entre los beneficiarios de la reestructuración de las fuerzas de orden público puede incluirse al propio Putin, a un Zólotov que ha salido ostensiblemente reforzado y, junto a él, todo el grupo del Servicio Federal de Protección (FSO) liderado por Yevgueni Múrov. Los derrotados son más: los ya citados Viktor Ivanov y Konstantin Romodanovski; Vladimir Kolokóltsev, cabeza visible de un Ministerio del Interior sensiblemente adelgazado, pues se ha quedado sin su sección más importante y de mayor presupuesto, y de un FSB ya irremediablemente perdido; y Aleksander Bórtnikov, jefe del FSB, cuyo creciente monopolio ha sido finiquitado. También han salido parcialmente derrotados Serguei Shoigú, ministro de Defensa y quien gozaba de mayor popularidad, y el “amo” del grupo de operaciones especiales más poderoso del país, Ramzán Kadírov.

La Guardia Nacional puede considerarse una fuerza personal del presidente, cuyo uso no  está sometido aún a la ley

Y la sociedad rusa, ¿pierde con la creación de la Guardia Nacional y con los cambios que esto implica? Sin duda, puesto que conllevan la expansión del poder de la “chequistocracia”, al haber conseguido esta hacerse de facto con su propio ejército. Se aumenta la base militar del poder personal de Vladimir Putin, a la vez que crece el riesgo de que se tomen medidas de tipo policial no solo para sofocar las protestas, en caso de que surjan, sino también en la esfera política rusa. Lo más probable es que cierto aumento de la competencia en las estructuras de seguridad conlleve una mayor represión en la competencia dentro del mundo de los negocios. Presumiblemente, cabe esperar que la presión sobre las empresas también aumente debido al “traspaso de coberturas”: un nuevo actor, único y potente, pasará a controlar y extorsionar a los empresarios que antes gozaban de protección interesada de otras estructuras de seguridad.

Hay que tener en cuenta que el decreto presidencial que ha puesto en marcha la reforma tiene carácter momentáneo. Una reforma así, de una envergadura sin precedentes y en un país tan grande como Rusia, llevará años. Es decir, por un lado nos espera un aumento de las turbulencias, pero, por otro, el Kremlin ha adjudicado a los organismos de seguridad una tarea que los va a mantener ocupados durante mucho tiempo, reduciendo así de forma significativa sus posibilidades de expansión en el exterior mientras estén reestructurándose. Al mismo tiempo, puede que haya reforzado esa expansión una vez que la transformación esté finalizada.