La hora de los reproches
Los partidos se dedican al doble juego de recriminarse el fracaso y tenderse la mano por si en los diez días que quedan hasta la consulta del rey aún fueran capaces de alcanzar un acuerdo
La posibilidad, aunque remota, de que finalmente se llegue a un pacto, al menos para la investidura, no ha contribuido a rebajar el tono de los reproches. Ni los que reciben Pedro Sánchez y el PSOE de los dirigentes del PP, que acarician otra vez la idea de una gran coalición que se desencadene por el efecto de fuerzas exógenas —poderes económicos, Bruselas, veteranos socialistas— y no por una negociación que saben imposible porque el 28 de diciembre el comité federal del PSOE rechazó esa hipótesis. Aun así, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, sigue buscando el resquicio de un acuerdo entre los dos grandes partidos, exigiendo la retirada de Mariano Rajoy con la esperanza de que eso ayude. Pero no parece muy probable ni que Rajoy se vaya ni que los socialistas faciliten un gobierno del PP.
De forma repentina
Tampoco los dirigentes del PSOE y de Podemos se cortan en las diatribas que se entrecruzan. Y eso que ellos conciben todavía la esperanza de que podrán reanudar las conversaciones una vez que las bases de Podemos se pronuncien en contra, se supone, del acuerdo entre los socialistas y Ciudadanos. La convocatoria de esa consulta al día siguiente de la reunión a tres —la de los equipos negociadores de socialistas, podemitas y Ciudadanos— sin que al PSOE le diera tiempo a responder a las 20 propuestas que presentó Pablo Iglesias y sin que mediara ninguna trifulca entre los partidos es la que llevó a la ruptura de las negociaciones, “de lo que pudo ser y no fue”, en palabras del portavoz socialista, Antonio Hernando.
Si queda algún margen será por el vértigo a volver a la urnas, y a Podemos las encuestas le dan ahora a la baja
De ahí que los dirigentes socialistas repitan estos días que “Iglesias no es de fiar” y este último se empeñe en asegurar que Sánchez se ha “enjaulado” con Ciudadanos. Fuentes socialistas aseguraron a AHORA que Iglesias le había dado garantías a Sánchez de que aceptaba la negociación a tres y que ese compromiso también se había sellado en las conversaciones previas a la reunión de los dos líderes. Parece, sin embargo, que Podemos sigue sin “soportar” al partido de Albert Rivera —un rechazo que es recíproco— y que el miedo a provocar el malestar de sus votantes si seguían sentados en la misma mesa es lo que le habría llevado a convocar la consulta a las bases sin empezar siquiera a negociar. Aunque hay quien dice que Podemos mantuvo siempre su veto a Ciudadanos, aunque cediera en hacer la reunión de los tres equipos negociadores.
Otros dirigentes políticos y analistas sostienen que la decisión de Podemos de convocar la consulta podría responder a otras estrategias. Una de ellas sería la de presionar a Sánchez para conseguir que ceda en la formación de un gobierno de coalición con Podemos, una concesión que no puede hacer porque el comité federal del PSOE nunca la aprobaría. Otra sería simplemente forzar la repetición de elecciones. Hay quien opina que esa ha sido desde el principio la intención del sector más próximo a Iglesias, pero no la de los que están más cerca de las posiciones de Íñigo Errejón, que sería más partidario de facilitar la investidura de Sánchez y fortalecer a su partido desde el monopolio de la oposición de izquierdas. A esta última hipótesis responde el hecho de que los ataques de los socialistas a Iglesias lleven el añadido de que les hubiera ido mejor si el líder fuera Errejón.
A eso, y a ahondar la división interna de Podemos, porque en estos 10 días todos los partidos van a realizar un doble juego, una mezcla de reproche y discreto acercamiento. Lo primero para ir preparando la campaña electoral, lo segundo porque no vaya a ser que a Sánchez aún le quede alguna oportunidad de ser investido presidente y a los otros partidos les quede la esperanza de evitar unas siempre impredecibles elecciones.
Sondeos y solución catalana
De hecho, si queda algún margen de acuerdo vendrá marcado por el vértigo de repetir en las urnas y de tener un resultado igual o peor que el que obtuvieron el 20-D. Y a Podemos las encuestas ahora le dan a la baja, así que aún podría decantarse por una solución a la catalana, como la que encontró la CUP, ya contrarreloj, para apoyar la investidura del convergente Carles Puigdemont el pasado mes de enero.
En el círculo de Sánchez, no obstante, nadie se hace ilusiones y eso que son conscientes de que si no consigue la Presidencia del Gobierno su liderazgo puede tener los días contados. Salvo que si repite como candidato —y parece que sí lo hará— los sondeos se equivocaran y el PSOE tuviera un resultado mucho mejor que el de diciembre pasado. Parece improbable, porque las encuestas recogen una mejor valoración de Sánchez pero un estancamiento de la marca socialista.
Los más próximos a Sánchez saben que si no es presidente puede tener los días contados como líder del PSOE
De hecho, los barones críticos, con la presidenta andaluza Susana Díaz a la cabeza, que han intentado evitar por todos los medios que Sánchez sea presidente, saborean estos días la confirmación —todavía no definitiva— de sus previsiones. Desde el primer momento dijeron que su secretario general no lograría forjar un pacto en el que participaran Podemos y Ciudadanos ni el apoyo de uno de los dos partidos y la abstención del otro, y que pensar siquiera en esa posibilidad solo respondía a las “ensoñaciones” de Sánchez.
Las dudas de Susana Díaz
Así que ahora le esperan, con los cuchillos afilados, para pedirle cuentas y disputarle el liderazgo del partido, al que quieren elevar a Susana Díaz en el próximo congreso que se celebrará al final del verano. La duda ahora es si se resignarán a que Sánchez repita como candidato o retomarán la idea, que sostenían en diciembre, de colocar ya a la andaluza como cabeza de lista. Ser diputada le facilitaría el liderazgo del partido, porque ser la portavoz en el Congreso le daría más visibilidad y le permitiría debatir cara a cara con los líderes de los otros partidos. Ella misma parece tener dudas sobre qué hacer, porque se muestra dispuesta a apostar por la secretaría general del PSOE, pero no tanto a dejar la Presidencia del gobierno andaluz, desde donde ejerce su poder.
No parece que los críticos con Rajoy vayan a conseguir que renuncie a la candidatura e incluso sus partidarios celebran su (no) estrategia, que le lleva, al parecer, incólume a la repetición electoral.