La gran aceleración geológica
El impacto de la humanidad sobre la Tierra habría dado paso a una nueva era: el Antropoceno
Las evidencias de que la humanidad se ha convertido en una imponente fuerza geológica de dimensión planetaria son tan numerosas y relevantes que los científicos se están planteando la posibilidad de diferenciar una nueva época en la escala de los tiempos geológicos. La propuesta, planteada en el año 2000 por el premio Nobel de Química P. Crutzen y su colaborador E. Stoermer, afirma que como consecuencia del impacto de la humanidad sobre la Tierra nuestro planeta habría dejado atrás el Holoceno para adentrarse en el Antropoceno.
La idea ha generado una gran controversia en la comunidad científica, particularmente en la Comisión Internacional de Estratigrafía, el organismo encargado de analizar cualquier propuesta de modificación de la escala de los tiempos geológicos. El debate no impide que el concepto, con una importante carga simbólica, se haya popularizado rápidamente desbordando el ámbito científico. Tras ser aceptado de manera entusiasta por los colectivos más preocupados y comprometidos con la defensa del medioambiente, interesados en subrayar el potencial destructivo de los humanos, el término “Antropoceno” se ha convertido en un tópico de moda en las redes sociales y los medios de comunicación, hasta colarse en las agendas de las élites del mundo empresarial, financiero y político.
Desde 1945, la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica de ámbito planetario
En este contexto resulta significativo el proyecto de reestructuración radical emprendido por el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsoniano en Washington D.C. La sala de los dinosaurios del museo se encuentra casi vacía y cerrada al público por obras. La idea es que cuando vuelva a abrirse en 2019 los esqueletos del Tyrannosaurus rex y del Triceratops compartan protagonismo con un nuevo espacio dedicado al Antropoceno. Se trata de invitar a los visitantes, en su calidad de miembros de la especie animal hoy dominante en la Tierra, a que se informen y reflexionen sobre el impacto de la actividad humana en nuestro planeta y de sus consecuencias potenciales.
La pregunta es si el término “Antropoceno” está justificado con base en la aplicación de los criterios comúnmente utilizados en Estratigrafía para diferenciar otras épocas del registro geológico. La respuesta es que todavía se está trabajando en el tema. La identificación y definición formal de una nueva época geológica es una tarea muy ardua. La escala de los tiempos geológicos, verdadero andamiaje sobre el que se sustentan los estudios sobre el pasado del planeta, es uno de los grandes logros científicos de la humanidad. Por eso cualquier propuesta de modificación debe superar una serie de rigurosas exigencias científicas.
La decisión de formalizar el Holoceno en 2008 fue una de las más importantes tomadas por la Comisión Internacional de Estratigrafía. Este organismo ha subdividido la historia de la Tierra en una serie de unidades parecidas a los años, meses y días de un calendario. El intervalo de tiempo comprendido entre el presente y los últimos 2,58 millones de años, que aparece jalonado por una sucesión de fases glaciares e interglaciares, se conoce como periodo Cuaternario, que a su vez comprende dos épocas: el Pleistoceno y el Holoceno. La segunda abarca la última de las fases interglaciares del Cuaternario. Su inicio está fechado hace unos 11.700 años y está oficialmente registrado en un testigo de sondeo de hielo proveniente de Groenlandia. El punto exacto (golden spike o remache dorado en la jerga estratigráfica) coincide con la aparición de un intervalo caracterizado por un aumento de los valores del deuterio (que sirven para determinar la temperatura del aire) y una brusca caída en los contenidos de polvo atmosférico. Este momento marca el inicio de ascensos generalizados de la temperatura global y del nivel del mar, fenómenos ambos que alcanzaron sus máximos hace unos 11.000 y 8.000 años, respectivamente. Con posterioridad, y hasta tiempos recientes, las temperaturas y el nivel del mar se estabilizaron, dibujando una gráfica prácticamente plana, solo perturbada por pequeñas oscilaciones milenarias de la temperatura global del orden de 1° C de amplitud. Este perfil plano refleja el periodo más prolongado de estabilidad del clima y del nivel del mar experimentado por el planeta en los últimos 400.000 años.
El Holoceno representa una larga época de tranquilidad, clave en el desarrollo de la civilización, que daríamos por finalizada si la nueva subdivisión del Antropoceno fuera aceptada formalmente. Pero ¿estamos en condiciones de asegurar que la actividad humana ha puesto definitivamente fin a una tendencia iniciada hace 11.700 años? Y si así fuera, ¿cuándo habría ocurrido esto? No tenemos la suficiente perspectiva temporal para responder de manera afirmativa a la primera pregunta, y la segunda admite varias opciones, entre las que destacan las dos siguientes.
Cuando Crutzen y Stoermer propusieron el término “Antropoceno” en el año 2000 pensaban que su fecha de inicio debía situarse a finales del siglo XVIII, en los comienzos de la revolución industrial. Se justificaba porque desde entonces hasta los albores del presente milenio el Homo sapiens había debilitado la capa de ozono sobre la Antártida, multiplicado por dos la concentración de metano en la atmósfera e incrementado en un tercio la de dióxido de carbono, de manera que el planeta se calienta, el nivel medio del mar se eleva y los océanos se acidifican.
La gran aceleración
Más tarde, las investigaciones del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno han permitido elaborar una lista aún más extensa de cambios inducidos por la acción humana sobre el planeta, identificando incluso algunos anteriores a la revolución industrial. Lo más relevante es que en 2004 y a comienzos de 2015 los trabajos que analizaban la evolución desde 1750 mostraban un hecho llamativo: un cambio espectacular en la magnitud y velocidad del impacto humano desde 1950 en adelante. El comienzo del fenómeno conocido como “La gran aceleración” marcaría el inicio del Antropoceno. Podría concretarse en el 16 de julio de 1945, fecha en la que tuvo lugar la detonación de la primera bomba atómica en Alamogordo (Nuevo México).
Los isótopos radioactivos liberados en dicha explosión llegaron a la atmósfera, dispersándose por todo el planeta, para luego ser fijados en los sedimentos o en los hielos de las regiones árticas o antárticas. Los científicos no tienen más que estudiar las anomalías radioactivas de los sedimentos recientes de cualquier parte del mundo, o del hielo de los casquetes polares, para encontrar la primera evidencia inequívoca del impacto de la actividad humana a escala planetaria.
La gran aceleración marca el inicio de un crecimiento sin precedentes del sistema socio-económico global, esto es, del componente humano del sistema Tierra. Y no convendría subestimar la escala y velocidad del cambio observado: en poco más de dos generaciones, la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica de ámbito planetario. Hay que plantearse si la gran aceleración puede proseguir de manera indefinida.