La geopolítica al rescate del petróleo
La reunión en Doha entre Arabia Saudí, Rusia, Venezuela y Qatar es un intento desesperado de frenar la caída del crudo
Un análisis de los términos del acuerdo suscrito permite concluir que se trata más de una escenificación de una voluntad de actuación que de una decisión firme y eficaz, capaz de reducir drásticamente el exceso de oferta que el mercado lleva experimentado durante más de ocho trimestres consecutivos y que en estos momentos puede cifrarse en cerca de 1,7 millones de barriles diarios (mbd). El mercado global del crudo tiene motivos sobrados para no sentirse impresionado por un movimiento interpretable como un intento desesperado de poner freno a la caída de los precios del crudo, buscando un suelo que permita el posterior rebote.
Irán e Irak disimularon con buenas palabras su firme propósito de seguir aumentando la producción de crudo
Uno de esos motivos es que tres de los cuatro protagonistas del acuerdo (Rusia, Venezuela y Qatar) ya estaban en enero bombeando al máximo, o casi, de sus posibilidades, por lo que congelar la producción en los niveles de esa fecha supone, en realidad, mantener la producción en cifras récord. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Rusia alcanzó en enero un nuevo máximo de la era postsoviética, cifrado en 11,22 mbd, mientras que Venezuela se situaba en 2,37 mbd y Qatar en 0,68 mbd. Por su parte, Arabia Saudí produjo a un ritmo medio de 10,19 mbd en enero, ligeramente por encima de los volúmenes de diciembre de 2015, pero todavía 2,05 mbd por debajo de su máxima capacidad.
Expectativas truncadas
Mantener la producción actual no va a hacer nada para evitar que los stocks globales de crudo sigan aumentando. En este sentido, la AIE se ha mostrado contundente en su último análisis: si la OPEP mantuviera plana su producción (el cartel bombeó en enero 32,63 mbd), las existencias crecerían a un ritmo de 2 mbd durante el trimestre en curso, para después descender a 1,5 mbd durante el segundo trimestre y a 0,3 mbd durante la segunda parte del año.
Sin duda, el mercado esperaba más de la reunión de Doha. Las expectativas generadas tras conocerse su convocatoria impulsaron inmediatamente al alza el precio del barril, pero la posterior difusión de la condicionalidad de los compromisos adquiridos enfrió los ánimos, haciendo retroceder de nuevo la cotización del barril. Con posterioridad, la volatilidad ha sido la tónica dominante en los mercados, pendientes de la posibilidad de que Irán e Irak se sumaran al acuerdo. Una opción que hoy por hoy parece lejana: en su respuesta, ambos países han disimulado con buenas palabras su firme propósito de seguir aumentando la producción.
El gobierno de Teherán no se ha recatado en manifestar su apoyo a la propuesta de los cuatro de Doha de congelar la producción, defendiendo al mismo tiempo el derecho que le asiste a aumentar la suya tras dejar atrás un largo periodo de sanciones comerciales impuestas a raíz del contencioso en torno al desarrollo de su programa nuclear. Irán comenzó a incrementar su producción a finales del año pasado, alcanzando los 2,99 mbd en enero (un máximo no logrado desde junio de 2012), y los planes del Gobierno son añadir otros 0,5 mbd en los próximos seis meses.
La coartada de Teherán
La postura de Irán parece crítica para el futuro del acuerdo de Doha. Algunas fuentes han destacado las declaraciones de un ministro iraní que afirmaba que su país congelaría la producción, pero solo después de que esta haya recuperado el nivel previo a las sanciones. Una declaración de intenciones que, en el caso de concretarse, echaría a perder el acuerdo, proporcionando a Arabia Saudí y Rusia una buena excusa para darlo por muerto y proceder a aumentar su producción —Venezuela y Qatar, que ya operan a tope, no podrían hacer lo mismo— culpando de ello a Irán.
Por su parte, Irak se ha limitado a dejar la puerta abierta a la cooperación, dando la bienvenida a cualquier intento de aumentar los precios del crudo pero sin comprometerse de momento a restringir su extracción de petróleo, que continúa aumentando paulatinamente, habiendo alcanzando en enero los 4,35 mbd. Irak ha sido excluido durante años de la gestión de la producción de la OPEP y no se siente obligado a adherirse a cualquier nuevo acuerdo, especialmente si dificulta el objetivo de aumentar sus exportaciones. Estas constituyen la única vía para intentar mejorar la calamitosa situación económica, social y política que atraviesa el país, fruto de pasados conflictos y de su actual confrontación con los yihadistas de Dáesh.
La rivalidad entre Riad y Moscú en la guerra de Siria puede dar al traste con este intento para reequilibrar el mercado
La principal noticia que se esconde tras el acuerdo de Doha es que, por primera vez desde noviembre de 2014, Arabia Saudí ha aceptado hablar en público de la posibilidad de restringir el suministro de petróleo. Algo que constituye un giro importante en la política de Riad y que ha sido interpretado como el resultado de la intervención política del príncipe heredero Mohamed bin Salmán al Saud. Pero existen además otros dos factores que pueden dar al traste con este primer paso para reequilibrar el mercado. Y los dos tienen que ver con Rusia.
El primero es la rivalidad geopolítica entre Arabia Saudí y Rusia en torno al conflicto de Siria. El segundo es que Moscú tiene un largo historial a la hora de animar a los productores de la OPEP a recortar el suministro en tiempos de precios bajos del crudo, comprometiéndose a hacer lo propio para finalmente incumplir el acuerdo. Así lo demuestra lo ocurrido durante los episodios de caída de precios de 1997-98, 2001-02 y 2008-09.
Rusia tendrá que convencer a los mercados de que esta vez va en serio. El Kremlin ha dejado en manos del ministro de Energía los comentarios sobre Doha, cuando solo una declaración del presidente Putin hubiera transmitido cierta credibilidad. A fin de cuentas, no está nada claro cómo el Gobierno de Moscú lograría que las petroleras congelaran su producción, particularmente en estos momentos en que la depreciación del rublo anima a los exportadores a maximizar sus suministros a un mercado que opera en dólares.