La fatiga del antihéroe
En su ensayo sobre la fatiga, Martí Peran propone tres vías para combatir de manera radical el cansancio de la vida actual
La fatiga, sostiene Peran, es consecuencia de un esquema de vida en el que la explotación del individuo ya no procede de otro. El sistema ha logrado que cada uno se explote a sí mismo, convenciéndonos de que la vida es un proceso de realización libre. Una libertad que tiene un límite: dejar de realizarse de forma productiva. De ahí la fatiga que supone una búsqueda constante de la autorrealización, acompañada de un inevitable fracaso.
La fatiga no es solo agotamiento. Es la conciencia de esa propia fatiga y de su carácter insalvable. Estamos condenados a construirnos en proyectos que se agotan y que exigen nuevos proyectos. A la vez, el sujeto tiene que autorrealizarse y publicitar constantemente su autorrealización como forma de mostrar su presencia en el mundo.
Es llamativa la influencia, tanto en Han como en Peran, del movimiento situacionista, que tuvo su momento de máximo esplendor en torno a 1968 y rebrotó ligeramente en los primeros años de este siglo. El situacionismo defendía que el hombre de la antigüedad se centraba en el ser (principal problema filosófico clásico), mientras que el de la modernidad había acabado por definirse en el tener. El hombre de hoy, en cambio, solo es en la medida en que aparece, se muestra en público, publica: sea un libro o un selfie.
Como el problema de la fatiga no es unidimensional, la solución no puede ser solo el reposo. La solución no es el derecho a la pereza de Paul Lafargue, yerno de Marx. Antes de que el individuo busque por sí mismo una respuesta, la sociedad de la explotación le da dos: una de tipo discursivo, cuya expresión más concentrada son los libros de autoayuda, y otra de tipo técnico: pastillas y otros fármacos. El objetivo es conseguir que el cuerpo se sobreponga y siga siendo productivo.
Peran propone una triple vía: descubrir los elementos comunes con los otros, suspender el hacer perpetuo y elucubrar sobre la muerte. Dice algo casi como de pasada y que resulta definitorio: el hombre actual ya no es héroe ni pretende serlo. Sus decisiones son cada vez más mínimas, cotidianas. Y ha asumido ese papel de ser anónimo, como forma de no ser.
Martí Peran
Hiru, Hondarribia, 2016, 102 págs.