Gibraltar, paraíso militar
En el Estrecho hay continuas maniobras navales, a veces con submarinos nucleares, y circulan 120.ooo cargueros al año
Pero los percances de submarinos nucleares que buscan auxilio en el puerto de Gibraltar no son la única ni quizá la más importante amenaza. Toda la zona destaca por ser una aglomeración militar en permanente ejercicio, escrutada siempre por las redes de espionaje electrónico, apuntada por las plataformas de misiles rusas y, desde el nacimiento del yihadismo, marcada en los mapas del terrorismo internacional como posible objetivo.
Autopista peligrosa
Lo primero que llama la atención del observador es esa acumulación de riesgos. Dicho de una manera gráfica, es como si un tanque se pusiera a hacer maniobras en mitad de una autopista a la hora de mayor tráfico. Porque eso es el estrecho de Gibraltar, una enorme autopista marina por la que circulan al año unos 120.000 buques, muchos de ellos cargados con mercancías peligrosas. En ella, buques militares hacen maniobras casi continuas y no pocas veces utilizando submarinos nucleares. En la historia del Estrecho ha habido muchos accidentes entre buques, tanto civiles como militares. En enero de 2012 se produjo un choque entre un ferri que se dirigía a Ceuta con casi 200 pasajeros y el mercante New Glory, que transitaba en dirección al Mediterráneo. En diciembre de 2007 fueron un petrolero con 39.000 toneladas de crudo y un mercante los que colisionaron. Afortunadamente, el más dañado no fue el petrolero, sino el New Flame, cargado de chatarra, que quedó semihundido en la bahía de Algeciras. En 2006 fueron los buques de pasajeros Atlas y Avemar II.
Cuatro países se disputan el control de este lugar en el que hay tres bases: Rota, Gibraltar y Ksar Seghir
Solo el Canal de la Mancha supera a Gibraltar en tránsito. La vigilancia de dos torres de control marítimo, una en Tarifa y otra en Tánger, pueden con la intensidad del tráfico, pero no con los movimientos imprevistos de naves militares que además se ejercitan en el camuflaje.
La peculiaridad de Gibraltar es su carácter de encrucijada entre dos continentes, frontera entre el mundo pobre y el rico, lugar de paso entre Occidente y Oriente, el camino más corto para llegar al golfo Pérsico, canal por el que fluye a España el gas de Argelia y Marruecos, trasiego de cinco millones de contenedores al año, potencial punto de roce entre el islamismo y el cristianismo…
Por eso hay cuatro países disputándose el control este espacio de apenas 14 kilómetros que separan las dos orillas: Marruecos, Reino Unido (Gibraltar), Estados Unidos (base de Rota) y España. Esa es la importancia estratégica del lugar y explica la presencia sobre el escenario de tres bases militares (Rota, Gibraltar y Ksar Seghir, cerca de Tánger). España mantiene en la zona cuatro dispositivos de control, el Centro de Operaciones del Mando de Artillería de Costa (COMACTA), el Sistema Integral de Vigilancia del Estrecho (SIVE), el Sistema Santiago de captación de señales electromagnéticas, que depende directamente del Estado Mayor de la Defensa, y el Centro de Coordinación y Salvamento de Tarifa.
Sin seguridad nuclear
La continua presencia de submarinos nucleares británicos (y estadounidenses y rusos, aunque más discreta) es consustancial con esa importancia militar. De manera regular, sus unidades navales y aéreas hacen maniobras de adiestramiento en la zona, principalmente porque disponen en la Roca de una base de apoyo doblemente privilegiada: porque en ella no rige la mayoría de los compromisos internacionales sobre seguridad nuclear firmados por Reino Unido y porque tiene una climatología idónea para el adiestramiento a lo largo de todo el año, tanto en el mar como en el aire. Todo lo contrario que en el Canal de la Mancha.
Reino Unido se ha cuidado mucho de exceptuar la aplicación en Gibraltar de cada convenio internacional que firmaba sobre protección de materiales nucleares, sobre responsabilidad civil por daños nucleares, sobre notificación de accidentes en instalaciones de este tipo de energía o sobre transporte y almacenamiento de minas antipersona, entre otros muchos acuerdos. Según Ángel Liberal Fernández, autor del libro Gibraltar, base militar (Civitas Ediciones, 2009), más de 20 convenios internacionales contienen una cláusula de excepción referida a la colonia. Su puerto está clasificado como Z en los protocolos de seguridad, por lo que en 2000 no estaba autorizado a realizar la reparación del Tireless, que requería la consideración de X. El inconveniente se solventó mediante una revisión exprés de categoría.
Esas claves, junto con el aval determinante de Estados Unidos, explican la firmeza de Londres ante las protestas de España cada vez que surge un problema con el atraque en la colonia de un submarino nuclear. Y no son pocos desde la polémica reparación del reactor nuclear a que fue sometido el Tireless de mayo de 2000 a mayo de 2001. Entre 70 y 100 escalas técnicas o por averías de este tipo de naves se habrían producido desde entonces. El número exacto es imposible saberlo porque las unidades militares no están obligadas a dar información sobre sus misiones.
Reino Unido y EE.UU. disponen a su antojo en Gibraltar de una base naval de 4.250 metros de atraque
La filosofía de Londres sobre el uso militar de su colonia es que al formar España parte de la estructura militar de la OTAN ya tiene acceso a toda la información que precise. Reino Unido ha insistido siempre en pedir a Madrid flexibilidad para aceptar sus misiones argumentando que los buques en la zona se desplazan en calidad de unidades de la OTAN y, como tales, actúan también en defensa de los intereses de España. En su último compromiso, Londres prometía a España notificarle de inmediato cualquier accidente, no descargar material nuclear en la colonia y tomar las mismas medidas de seguridad previstas en los puertos británicos. Bajo esas premisas, España tiene poco margen de maniobra para defender su oposición al uso de la colonia por el Ejército británico. Tampoco le quedó más remedio en 1999 (fecha de incorporación de España a la estructura militar de la OTAN) que levantar las restricciones de paso que imponía a todos los barcos y aviones que tuviesen destino o procediesen de Gibraltar. El desmantelamiento del centro de mando GIBMED, que conllevó la incorporación, fue solo un lavado de cara porque el control del Estrecho sigue en manos británicas y estadounidenses.
Espionaje electrónico
No obstante, Gibraltar ha perdido mucho peso como enclave militar si se entiende este en su sentido tradicional de despliegue de armamento y unidades militares. Luis Romero, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Cádiz y periodista experto en los movimientos de los militares en Gibraltar, cita como dato revelador que en los años 80 el “cheque militar” de Gibraltar suponía el 80% del PIB de la colonia, mientras ahora está por debajo del 10%. También es cierto que al amparo de su casi nula fiscalidad, la colonia ha conquistado para su PIB espacios en el mundo de los negocios que ni podía soñar en aquellos tiempos: sociedades offshore, seguros, juegos on line…
Pero la guerra, o su prevención, ya no se hace como antes. La revolución tecnológica y la rapidez del transporte militar explican, entre otras cosas, la reducción de efectivos humanos y de armas en Gibraltar. En 1993 había estacionados en la colonia 1.300 soldados ingleses, frente a menos de 500 que hay ahora. Fue sede del cuartel general de las fuerzas armadas de Gibraltar, que incluía un regimiento, el batallón Royal Green Jackets, una unidad de ingenieros y una batería de artillería. Todo ha sido prácticamente desmantelado. El Comander British Forces está mandado por un comodoro en vez de por un vicealmirante, como antaño, y el Royal Gibraltar Regiment tiene al frente a un teniente coronel. La fuerza naval cuenta con dos patrulleras de 16 metros y tres lanchas semirrígidas.
A cambio, Gibraltar ha adquirido importancia en el terreno del espionaje electrónico. Los datos conseguidos por el Centro de Datos Marítimos (MDC) y por los expertos de la red Echelon sirven por igual a las inteligencias británica y estadounidense. Desde que surgió el fenómeno yihadista, el espionaje se ha vuelto imprescindible para velar por la seguridad global. Poco se sabe sobre los abundantes dispositivos de seguimiento y escucha desplegados en lo más alto del Peñón. Apenas se cuenta que son capaces de interceptar las conversaciones telefónicas y mensajes entre los dos continentes. Pocos dudan de que haya algo que escape a los ojos y a los oídos escrutadores de Gibraltar.
EE.UU., a dos bandas
Los estadounidenses juegan con dos barajas en el conflicto del Estrecho. Por un lado, apoyan sin fisuras a los ingleses en el uso militar de la Roca y, por otro, amplían el convenio con España para el uso de las bases de Rota (situada en el extremo occidental del Estrecho) y Morón de la Frontera (Sevilla). En Rota, a petición de los países europeos integrados en la OTAN, ha desplegado un escudo antimisiles mediante cuatro destructores con sistema de combate Aegis, equipados con misiles interceptores, y más de mil marines. Además, el renovado convenio bilateral de defensa prevé el estacionamiento de hasta 3.000 soldados en Sevilla, con 12 aviones-helicópteros V-22 Osprey de gran capacidad para intervenciones rápidas en África y Oriente Medio.
En definitiva, británicos y americanos tienen en Gibraltar, por encima de otras cuestiones, el interés de disponer a su antojo de una base militar de primer orden y un puerto de 4.250 metros de atraque. Unas autoridades locales obedientes a los dictados de Londres y encantadas de recibir unidades militares, nucleares o no, averiadas o en perfecto estado, pero que sirvan para subrayar ante España su importancia estratégica. Los británicos tienen un espacio privilegiado de escala y refugio a 1.000 millas de la metrópoli y fuera de los compromisos de los tratados internacionales. Paraíso de armas. Los estadounidenses la tienen a un paso de los mayores pozos de petróleo del mundo y, por tanto, en primera línea de un potencial foco de conflictos. Eso relativiza todas las otras vertientes, ya sea el anacronismo de su carácter de colonia, ya sea su papel de paraíso fiscal. Lo que les interesa es sostener a toda costa su atributo de paraíso militar.
Submarinos emboscados
El Gobierno español tiene constancia, vía OTAN, de todas las misiones efectuadas por los submarinos británicos, pero se queja de la tardanza en ser informado directamente por Londres de incidentes como el de la semana pasada. El choque del submarino Ambush (Emboscada) ha obligado a Londres a pedir disculpas, pero persiste la tardanza y, sobre todo, la parquedad de datos sobre las circunstancias del percance. Los únicos datos son que el submarino chocó contra un mercante. La versión oficial es que el siniestro ocurrió a las 13:30 cuando el Ambush salía a la superficie y que los daños sufridos en la vela (torreta) son de poca importancia.
Sin embargo, la información llegó a Madrid siete horas más tarde (20:30) y el buque arribó a Gibraltar aún más tarde, a las 21 horas. La hora de entrada en puerto hace pensar que el choque se produjo lejos de la colonia, posiblemente en aguas internacionales del mar de Alborán, frente a Almería, donde se ensancha el estrecho. Es un enclave muy frecuentado por los británicos en sus maniobras de entrenamiento.
El submarino Ambush amarrado en Gibraltar. JORGE GUERRERO / AFP ( GETTY
La otra hipótesis, apuntada por el Times, es que el encontronazo no se produjera en el momento de emerger, sino cuando navegaba camuflado debajo del mercante, una práctica muy extendida en este tipo de maniobras. Eso explicaría que el daño se produjera en la torreta y no en la proa, que es lo primero que sale a la superficie en la maniobra normal de emerger. En las aguas del estrecho de Gibraltar se producen fuertes remolinos como consecuencia del encuentro de mares de tan distinta densidad (por dispar salinidad) como son el Atlántico y el Mediterráneo. La explicación del Times es que al mando del sumergibles iba un comandante principiante en prácticas bajo supervisión de otro veterano. Esta versión es verosímil para Luis Romero. Recuerda que en los años 70 le ocurrió algo parecido a un submarino soviético que navegaba camuflado bajo la quilla de un mercante de la URSS. Como los estadounidenses y británicos, los barcos de guerra de la Unión Soviética eran habituales en el lugar, lo mismo que ahora los de Rusia. Romero sostiene que aprender a navegar debajo de un mercante o de un pesquero que ofrece cobijo es imprescindible para sortear los miles de sensores que americanos y británicos tienen sembrados por todo el fondo del Estrecho.
Gibraltar recibe de forma oficial y frecuente submarinos de propulsión nuclear, aunque no dotados de armas nucleares. Estos últimos, catalogados como armas estratégicas, nunca emergen a lo largo de sus misiones para evitar su seguimiento. Es probable que esas naves frecuenten el Estrecho, pero sin dejar rastro. Son submarinos de los que solo se conoce su base y que permanecen entre 30 y 90 días en inmersión. El Ambush es un submarino de la clase Astute, mientras que el jubilado Tireless lo era de la clase Trafalgar, desplaza 7.400 toneladas y está equipado con misiles de crucero Tomahawk con capacidad de alcance entre 1.000 y 1.500 kilómetros, torpedos Sparfish y minas.