Europeos contra Europa
El primer ministro británico puede enfrentarse este mismo año a un referéndum que amenaza con acabar con su carrera política, además de dejar seriamente maltrecho el proyecto de la Europa unida. Los errores cometidos por la Unión desde el inicio de la crisis financiera justificaban sobradamente una reconsideración tanto de sus políticas como de los mecanismos de toma de decisión, en los que los países grandes han recurrido en exceso a soluciones no contempladas en los Tratados que han perjudicado a los medianos y pequeños. El resultado ha sido un clima creciente de hostilidad hacia la Unión en el que han venido a coincidir temores con agravios, y ambos, en fin, con viejos prejuicios contrarios al proyecto de integración. Estos últimos han sido tradicionales en la posición de Reino Unido, y, en particular, en el partido conservador, que ha visto en las dificultades actuales de la Unión una coyuntura favorable para adoptar iniciativas largamente pospuestas.
Solo que el hecho de que la coyuntura sea favorable a las iniciativas euroescépticas no quiere decir que lo sea también para quien las promueve, ni siquiera en Reino Unido. Con la propuesta del referéndum, los conservadores británicos han desencadenado una dinámica en la que ninguna concesión de los socios, ningún documento —ni siquiera el elaborado por el presidente Donald Tusk— será nunca suficiente para los partidarios de la salida, al tiempo que, en el plano europeo, puede acarrear importantes retrocesos en la integración.
Para la Unión, así como para cada uno de sus miembros, el horizonte que perfila el referéndum británico no es reconfortante, y eso tanto en el supuesto de que Reino Unido permanezca como en el de que abandone. Los partidarios de renacionalizar la política europea, desde la ultraderecha a la ultraizquierda, interpretan la convocatoria de los británicos a las urnas como un primer paso que legitima. Lo único en lo que hay que concederles la razón es en que la Europa unida no puede construirse ni avanzar en contra de la voluntad de los europeos. Pero es que lo que el referéndum británico está poniendo encima de la mesa es la naturaleza de los argumentos ofrecidos a los europeos para que conformen una voluntad contra Europa. El hilo conductor que va desde el rechazo de los refugiados a la discriminación de los nacionales comunitarios en Reino Unido, pasando por los discursos contra la inmigración, no constituyen una simple alternativa a las políticas de la Unión, sino que están inspirados por ideologías contra las que, precisamente, la Unión pretendió ser un antídoto.