En busca del nuevo Chillida-Leku
Es el resultado de cincuenta años de trabajo de uno de los artistas españoles más influyentes del siglo XX, alberga cuarenta esculturas al aire libre, cientos de dibujos y grabados y fue ideado como una obra de arte en sí misma por su creador, el escultor donostiarra Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002). El Museo Chillida-Leku, el espacio que componen el caserío Zabalaga de Hernani (Guipúzcoa) y sus verdes terrenos, fue durante dos décadas el sueño del artista del hierro. Allí recopiló todo su legado artístico, y en 2000 abrió sus puertas para exponer al público su colección privada, reunida por él y por su esposa, Pilar Belzunce, durante décadas.
El caserío Zabalaga, sede del espacio, fue adquirido por Chillida en 1982 con la inteción de albergar allí su obra
Las visitas, en cambio, solo se pudieron mantener durante diez años. El 1 de diciembre de 2010 la familia Chillida, que controla en exclusividad la sociedad limitada que gestiona el museo, anunciaba el cierre al público del museo para ese mismo mes. Habían fracasado las conversaciones entre la familia y las administraciones vascas para encontrar la viabilidad económica del centro. La negociación se paralizó durante tres años, de 2011 a 2014. Pero la proximidad de la inauguración de San Sebastián como capital europea de la cultura en 2016 ha hecho que el contacto se haya retomado. Si bien ninguna de las partes quiere dar detalles de esas conversaciones, desde el Gobierno vasco llevan semanas explicando que están avanzadas, por lo que el acuerdo podría ser inminente. El caserío Zabalaga, sede del museo, fue adquirido por Chillida en 1982. Desde entonces el artista quiso convertir el edificio y sus alrededores en el espacio que albergara toda su trayectoria. Para que quedaran reflejadas todas las etapas de su obra, tuvo incluso que comprar varios de sus trabajos a museos y salas de exposiciones de todo el mundo. Zabalaga es una construcción característica del País Vasco, construida en el siglo XVI y situada a cinco minutos en coche del centro de San Sebastián, en la localidad de Hernani. El propio escultor vivió en ese municipio durante los años cincuenta, tras regresar de París, y fue en los talleres de ese pueblo donde comenzó a experimentar con hierro, uno de los materiales más importantes de su trabajo. Durante veinte años el artista vació el caserío y lo convirtió en una obra de arte. En su interior jugó con la luz y la perspectiva, como hacía con sus esculturas. También aprovechó el paisaje de sus terrenos —unas tres hectáreas— para situar algunas de sus mejores obras entre prados y bosques.
“Eduardo Chillida se enamoró de ese lugar, compró la finca y la diseñó como un espacio para sus obras. No lo hizo con el objetivo de que eso fuera un museo. Simplemente hubo un momento en el que a la familia se le animó a abrirlo al público, y por eso se hizo. Pero Zabalaga nació como lo que es hoy en día: un espacio para albergar la obra de Chillida, no un museo”, argumenta ahora una portavoz de Chillida-Leku. Cuatro años después del cierre al público, el aspecto de los terrenos que rodean al caserío es impecable. El césped está perfectamente cortado y las esculturas mantienen todo su esplendor. Desde el museo explican que el centro sigue siendo la sede la Fundación Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, y recalcan que de lunes a viernes “hay gente trabajando” en la elaboración del catálogo razonado del museo y realizando labores de mantenimiento. “En realidad el museo está abierto, lo que ocurre es que no funciona como antes. Pero quien quiera visitarlo puede hacerlo enviando un correo electrónico y solicitando la entrada”, apuntan.
El museo
En septiembre de 2000, cuando se abrió al público, la entrada ordinaria al museo costaba 850 pesetas (5,10 euros). En 2010, cuando se cerró, el precio ascendía a 8,50 euros. Hasta entonces habían paseado por sus terrenos más de 800.000 personas. Era el museo más visitado de Guipúzcoa y uno de los primeros del País Vasco. Pero las cuentas no cuadraban. La familia argumentó que el museo atravesaba por una situación de “déficit recurrente” que se había visto agravada por la crisis económica. Las autoridades vascas y guipuzcoanas trataron entonces de llegar a un acuerdo con la familia para evitar el cierre con algún tipo de ayuda pública, o incluso con la adquisición del museo por parte del Gobierno vasco. Las administraciones llegaron a suscribir una serie de compromisos con la familia, por si el centro llegaba a ser algún día de titularidad pública. No hubo vuelta atrás. En marzo de 2011 los Chillida hacían público un comunicado anunciando el cierre al público “definitivo” y el despido de sus veinte trabajadores. Daban portazo a la negociación que mantenían hasta entonces con el Ejecutivo vasco, en manos del PSOE. No había garantías, según ellos, de que si la familia dejaba de ser la gestora única del centro se respetaran esos compromisos suscritos por las administraciones vascas —Gobierno vasco y Diputación de Guipúzcoa— en 2009: la “unidad permanente de la colección en los actuales terrenos”, que no se puedan “incorporar a este espacio obras de otros artistas”, y el derecho de veto de la familia “a lo que afecta a la salvaguarda de la obra y de la imagen de Chillida”. La extensa familia —Chillida tuvo ocho hijos— negó en todo momento que se tratara de un desacuerdo por la tasación de las obras, e insistió en que la falta de consenso tuvo que ver con la divergente concepción del museo que tenían ambas partes. Ellos abogaban por mantener la esencia del centro como espacio monográfico de Eduardo Chillida y como una obra en sí misma. El Gobierno vasco buscaba fórmulas de rentabilidad que lo hicieran viable económicamente, aunque para ello tuvieran que abrir las puertas a otros artistas.
Las negociaciones para reabrirlo al público y recuperarlo como museo fueron retomadas en 2014
Las negociaciones para reabrirlo al público y recuperarlo como museo se retomaron en 2014. La marcha de las conversaciones es, no obstante, un secreto bien custodiado por las dos partes. Un portavoz de la Consejería de Cultura del Ejecutivo autonómico insiste en que la “negociación se está llevando con discreción” porque es “lo acordado” con la familia. Desde el museo apuntan que “no se puede hablar” del futuro modelo de gestión del centro, si bien remarcan que “de lo único que se negocia es de si lo adquiere el Gobierno vasco o no”. Y la organización Donostia-San Sebastián 2016, institución encargada de organizar la capitalidad cultural, considera que “es mejor no opinar” al respecto, aunque su director general, Pablo Berástegui, aseguró en una entrevista en El País que “sería muy triste una capital europea de la cultura con Chillida-Leku cerrado”.
La dimensión política
En una comparecencia parlamentaria el pasado octubre, la consejera vasca de cultura, Cristina Uriarte, señalaba que “el objetivo del conjunto de la sociedad vasca” es que se reabra el museo, aunque reconoció que para ello es necesario que las instituciones públicas lo compren. “Ese es el eje principal de la negociación sobre Chillida-Leku: en qué condiciones se produciría el salto de una organización privada a una pública. Y si esas condiciones afectan al propio concepto de Chillida-Leku”, apuntó durante su intervención ante la Comisión de Cultura del Parlamento Vasco. Sobre la negociación, Uriarte señaló que en una primera reunión mantenida con los Chillida “se decidió organizar el tema en tres fases”, ya que “así lo propuso la propia familia”.
La primera fase implicará decidir “qué se va a comprar”, si se incluyen todos los terrenos y obras o si la familia se queda con parte de esa colección privada. A continuación se pondría encima de la mesa “qué modelo de sociedad” es la que se elige para Chillida-Leku. Es decir, es en el propio concepto de museo en el que radican las principales diferencias. Finalmente se abordará “el asunto económico”. Uriarte no especificó en qué fase se encontraba la negociación en ese momento, justificándose en que se había suscrito un “acuerdo de confidencialidad” con los propietarios del museo, al que siguen aduciendo hoy ambas partes. “La discusión social no sirve de ayuda en unos momentos en los que es tan necesario mantener un ambiente de mutua confianza”, argumentaba. A pesar del hermetismo sí ha trascendido parte del contenido del informe sobre la viabilidad de Chillida-Leku elaborado por la prestigiosa empresa Lord Cultural Resources para el Ejecutivo que preside el lehendakari Iñigo Urkullu. Se trata de un texto que ha costado a las arcas públicas 17.980 euros. El documento está encima de la mesa de las negociaciones con la familia Chillida, y se perfila con la intención de llegar a un consenso antes de 2016.
A pesar de que desde distintos grupos políticos han pedido al Gobierno vasco que explique esa propuesta pagada con el dinero de los contribuyentes, el equipo de Urkullu siempre se ha negado haciendo referencia a ese “acuerdo de confidencialidad” suscrito con los actuales dueños del caserío Zabalaga. Lord Cultural Resources realiza una propuesta que se ajusta a las exigencias de los Chillida, a tenor de la presentación que del informe hizo en el Parlamento vasco el viceconsejero de Cultura, José Ángel María Muñoz. Plantea un espacio alejado de la concepción tradicional de los museos. Presenta Chillida-Leku como una obra en sí misma y considera que el conjunto de las esculturas expuestas conforman una unidad indivisible. Con esta concepción se evitaría, por un lado, que las obras se cedieran a otros museos. Y, por otro, se impediría que se incorporaran obras de otros artistas, como exigen los propietarios actuales a las administraciones vascas. La apertura al público tampoco sería la de un museo al uso. La consultora contempla que Chillida-Leku abra sus puertas de una manera “variable o intermitente” en función de la afluencia de visitantes y de las épocas del año con más turistas en el País Vasco.
El nuevo museo
Todo ello supondría una importante reducción en gastos de personal en relación al modelo que mantuvo abierto el museo entre 2000 y 2010. La estructura sería más flexible. En cuanto a la financiación, lo que se contempla es la adquisición del espacio por parte de las administraciones públicas. Pero además de la financión pública, Lord Cultural Resources abre la puerta a los patrocinios y mecenazgos privados, y contempla que los terrenos de Chillida-Leku puedan ofertarse como espacios para la celebración de eventos privados. Con todo, la consultora calcula que el museo registraría un déficit de explotación anual de 392.000 euros, lejos de los 600.000 que contabilizó el centro el año de su cierre al público. La búsqueda de una nueva concepción alejada de las estructuras tradicionales también se está dando en otras instituciones culturales españolas castigadas por la crisis económica. Belén Elisa Díaz, artista, economista y directora del Máster en Economía Creativa, Gestión Cultural y Desarrollo de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, asegura que “se ha producido un replanteamiento en la concepción de los museos en los últimos años, que se han convertido en instituciones más abiertas”. “Los museos están dejando de ser únicamente para la exposición y se están convirtiendo, también, en espacios de reflexión”, apunta. La crisis “ha demostrado que el sistema estaba obsoleto”, también desde el punto de vista de la concepción de los museos.
En 2008, año del estallido de la crisis, existían en España 1.455 museos o colecciones museográficas. Los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que a pesar de la situación económica ese tipo de instituciones no solo se han mantenido, sino que se han incrementado. En 2012 —último año del que se dispone de datos— los centros ascendían a 1.464 en todo el territorio. El consumo de este tipo de bienes culturales tampoco ha dejado de crecer a pesar de la crisis. De 2008 a 2012, los visitantes estimados a los museos españoles crecieron en 2.955.330, alcanzando los 59.020.700 en total. Díaz considera que este aumento “puede explicarse porque los ciudadanos ya no solo acuden a los museos por ocio”. La crisis ha provocado que los visitantes busquen “lugares de reflexión y de encuentro consigo mismos, en la búsqueda de nuevos valores”, ha dicho. “El consumidor cultural hoy es también un creador de contenidos y el museo hoy debe ser un lugar de encuentro, reflexión y experiencias”, concluye.