21/11/2024
Ciencia

El ser humano busca su origen

Un reciente descubrimiento demuestra que los cruces entre neandertales y sapiens comenzaron mucho antes de lo que se pensaba

Roger Corcho - 04/03/2016 - Número 24
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El ser humano busca su origen
SUSANA BLASCO
Hace decenas de miles de años se produjeron furtivos encuentros sexuales entre neandertales y sapiens. Los genetistas, paleontólogos y antropólogos llevan años reconstruyendo, fósil a fósil, la historia de esta tortuosa pasión amorosa. En el ADN de la mayoría de humanos actuales hay genes de origen neandertal —aunque menos del 3% del genoma humano— que saltaron de una especie a otra.

Hasta ahora se sabía que hace 50 mil años ya se habían producido encuentros sexuales e hibridaciones entre ambas especies, cuando con la última migración de los sapiens de África se toparon con grupos neandertales europeos. Nosotros formamos parte de la descendencia nacida de tales encuentros. La investigación publicada el 25 de febrero de este año en la revista Nature ha puesto de manifiesto que el entrecruzamiento entre ambas especies había empezado mucho antes. Hace 100 mil años, un grupo de sapiens ya emigró de África hacia Asia. En Oriente Medio se encontraron con grupos de neandertales con los que concibieron un buen número de vástagos. Uno de sus descendientes, una joven neandertal, murió en una cueva situada en el macizo de Altái (donde confluyen Rusia, Mongolia, China y Kazajistán). El análisis genético dirigido por el español Sergi Castellano —del  departamento de genética evolutiva del Instituto Max Planck— ha concluido que en su ADN había genes de origen sapiens. Las implicaciones de este descubrimiento son numerosas y muy interesantes.

Sexo entre especies

Hasta este momento, solo se había podido detectar ADN neandertal en humanos, pero no a la inversa. Carles Lalueza-Fox, investigador del CSIC en el Instituto de Biología Evolutiva, en Barcelona, y participante en este estudio, explica a AHORA que “en este caso la señal de flujo genético es en sentido contrario a la ya conocida anteriormente. Hay un 1 o un 2% de genes humanos modernos en el neandertal de Altái”.

Estos encuentros sexuales entre individuos de diferentes especies —conocidos desde hace unos seis años— tuvieron que ser necesariamente esporádicos porque la incidencia en el genoma es pequeña. Sin embargo, si se piensa que solo se considera que dos ejemplares son de la misma especie si pueden concebir descendencia, esto significa que o bien los sapiens y los neandertales no pueden procrear —lo que es palmariamente falso—, o bien la noción de especie no es tan evidente al fin y al cabo.

Hubo al menos dos oleadas de sapiens que habrían salido de África con decenas de miles de años de diferencia

“Actualmente no hablamos de especies diferentes sino de grupos humanos, unos arcaicos y otros modernos, separados geográficamente muchos miles de años pero aún muy parecidos genéticamente, lo que les permitió tener descendencia cuando se encontraron”, explica a AHORA Sergi Castellano. Por su parte, Lalueza-Fox afirma que “tenemos señales genéticas de que los híbridos no eran tan viables: por ejemplo, el cromosoma X de los humanos modernos está casi vacío de fragmentos neandertales y esto es señal clara de que los machos híbridos probablemente eran infértiles o tenían menos fertilidad”. Este detalle podría explicar que los restos de ADN de una especie en la otra sean tan reducidos. Para Lalueza-Fox, la noción de especie puede ser útil, pero no cree que se corresponda con nada que se encuentre en la realidad.

Gregory Cochran, profesor de la Universidad de Utah, ha declarado sobre esta misma cuestión para AHORA: “Hubo científicos que creyeron que los neandertales eran una especie separada porque sus esqueletos se distinguían con facilidad del de los humanos modernos. Sin embargo, su problema fue confundir el concepto morfológico de especie (distinguible) con el concepto biológico de especie (que no permite el apareamiento). Si dos poblaciones no pueden aparearse en absoluto, es razonable considerar que forman parte de especies diferentes. Para grados menores de diferencia, depende del criterio que se quiera emplear. Puede depender de la pregunta a la que trates de responder”.

África como origen

Desde hace más de 20 años, el modelo que los paleontólogos y antropólogos manejan para explicar el origen del ser humano moderno se  conoce como la teoría Fuera de África (un nombre que se toma prestado de la película Out of Africa, estrenada en España como Memorias de África). Según este modelo, distintas oleadas migratorias de homínidos surgieron de África y se extendieron por el globo. En la última migración de Homo sapiens, estos reemplazaron a los ejemplares de especies más arcaicas como erectus y neandertales que ocupaban esos territorios.

La constatación de la hibridación no encaja en el modelo. Chris Stringer —una de las actuales eminencias científicas en el campo de la evolución humana—afirma que el modelo Fuera de África sigue siendo, a pesar de todo, el más adecuado para explicar los datos, aunque necesite de una adaptación. “Es necesario modificar la teoría Fuera de África en cierto grado, dado que toda la gente que no habita en África tiene ancestros neandertales (en un porcentaje bajo), mientras que gente de Australia y Nueva Guinea también tienen ancestros (de los que procede el 5 % de su ADN) de otro grupo arcaico que vivió en Asia del este, los denisovanos”. Jefe de investigación en el Museo de Historia Natural de Londres, Stringer defiende que “la vasta mayoría de los antepasados de la humanidad se originó de una oleada surgida de África. O eso es lo que parece por los datos que se conocen en la actualidad”. Por esa razón, su conclusión es clara: “Según mi visión, el Origen Africano Reciente —nombre que Stringer prefiere para denominar el modelo— sigue siendo el más apropiado”.  El entrecruzamiento —y no la sustitución limpia de una especie por otra, tal como se proponía originariamente— sería la gran novedad que habría que añadir a esta concepción.

Para Lalueza-Fox, este entrelazamiento de especies pudo tener una ventaja evolutiva para los sapiens: “Algunos de los genes arcaicos contribuyeron a una adaptación más rápida de las poblaciones que salían de África a latitudes más elevadas —explica—.  Los neandertales llevaban casi medio millón de años adaptados a condiciones climáticas más frías, de modo que sus genes podrían resultar beneficiosos para los humanos modernos”. Cochran, por su parte, puntualiza: “Aunque algunos genes de neandertal fueron aparentemente útiles y se tornaron muy comunes, la mayoría de ellos han disminuido en frecuencia desde la época en que se produjo la mezcla. Aparentemente son suficientemente diferentes como para que no encajen bien dentro de los modernos humanos”. Los entrecruzamientos no cuestionan el modelo Fuera de África, pero introducen matizaciones importantes.

Al menos, dos excursiones

Este descubrimiento viene a constatar que en realidad hubo al menos dos oleadas de sapiens que habrían salido de África con decenas de miles de años de diferencia. Castellano considera que este es el aspecto más interesante que pone de relieve su trabajo: “Demostramos que los humanos modernos salieron de África no una vez, sino como mínimo en dos ocasiones. Primero una población desconocida hasta ahora hace ya 100 mil años, posteriormente, hace unos 50 mil años, surgieron nuestros ancestros (de los humanos actuales no africanos). En ambas ocasiones se encontraron con neandertales: en la primera ocasión, con los neandertales asiáticos; en la segunda, con los europeos”.

Sobre esta primera oleada migratoria había pocas evidencias, y se ignoraba su penetración e influencia. Para Lalueza-Fox ahora empieza a conocerse mejor su trayectoria: “Aunque se sabía por el registro fósil que en la zona de Oriente Próximo había restos de humanos modernos arcaicos en Qafzeh y Skhul y restos de neandertales arcaicos en Tabun que tienen 100 mil años de antigüedad, se creía que esta hipotética primera salida de África no había llegado más allá y no había tenido por tanto consecuencias evolutivas. El reciente descubrimiento de dientes de humanos modernos en Daoxian (China), cercanos a esta fecha, indica que esto no fue así”.

Tal como sigue explicando, “aunque no entraron en Europa, estos primeros humanos modernos sí se expandieron por el sudeste asiático y en algún punto se cruzaron con neandertales. Sin embargo, los dos neandertales estudiados del oeste (El Sidrón en España y Vindija en Croacia) no muestran señales de dicha hibridación”. Esto es así porque hace 100 mil años los neandertales de Asia Central habían quedado aislados del resto por el aumento del mar Caspio. Lalueza-Fox concluye que “estas hibridaciones muestran una cierta heterogeneidad genética entre los neandertales y también entre los humanos modernos”.

No pienses en razas

Nicholas Wade, periodista científico de The New York Times, publicó el libro Una herencia incómoda (Ariel, 2015), en el que expone la necesidad de recuperar la noción de raza para la biología. Además de ser un término apestado —el nazismo contribuyó significativamente a ello—, para la comunidad científica se trata de una noción innecesaria, a pesar de que la hibridación de sapiens con otras especies humanas podría dar una nueva base a esta idea. “Las diferencias entre poblaciones humanas son mínimas. El concepto de raza es erróneo”, asegura con contundencia Sergi Castellano. Para Stringer, los entrecruzamientos tampoco permiten sostener ningún tipo de clasificación por razas: “Personalmente, no creo que el entrecruzamiento sea relevante para la cuestión de las razas en humanos modernos. Los seres humanos, claramente, muestran variaciones regionales y diferencias, pero estas no se corresponden con ninguna categoría de raza que sea útil”.

Para Lalueza-Fox, los genes que se han usado para establecer distinciones raciales en el pasado son “aquellos que han contribuido a la adaptación de cada grupo a sus condiciones ambientales locales, como genes de resistencia a enfermedades, a carencias de determinados oligoelementos o genes de pigmentación. Estos últimos son, por su visibilidad, los que llevaron a los científicos raciales a la percepción engañosa de que las diferencias tenían que ser grandes y fundamentales. Y sin embargo, aunque es una pregunta científica pertinente y relevante, no se ha encontrado hasta el momento estructuración geográfica en genes implicados en la conducta o en la inteligencia y veo difícil que se encuentre”.

El entrecruzamiento de especies pudo tener una ventaja evolutiva para los sapiens, según Carles Lalueza-Fox

Cochran, un auténtico outsider que nada a contracorriente en esta y en otras cuestiones, sí considera que la noción puede tener utilidad: “Existen poblaciones que han estado separadas durante largos periodos de tiempo y han experimentado distintos entornos. La selección natural las ha hecho diferir de formas diversas. A tales poblaciones diferentes se las puede llamar razas, si así se desea; encajan en la idea tradicional de raza razonablemente bien”. Con muy pocas excepciones, la comunidad científica considera que no hay criterios ni base objetiva para distinguir entre razas humanas.

Los datos de la genética

El científico que inició el estudio del genoma de los restos humanos primitivos que han permitido conocer estos entrecruzamientos ha sido el biólogo sueco Svante Pääbo. Director del departamento de genética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva ubicado en Leipzig (Alemania), Pääbo desarrolló los métodos genéticos basados en la biología evolutiva que asentaron las bases de la paleogenética, una disciplina y unos métodos que han servido para llevar a cabo estos descubrimientos.

“Esta tecnología es como la invención [...] del telescopio o del microscopio —declaró el genetista evolutivo David Reich para la web Edge—. Cuando tienes un nuevo instrumento, todo lo que mires será nuevo. [Hay datos] completamente inesperados, que nadie había anticipado ni formaban parte de sus ideas.” La paleogenética está permitiendo canjear las suposiciones por datos. La buena noticia es que los datos genéticos seguirán fluyendo, y seguirán llevándose por delante todo tipo de preconcepciones y sesgos. La historia de los orígenes del hombre moderno está cada vez más cerca de completarse.

Migraciones e hibridaciones

Roger Corcho

En la investigación publicada en Nature se ha estudiado el genoma  del neandertal encontrado en la cueva de la cima de Altái, y se ha comparado con el genoma de un denisovano también de Siberia, de un neandertal de la cueva del Sidrón (España) y otro de Vindija (Croacia).  En los neandertales europeos no se han encontrado genes de origen sapiens,  el ADN de los asiáticos contenía aproximadamente un 2 % de genes procedentes de sapiens.


Con estas evidencias, los investigadores han inferido  que hace 100 mil años un grupo de sapiens migró de África y se encontró, en Oriente Próximo, con unos neandertales con los que se produjeron las primeras hibridaciones. Los descendientes neandertales fruto de esta hibridación se instalaron en Asia (donde fue a morir la joven neandertal cuya falange ha servido de base al estudio). Otros restos arqueológicos que documentan esta primera migración de Homo sapiens se hallan en Israel (en los yacimientos de Skhul y Qafzeh) y también en China (Daoxian).