21/11/2024
Internacional

El chavismo post-Maduro

Las bases del PSUV, partidos como Marea Socialista y militares retirados protagonizan la transición del régimen bolivariano

Isabella Picón - 27/05/2016 - Número 35
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El chavismo post-Maduro
Diosdado Cabello (centro) y el vicepresidente Aristóbulo Istúriz (dcha.) en una rueda de prensa. Juan Barreto / AFP
La crisis de Venezuela confunde. Su dureza conduce a conclusiones deterministas: “Maduro no terminará su mandato”; “solo habrá diálogo si hay referéndum revocatorio”; “habrá un gobierno de unidad nacional”. Pero en Venezuela, el mundo es al revés. Las salidas institucionales lógicas, al alcance del pueblo y dentro del marco de la Constitución, parecen remotas, mientras que los escenarios tipo teoría del cisne negro aumentan cada día. Sea cual sea, no habrá final feliz. Hasta la reconciliación nacional se paga caro. Pero algo sí es cierto: la transición política que Venezuela vive actualmente también implica una transformación dentro del propio chavismo. Y tanta incertidumbre y parálisis siempre han sido el escenario perfecto para el advenimiento de un outsider, de otro que se haga llamar “hijo de Chávez”.

Las sociedades apuestan por esas opciones cuando ninguno de los polos partidistas del sistema político consigue soluciones ni logra dirimir diferencias entre sí para, al menos, lograr un punto medio y concertado. En Venezuela parece que estamos en ese punto especialmente vulnerable: a pesar de que la oposición ha podido presionar al Gobierno y ha expuesto su autoritarismo, no logra conducir el descontento social hacia una protesta política contundente que obligue al presidente Nicolás Maduro a permitir el referéndum  este año.

Mientras tanto, el chavismo también está entrampado. Cada día que Maduro sigue en el poder, vulnera la capacidad del chavismo para renovarse como alternativa política a medio y largo plazo. Cada pronunciamiento de un chavista defendiendo el referéndum revocatorio como salida a la crisis es también un insulto al legado de Hugo Chávez: fue él quien escogió a Maduro como su sucesor.

Maduro no puede terminar su mandato. Sacrificaría al PSUV si se presentara a las elecciones

La transición chavista hay que pensarla al menos en dos partes, en el centro y en la periferia. En el centro, quienes están al frente de los poderes públicos, en la dirección del Partido Socialista Unido de Venezuela y de las Fuerzas Armadas, y en el círculo más cercano a Maduro. En la periferia, la militancia de base del PSUV (la minoría política más grande del país), partidos del Gran Polo Patriótico como Marea Socialista y militares retirados pero claves en el gobierno de Chávez como Miguel Rodríguez Torres y Cliver Alcalá Cordones, que últimamente se han pronunciado a favor del referéndum revocatorio a Maduro.

Para describir al primer grupo hay que explicar primero por qué Chávez designó a Maduro como sucesor. La otra opción era Diosdado Cabello —expresidente de la Asamblea Nacional y vicepresidente de Venezuela en el momento del golpe de Estado de 2002— cuya imagen ya estaba cercenada antes de que salieran a la luz investigaciones del Departamento de Justicia de EE.UU. vinculándolo con el narcotráfico.

Los años de Maduro como canciller de Chávez le sirvieron para vender una imagen amigable. Maduro era un civil de la extrema izquierda del chavismo más vinculada a los Castro, pero lo suficientemente pragmático como para entender los intereses de un mundo militar que había aprendido a ser apreciado con Chávez: podía mediar entre sectores económicos vinculados a las Fuerzas Armadas y el ala civil e ideológicamente purista del chavismo.

Rehén de las dos facciones

Según esta descripción, Maduro podría haber hecho reformas económicas —unificación del tipo de cambio, aumento del coste de la gasolina, incremento de precios— que previnieran lo peor de la debacle actual. Pero en parte por lo cerrada de la elección presidencial en que fue electo, terminó siendo rehén de las dos facciones. Una que por rigidez ideológica se negaba a cambiar el modelo económico y otra que sí entendía esta necesidad, pero que postergaba la tarea por beneficiarse de sus prebendas (los privilegios de importar con el control de cambio preferencial para aquellos vinculados con el Gobierno). Maduro no tiene sucesor dentro de su círculo más cercano porque todos son presa de este dilema.

El único personaje rescatable en cuanto a portavocía y liderazgo, más que contenido, entre los nuevos líderes es Héctor Rodríguez, exministro de Educación y actual jefe del chavismo en la Asamblea Nacional. Pero con 34 años no parece tener trayectoria suficiente como para suceder a Maduro. La otra opción es Aristóbulo Istúriz, vicepresidente de la república. Si el referéndum se diera en 2017, Istúriz terminaría el mandato. Hasta hace unos meses era visto con buenos ojos por la oposición: haber sido dirigente sindical de Acción Democrática en los 80 le da apertura para que, llegado el momento, sea capaz de negociar con la MUD.

¿Por qué la importancia de los outsiders, de la periferia del chavismo? Porque mientras Maduro es incapaz de tomar decisiones, aparece quien sí estaría dispuesto a tomarlas. En marzo volvió a la palestra pública el mayor general Miguel Rodríguez Torres. Dijo que el referéndum era un instrumento creado por el chavismo al que no había que tenerle miedo, que se debía unificar el control de cambio, refundar el chavismo y volver a sus “raíces democráticas”.

Buena parte del país se alegró, olvidando que Rodríguez fue ministro de Interior y Justicia de Maduro en 2014, cuando encarcelaron a Leopoldo López. Como director de la antigua DISIP (los servicios de inteligencia), dirigió en 2009 su disolución y la formación del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, la policía política). El otro militar que ha criticado a Maduro es Cliver Alcalá Cordones, ascendido por Chávez en 2012 a comandante de la Región de Defensa Integral de Guayana y vinculado a mafias de narcotráfico y minería ilegal.

Estos dos personajes participaron en el golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 que, aunque fallido, lanzó a Chávez al ruedo político con su famoso “por ahora”. Es interesante que aunque por su estirpe militar y vínculo político con Chávez se llamen “originarios”, en la práctica sean parte de la periferia del chavismo. En el futuro se vislumbra una alianza entre Rodríguez y Marea Socialista, partido de izquierda que desde 2015 critica a Maduro y Cabello.

¿Cuál es la mejor estrategia? ¿Luchar por el referéndum en 2016? ¿Esperar hasta 2017? Todos coinciden en que Maduro no puede terminar su mandato: una elección con él a la cabeza sería sacrificar al PSUV. Por eso no hay que descartar que Rodríguez esté negociando en secreto con Maduro y Diosdado para ser el candidato chavista en caso de convocar elecciones presidenciales.