A pesar de la victoria del no en el referéndum griego sobre las negociaciones con sus acreedores, del triunfo electoral de Syriza a principios de año y de la pujanza de otras formaciones políticas que cuestionan la austeridad en Europa, como Podemos en España, la UE no se ha movido mucho ideológicamente a la hora de plantear soluciones a sus problemas económicos. Para estas dificultades, las ideas ordoliberales siguen sirviendo de fuente de inspiración. “Uno de los principios del ordoliberalismo es la confianza en la responsabilidad personal para limitar el comportamiento dañino de algunos y la desconfianza frente al uso de herramientas macroeconómicas; la gestión de la crisis del euro ha estado por mucho tiempo basada en esos principios”, afirma en una entrevista con AHORA Sebastian Dullien, economista y profesor de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berlín.
Es cierto que desde la Comisión Europea que preside el socialcristiano luxemburgués Jean-Claude Juncker se ha tratado de impulsar este año la inversión con un programa que pretende movilizar algo más de 315.000 millones de euros. También lo es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró ya en 2012 que “solo la austeridad no puede tratar los males en las principales economías desarrolladas”. No obstante, en Berlín los principios ordoliberales han sido y son “centrales en la visión de la gestión de la crisis”, apunta Jan-Werner Müller, profesor en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Princeton. Según aclara este investigador, las ideas ordoliberales están a favor “de la intervención del Estado en la economía para hacer que funcione el mercado y para asegurar la competitividad en particular”, buscando “un marco estable legal e incluso un marco constitucional para llegar a esos fines”.
La gestión de la crisis del euro se ha basado mucho tiempo en los principios del ordoliberalismo
Un ejemplo de la puesta en práctica de estas ideas es la reforma, en 2011, del artículo 135 de la Constitución española para fijar como prioridades la estabilidad presupuestaria y el pago de la deuda pública. “Alemania y otros miembros de la UE, no olvidemos a los Países Bajos o Finlandia, han promovido no solo una agenda económica, sino también una agenda constitucional; basta con pensar en esos imperativos de constitucionalizar los frenos a la deuda”, dice Müller. Sebastian Dullien matiza el alineamiento de los líderes neerlandeses y finlandeses con el Ejecutivo que dirige la canciller Angela Merkel y señala que esta concordancia tiene que ver más con “seguir las conclusiones que Alemania ha sacado de la crisis que con compartir el fondo” del pensamiento económico ordoliberal.
El ordoliberalismo tiene en Alemania su cuna. Concretamente, en la Universidad de Friburgo se orquestó la respuesta intelectual a los planteamientos económicos de la Alemania nazi, de la mano del jurista Hans Grossmann-Doerth y los economistas Franz Böhn, Walter Eucken y Leonhard Miksch. “Este grupo se oponía a la planificación e intervención del gobierno de la Alemania nazi en la economía, pero también se oponía a un
laissez-faire económico que, a sus ojos, llevó a la Gran Depresión de 1929”, recuerda el profesor Dullien.
De ahí que Stefan Kooths, investigador del Instituto de Kiel para la Economía Mundial (IFW-Kiel, por sus siglas en alemán) afirme que la escuela ordoliberal “se desarrolló para preparar un marco económico y una organización social que permitiera un máximo de libertad individual restringiendo los poderes del gobierno pero también para restringir los poderes privados a través de políticas
antitrust para luchar contra monopolios y cárteles”.
La reforma del artículo 135 de la Constitución española es un ejemplo de la puesta en práctica de estas ideas
“Este paradigma no consiguió muchos seguidores fuera del área europea germanoparlante”, recalca por su parte Sebastian Dullien. En Alemania, desde que aparecieron en el panorama intelectual, estas ideas han estado muy presentes en el
establishment, y desde allí se ha influenciado a Europa más allá de la gestión de una crisis del euro que lleva un lustro marcando la actualidad continental. En este sentido, ya el Tratado de Maastricht parecía haber asentando una base identificable en buena medida con el pensamiento económico alemán. “Elementos del ordoliberalismo como la independencia del Banco Central Europeo (BCE) se han puesto en los tratados comunitarios por la insistencia alemana”, dice Dullien. “Una UE negociada exclusivamente por Reino Unido y Francia habría tenido una configuración muy diferente a la actual”, añade.
Müller subraya que la “constitucionalización de los frenos a la deuda, la configuración del BCE, el énfasis en la competitividad” y “la idea de disciplinar a los estados-nación son elementos ordoliberales” presentes en la realidad económica continental. Sin embargo, a su entender, hay otros motivos para relativizar la influencia de esta línea de pensamiento económico. “No es ordoliberal la implementación de políticas en Grecia y en otros países donde se dejan demasiados intereses y oligarcas protegidos” o “las recientes medidas de Mario Draghi”.
Este tipo de medidas llevan a Kooths a descartar “una fuerte influencia en la toma de decisiones en Europa”. Además, “muchos de los principios fundamentales de la UE, como la subsidiaridad, las políticas
antitrust o el mercado único están arraigadas en el pensamiento ordoliberal, que influyó fuertemente en los padres fundadores, pero esto pertenece al pasado”, asegura este economista. Para él, que se hiciera caso omiso a la cláusula del
no bail-out, contenida en el artículo 125 del Tratado de la Unión Europea y que prohíbe los rescates financieros por parte del BCE y de la UE, ya da buena cuenta de que el ordoliberalismo, al menos en su concepción original, “apenas ha jugado un papel en la gestión de la crisis del euro”.
Ahora bien, la ruptura de ese tabú económico por medio del primer rescate a Grecia en mayo de 2010 abrió una etapa en la que todos los países que terminaron recibiendo apoyo de la troika se han visto obligados a aplicar duras políticas de austeridad y reformas estructurales en pro de una mayor competitividad. Esta suele presentarse como sinónimo de recuperación. En este sentido, como ha dicho Wolfgang Streeck, director emérito del Instituto Max Planck para el Estudio de las Sociedades de Colonia, coexisten al menos dos culturas económicas europeas. En una primera, asociada a los países del sur de Europa, la búsqueda de la competitividad se ha hecho tradicionalmente a través de devaluaciones monetarias. Por otro lado, la cultura económica de las naciones del norte y del centro del continente suele preferir implementar políticas de austeridad cuando lo exija la situación.
En vista de que el sistema de la moneda única imposibilita devaluaciones en los países donde solían ser una solución, solo queda, frente a la crisis, adoptar medidas aparentemente ajenas a las herramientas económicas tradicionales en los países del sur. De ahí que se haya podido explotar en latitudes meridionales del continente, con un notable éxito político hasta ahora, la idea de que ejecutivos como el de Angela Merkel están imponiendo una agenda política centrada en la austeridad. Un reciente titular del
Frankfurter Allgemeine Zeitung, diario que Müller describe como un “bastión” del ordoliberalismo, anunciaba así la evolución de las negociaciones de Grecia con sus acreedores: “¿Nuestro problema? ¡Vuestro problema!”.