El arte de la inquietud
Sara Mesa ofrece en Mala letra una colección de turbadores y fascinantes relatos
La culpa es un elemento recurrente en muchos de los relatos. “El complejo de culpa no se guía por parámetros racionales: su lógica es intrínseca y está basada en premisas falsas y difícilmente transferibles”, dice el protagonista de “Creamy milk and crunchy chocolate”. En unas reuniones que podrían estar apadrinadas por una Sociedad de Culpables Anónimos conoce otras historias que, al principio, le alivian del peso que él siente por haber provocado un accidente mortal de tráfico. Está también la culpa de una profesora que no consigue evitar que un alumno suyo, enfermo y totalmente paralizado, sea motivo de burla durante una clase de educación sexual; la de una chica de provincias que teme más la reacción paterna por la duración imprevista de su ausencia que las consecuencias de ser cómplice de un homicidio involuntario; la de una chica que pide perdón por escribir oscuros relatos—su motivación es que “dándole forma al horror evitaba la realización del horror”—. Este último caso es el del cuento que cierra Mala letra, y su ambigüedad resulta un colofón impecable.
Cárdenas es otro cohesionador, además de un hilo que conecta con las novelas de Mesa. Es la gran ciudad, que alberga y engendra la depravación; un lugar en el que frecuentemente las abuelas se suicidan saltando al vacío. Aunque el pueblo tampoco es, en contraposición, un paraíso: en “Picabueyes” la joven protagonista, agredida por unos chicos, está más preocupada por cómo explicar a sus tías (otro elemento que se repite en varios relatos: la figura negativa de la tía) dónde esta la bici que asustada por lo que le ha ocurrido.
La prosa de Mesa es precisa, certera. Cada palabra parece haber sido medida al milímetro, aunque en una entrevista en El Cultural haya dicho que “el reto radica en utilizar las palabras normales, las habituales, incluso las antiliterarias, usar esa materia prima humilde, una especie de art povera de la escritura”.
Mala letra confirma que la degeneración está en todos lados, es ordinaria. Y que “el mundo es impasible ante cualquier cosa que suceda, por inusual, horrible o cruel que esta sea”.
Sara Mesa
Anagrama,
Barcelona, 2016,
191 págs.