El 6 de diciembre se celebran elecciones parlamentarias en Venezuela y es la primera vez que el chavismo podría perder la mayoría en la Asamblea Nacional desde que puso en marcha la revolución bolivariana. Las razones detrás de la severa pérdida de apoyo a Nicolás Maduro, un líder que ha dividido el país y que lo ha alejado de las principales potencias de la región, tienen que ver sobre todo con la gestión económica. Los venezolanos conocen hoy una escasez y un desabastecimiento a los que en el corto plazo no podrán poner fin los ingresos por petróleo, debido al bajo precio del barril. Además, desde la retórica revolucionaria, que Maduro ha convertido en esperpento, la corrupción de las clases dirigentes ha incrementado la desigualdad social y ha servido de caldo de cultivo a una violencia a medio camino entre el matonismo político y la delincuencia común.
La salida de Maduro es sin duda la condición necesaria para que Venezuela recupere una estabilidad política sin la que difícilmente podrá cambiar el signo económico. Pero el deterioro del Estado de derecho ha sido tan profundo que el país tardará en recuperar la normalidad democrática, y eso en el supuesto de que Maduro y sus correligionarios demostrasen en la oposición parlamentaria un mayor respeto por las reglas del juego que el que han observado desde el Gobierno. Junto a la abierta instrumentalización de la justicia, convertida en peón de brega del Ejecutivo, como se demostró en el proceso irregular contra el opositor Leopoldo López, el chavismo no ha dudado en amordazar a la prensa crítica y en recurrir a la intimidación de los dirigentes y militantes de las restantes fuerzas políticas. A tal punto que ante el asesinato de un candidato opositor durante un acto público los venezolanos han vuelto la mirada acusadoramente hacia el Gobierno, que ha hecho declaraciones cuanto menos equívocas acerca de su voluntad de respetar el resultado de las elecciones.
Con la perspectiva de sus años de gobierno, el chavismo aparece hoy como un insólito intento de conseguir mediante los votos lo que su fundador, Hugo Chávez, no consiguió mediante un temprano golpe. Mientras las urnas le fueron favorables, sus apelaciones a la democracia sirvieron de coartada a sus cada vez más abiertos atropellos. Pero será una vez que el resultado electoral no le favorezca, como podría ocurrir ahora, cuando su verdadera naturaleza quedará al descubierto.