Una etapa de pasiones a pesar de todo
El escritor francés Patrick Deville novela los últimos años de Trotski en Viva
Deville teje la trama en torno a los tres años de estancia del exilio de Trotski en México. Abundan los detalles de la escena cultural del momento. Aparecen Frida Kahlo —“sus cejas son muy negras, y se juntan en el nacimiento de la nariz como las alas de un mirlo”— y la narración de su sanguínea relación con Diego Rivera, el descomunal capricho ondulante sentimental que aparece y lo contrario de la vida de la pintora. Rivera aparece como el autor cromático del “color violeta de la tormenta sobre la cosecha”. Su entrega a la retórica argumental de la arquitectura doctrinal con la confesión “el campesino y trabajador urbano no producen solo granos, legumbres y objetos manufacturados. Producen también belleza”. Malcolm Lowry planea sobre escenarios de Cuernavaca en su experimento creativo con el alcohol como compañero para el borrador de Bajo el volcán; alumbra por boca del protagonista, el cónsul, la frase lapidaria en cuya virtud “el pecado original consistió en ser titular de un derecho de propiedad”. No cabe el olvido de los estimulantes de más poder de aniquilación: Artaud y el peyote (“el hombre está solo y carraspeando desesperadamente la música de su esqueleto”); Frida (“bebía porque quería ahogar las penas, pero las malvadas aprendieron a nadar”). Deville utiliza la argamasa histórica para engrosar la centralidad de Trotski, cuyo acercamiento a su final concentra una trama inevitable de designio de la lucha política más destructiva. El homicida Ramón Mercader se hizo pasar por afín al ucraniano durante semanas hasta urdir su ataque letal: “La glándula pineal donde Descartes hacía residir el alma”. El piolet oculto bajo el impermeable percutió siete centímetros en el cráneo del “niño lleno de talentos”, como definió François Mauriac a Trotski en sus inicios.
Patrick Deville
Traducción de José Manuel Fajardo
Anagrama,
Barcelona, 2016,
256 págs.