Sin condiciones, ¿sin consecuencias?
De modo que, instaladas en un desacuerdo de máximos y exacerbados sus antagonismos e incompatibilidades, todas las formaciones políticas —con la salvedad de Ciudadanos— parecían dirigirse de modo irremediable a unos nuevos comicios. En cualquier caso, cuando sonaba la campana, el acuerdo de mínimos que se avizora permitiría evitarlas, una vez que todos parecen concordes en que tampoco traerían la solución de los actuales imposibles que bloquean la configuración de cualquier mayoría. Mientras, los indicios acumulados coinciden en pronosticar un gobierno pepero que si fuera encabezado por Mariano Rajoy agudizaría aún más sus condiciones de extrema debilidad a la vera del banquillo de la Audiencia Nacional, desbordado de cargos del PP y en el que también tiene asiento, como beneficiaria a título lucrativo, la propia organización partidaria.
Tendremos, al fin, un gobierno después de un año de interinidad política en el que aduciendo estar en funciones el Ejecutivo ha eludido el control del Congreso mientras osaba tomar decisiones muy discutibles dotándolas de carácter indeleble, como fue la prórroga por 60 años de la papelera Ence, en Pontevedra, o nombramientos de los afines para dejarlos colocados. Se ha comprobado también cómo la irrupción de Podemos y Ciudadanos en las instituciones ha aportado mayor pluralidad y complejidad a la política española, donde han crecido las dificultades para forjar alianzas. Haya sido por la falta de costumbre que lleva al desconcierto, por la carencia de habilidad o la de generosidad inteligente o, quizás, por las tres cosas al mismo tiempo.
Pensar que seguirá sin pasar factura ni tener consecuencias que máximos dirigentes del PP inseparables de Rajoy estén hoy sentados en el banquillo por los casos de las tarjetas black y de la Gürtel es insostenible a medio plazo. De esa corrupción trae causa la repugnancia que todos muestran a facilitar con su abstención la investidura de Rajoy y la dificultad de que haya una decisión unánime del comité federal sobre el voto de los diputados del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso. Rajoy se piensa más blindado en La Moncloa, pero resistir ahí seguirá agravando el horizonte penal que tiene delante.