Roma contra su alcaldesa
La pregunta es si las críticas a Virginia Raggi muestran solo divergencias temporales sobre cómo gobernar la capital italiana o una lucha por la sucesión de Beppe Grillo, el fundador del fenómeno político Movimiento Cinco Estrellas
Todo lo que sucede en el Ayuntamiento de Roma recuerda al pasaje del conde Ugolino, el personaje de la Divina Comedia de Dante que, estando prisionero en una torre, se come uno a uno a sus hijos para no morir de hambre. El anterior alcalde, Ignazio Marino, fue humillado y obligado a dimitir por su propia formación, el Partido Democrático (PD). Muchos opinan que lo mismo podría ocurrirle a Virginia Raggi, la nueva alcaldesa.
La gente de Roma nunca se había quejado tanto de las distorsiones y las injusticias: un transporte público inadecuado con retrasos que se multiplican en la periferia, un metro que de repente funciona al ralentí, basura abandonada y suciedad por todos lados, un pésimo mantenimiento de las calles… Están en cuestión las esperanzas de quienes, en junio de este año, coronaron como primera mujer alcaldesa de la historia de Roma a la candidata del Movimiento Cinco Estrellas (M5S, por sus siglas en italiano), con un 67% de los votos.
También el Vaticano se ha quejado, criticando el caos, especialmente en el transporte público, que afectó a cientos de miles de peregrinos el día de la santificación de Teresa de Calcuta. En otros lugares se compite a la hora de sentenciar que la “grillina” Virginia Raggi no es capaz de afrontar los problemas prioritarios de la ciudad. Es cierto que la Junta del M5S —paralizada por las polémicas internas, las presiones externas, las notificaciones judiciales, las maniobras más o menos oscuras de quien hasta ahora ha controlado las levas del poder en la capital— parece por el momento incapaz de detener el proceso de degradación de la ciudad y la consecuente irritación social.
Prensa, televisiones y ciudadanos se preguntan: ¿logrará Virginia Raggi superar la tempestad de acusaciones que arrecia contra ella o está destinada a terminar como su predecesor, quien incluso intentó encauzar la influencia, oculta pero no tanto, de los intereses ilegales (Mafia Capital y otras organizaciones criminales)?
La pregunta está más que justificada ahora que las críticas explícitas vienen del propio M5S. La “conquista” de Roma está, de hecho, sacando a la luz importantes problemas no resueltos dentro de la organización. ¿Se trata solo de divergencias temporales sobre cómo gobernar la capital o es una lucha por la sucesión de Beppe Grillo, el cómico fundador del movimiento? El futuro de este peculiar fenómeno político estará fuertemente condicionado por el desarrollo, aún imprevisible, de la situación romana. Por ahora los electores, aunque preocupados y abatidos por los retrasos y las incertezas de la Junta Raggi, están dispuestos a esperar. Pero ¿hasta cuándo?
Una fuerza transversal
Se podría afirmar que el M5S representa una suerte de punto de encuentro entre Podemos y Ciudadanos
El M5S, a diferencia Podemos en España (y Syriza en Grecia), no se autodefine como una nueva fuerza crítica con los partidos tradicionales de la familia progresista. Socialistas y comunistas, por otro lado, desaparecieron hace años de Italia, y el actual PD (fruto del encuentro entre herederos del PCI y los huérfanos de Democracia Cristina) aparece cada vez más como un partido de centroizquierda “atrapatodo”. El M5S, sin duda, se sitúa a la izquierda de la formación de Matteo Renzi por algunos de los objetivos que persigue: lucha contra la desigualdad, críticas a los recortes en el Estado del bienestar y a la política europea de austeridad, reivindicaciones por una renta mínima de ciudadanía... Pero evita describirse a sí mismo como partido de izquierda. Se presenta como una fuerza transversal que pelea ante todo por valores que en esta fase de la lucha política y de débil crecimiento económico interesan, al menos en Italia, a un amplio porcentaje de electores tanto de derecha como de izquierda. Se podría afirmar, a este respecto, que el M5S representa una suerte de punto de encuentro entre las ideas de Podemos y las de Ciudadanos.
La denuncia incesante de la corrupción y la lucha contra el establishment (la “casta”) y sus privilegios son los puntos definitorios de su estrategia. Gusta a muchos viejos comunistas nostálgicos de una pasado diluido en la nada y a muchos exdemocristianos huérfanos del referente berlusconiano, pero también a muchos votantes de derecha. Y gusta especialmente a los jóvenes, cada vez más numerosos, sin trabajo o con un empleo precario, infrarremunerados y, sobre todo, privados de perspectivas.
Según el M5S, también formaría parte del establishment la clase político-burocrática que actualmente milita en el PD. Una especie de “burguesía del Estado” parasitaria, ligada a los fondos públicos, que intenta conseguir escandalosos tratos de favor (pensiones de oro, supersueldos de los diputados…) sin parangón en Europa y heredados del viejo régimen de partidos que ya Enrico Berlinguer, el secretario del PCI, había denunciado con fuerza (elevando la cuestión moral a cuestión nacional) en los años 60 del siglo pasado.
Corrupción inaceptable
Pobreza, emigración y falta de empleo y de perspectivas han convertido en inaceptables las formas de corrupción (incluso un puesto de trabajo se obtiene solo si se es un “recomendado” de algún poderoso) que históricamente se han vivido como un mal fisiológico y que ahora, gracias a la fácil difusión de noticias por vías digitales, son cada vez más visibles.
La protesta anti-establishment no da papeletas ni al PD ni a la derecha. La Liga Norte, partido de extrema derecha xenófoba, se queda por debajo de un 15% de los votos. Los sondeos explican que, si se aprobara una ley electoral con dos vueltas (con balotaje entre los dos partidos más votados), no se puede excluir la posibilidad de que el PD sea superado por el M5S, que, como en Roma, sería votado por parte de la derecha. Es emblemático el hecho de que el voto a Virginia Raggi (con un pasado profesional cercano a los ambientes de la derecha romana) viniera sobre todo de las periferias populares —donde la mafia ha penetrado gracias a la complicidad de los viejos partidos—, mientras que los barrios ricos de la capital —primero democristianos, después berlusconianos— se orientaron hacia el PD, formación que la clase media-alta considera una fuerza centrista y moderada capaz de resistir la oleada moralizante y justiciera.
Grillo nunca ha considerado una alianza con la vieja izquierda o los sindicatos
Y es significativo que Grillo, a diferencia de Iglesias, no haya considerado nunca una alianza con la vieja izquierda poscomunista ni con los sindicatos, considerados parte de la casta y criticados por un activismo limitado.
Todo lo expuesto hasta ahora sugiere una pregunta de fondo: ¿hasta qué punto la experiencia, hasta ahora negativa, de Raggi está dañando o puede dañar el consenso electoral del M5S a nivel nacional? A partir de las primeras señales se deduce que los “errores” personales de la alcaldesa de Roma y los del movimiento son duramente criticados pero que, en general, por ahora no empujan a los electores hacia las formaciones tradicionales. Encuestas recientes demuestran, si acaso, un probable aumento de la abstención, pero no una caída en picado del M5S que en el imaginario de la ciudadanía sería la única oportunidad para el viejo sistema de partidos.
Con una derecha que por el momento está fuera de juego por sus divisiones internas (entre liberales conservadores y tendencias xenófobas y fascistas), la evolución del enfrentamiento entre el M5S y el PD parece, más que nunca, incierta. Pero no puede excluirse que, tarde o temprano, las dos fuerzas encuentren un terreno de colaboración para hacer frente, juntos, a las grandes cuestiones y a la derecha subversiva (si creciera también en Italia). En este momento prevalece la desconfianza recíproca. Una situación parecida, en diversos aspectos, a la de Podemos y el PSOE en España. Pero sobre el futuro es realmente difícil hacer previsiones.
Traducción del italiano de Zita Arenillas