Por qué queremos la regeneración del Partido Popular
El PP no ha afrontado la renovación que necesita para sobrevivir como fuerza mayoritaria, afirma Red Floridablanca, un grupo de militantes críticos
Aunque el Partido Popular fue el más votado en las elecciones, una voluntaria falta de análisis de los resultados y de las tendencias que estos confirmaron ha impedido afrontar el proceso de renovación interna que esta formación necesita abordar si quiere asegurar su supervivencia como fuerza mayoritaria.
Un retroceso de tres décadas
Como decimos, los resultados del 20-D confirmaron una tendencia que venía anunciándose desde las elecciones europeas de 2014. Es curioso que los resultados de las europeas pasaran desapercibidos, aunque más bien parece que esa discreción respondía al primer intento de evitar analizar la realidad política por parte de la organización. Estos resultados supusieron una vuelta a 1987, cuando el Partido Popular todavía era Alianza Popular y recibió el apoyo de un 24,65% del electorado. En las elecciones europeas de 2014 contó con la confianza de un 26,09%, apenas un punto y medio más.
El Partido Popular ha tenido bajo la actual dirección un retroceso electoral de casi tres décadas
Esta primera señal explícita era razón suficiente para haber realizado una reflexión con vistas a tratar de recuperar la confianza perdida. Sin embargo, lejos de elaborar un diagnóstico, abordar el problema y rectificar sobre aquello que fuera necesario, se decidió mantener inamovible el rumbo tomado, a pesar de que nadie sabía muy bien a dónde se iba. Ello, además, menoscabando la credibilidad del Partido Popular como organización política.
Por si fuera poco, las elecciones europeas fueron la primera constatación de que el fenómeno antipolítico que ya había arraigado en otros países —el populismo— se asentaba también en nuestro país bajo la fórmula de leninismo bolivariano de Podemos. Por primera vez en nuestra democracia, entraba con notable fuerza a nivel nacional una formación política que aspira a acabar con el régimen de libertades y derechos del que hemos disfrutado hasta nuestros días gracias a la Constitución de 1978.
En la siguiente cita electoral, las autonómicas y locales, el PP obtuvo el respaldo del 27,06% de los españoles. El resultado más asimilable nos retrotrae a las elecciones de 1991, cuando obtuvo la confianza de un 25,34% de los ciudadanos.
En las elecciones autonómicas de Cataluña, que se celebraron en un clima de gran polarización que el PP podía haber capitalizado en el bloque constitucionalista, la formación continuó su retroceso y obtuvo el respaldo del 8,5% de los catalanes, teniendo que retroceder hasta 1992 para encontrar un resultado similar.
Finalmente, en las elecciones generales del 20-D alcanzó un respaldo del 28,72% de los votos, lo que situaba al partido en resultados similares a los de 1989 con un 25,79%. Desde esa fecha el Partido Popular había superado siempre y con creces la barrera del 30% de apoyos electorales.
En definitiva, el Partido Popular ha tenido, bajo la actual dirección, un retroceso de casi tres décadas.
Un problema mayor: el camino hacia la irrelevancia en el País Vasco, Navarra, Asturias y Cataluña
Aunque esta sucesión de datos nacionales es de por sí preocupante, una lectura pormenorizada de los mismos revela un problema aún mayor: el camino hacia la irrelevancia del Partido Popular en comunidades autónomas como el País Vasco, Navarra, Asturias o la mencionada Cataluña. En estas regiones, algunas de alto valor simbólico en el panorama político, el peso del Partido Popular cada vez es menor.
Sin embargo, y a pesar de estos resultados, de puertas para dentro y también hacia fuera no ha parado de repetirse que el Partido Popular ha ganado las elecciones (salvo en Cataluña, donde Ciudadanos ha logrado ser la segunda fuerza más votada con el discurso constitucional que en su día enarboló el PP), evitando, de este modo, todo atisbo de autocrítica en favor de una autocomplacencia cuyos resultados ya conocemos.
¿Qué ha pasado?
La única explicación “oficial” con cierta carga autocrítica de la actual directiva se ha referido a la corrupción. Con ser esta una razón importante, sobre la que se debe hacer una reflexión profunda y específica, se trata de una explicación insuficiente. En todo caso, la corrupción se ha presentado como un mal ajeno a la dirección, como si no tuviera nada que ver con los máximos responsables de la organización que deben velar por la buena marcha de las cosas. Conviene no olvidar que el castigo por la corrupción se debe al hecho mismo de la corrupción y a la actitud que la organización adopta ante la corrupción, es decir, la forma en que se explica y se ataja.
En nuestra opinión, las razones de la pérdida de confianza de muchos españoles son más profundas y solo con un análisis crítico podrá el Partido Popular recuperar la vocación de mayoría que se ha dejado en el camino. Entre las razones cabe destacar: el abandono de un ideario claro y reconocible; el alejamiento de la sociedad, en especial de los jóvenes; el abandono de la política a favor de la tecnocracia; la renuncia al gran valor del PP como formación que aglutinaba a todas las familias del centro-derecha (liberales, conservadores, demócrata-cristianos y centristas), es decir, la renuncia a ser la “casa común”, como decimos en Red Floridablanca; por último, la falta de democracia interna en el propio partido, con una dirección que se ha instalado en un inmovilismo inexplicable.
El castigo por la corrupción es por el hecho en sí y por la forma de explicarla y atajarla por el partido
Lo paradójico es que hayan sido precisamente la no política, la tecnocracia y la no defensa de las ideas lo que han provocado eso que se buscaba evitar. Con un gobierno y un partido tecnócrata, sumidos en la indefinición, ha emergido la antipolítica en forma de populismo al tiempo que los españoles ubican al PP en el 8 en la escala ideológica del CIS (donde 0 es izquierda y 10 derecha) y todo ello a pesar de sus políticas socialdemócratas. La capacidad de comunicación del Gobierno y del partido se demuestra así manifiestamente mejorable, por no decir desastrosa.
Un congreso abierto
Al día siguiente de las elecciones del 20-D desde Red Floridablanca propusimos “un congreso abierto para recuperar la mayoría”. En ese editorial solicitábamos la convocatoria de un congreso del Partido Popular bajo la fórmula “un militante, un voto”. Dados los resultados obtenidos, creemos que debe ser el primer paso para la ineludible renovación de proyecto, equipo y estructura que el Partido Popular debe abordar si quiere ser de nuevo una fuerza con vocación mayoritaria.
En realidad, el congreso del PP debía haberse celebrado hace 15 meses, momento en el que según los estatutos caducó el mandato y la legitimidad de la actual dirección, pero la cerrazón de esta, que se niega a abrir el debate interno, ha impedido cualquier impulso regenerador.
Dada la necesidad de renovación interna y puesto que la dirección del partido se ha mantenido inamovible, imponiendo en toda la organización la “ley del silencio”, decidimos lanzar una iniciativa abierta a firmas para solicitar un congreso abierto a través de nuestra web. La petición está dirigida a todos los afiliados y simpatizantes del Partido Popular que quieran la regeneración del PP. Sabemos que esto solo será posible si contamos con todos: en primer lugar, con las bases, que son la esencia del partido, y que ahora se encuentran relegadas al seguidismo de la dirección sin ninguna capacidad real de actuación. Afiliados y antiguos afiliados, porque debemos recuperar a aquellos que se han ido. También, a los dirigentes que están preocupados por la deriva de una formación que en su día logró ilusionar a una gran mayoría de votantes.
La democracia interna es una cuestión de principios, no de momentos, pero es que, además, en cualquiera de los escenarios abiertos tras el 20-D es buena la celebración de un congreso abierto para el PP.
Si hay nuevas elecciones, porque no hay mayor legitimidad para un candidato que la de salir de un congreso investido por los militantes. Es inconcebible que se pretenda ir a nuevas elecciones con las mismas listas y el mismo proyecto que han obtenido el rechazo, o la pérdida de confianza, de más de tres millones de españoles. Por otra parte, sería igual de inconcebible que la Junta Directiva del Partido Popular propusiera una nueva candidatura y presidencia del partido in extremis —el candidato del Partido Popular, de acuerdo con sus estatutos, es automáticamente el presidente de la organización, tal y como se aprobó en el famoso Congreso de Valencia de 2008—. En ambos casos, se estaría enviando a la sociedad a los militantes y a los simpatizantes, un persistente mensaje de inmovilismo que difícilmente podría recuperar la amplia mayoría perdida.
Si no hay nuevas elecciones y preside el gobierno el Partido Popular, un congreso serviría para recuperar la credibilidad de la formación política, que actualmente está severamente dañada. La convocatoria de un congreso trasladaría a la opinión que se ha entendido la necesidad de un cambio y también daría pie a recuperar la ilusión a los militantes y simpatizantes hoy desmotivados.
Si, por último, hay una coalición de izquierdas o un gobierno PSOE-Ciudadanos, será el único modo de recuperar la iniciativa política tras el fracaso que supondría perder el gobierno.
Es inconcebible ir a elecciones con el mismo proyecto que ha obtenido el rechazo de 3 millones de votantes
Creemos que si el Partido Popular disfrutara de democracia interna se habrían evitado muchos de los males que padece ahora. Males como la no asunción de responsabilidades por parte de la actual directiva, la inexistencia de debate sobre posicionamientos políticos que ha llevado a la ruptura de la casa común, la falta de transparencia y de rendición de cuentas o la discutible reacción ante los casos de corrupción podrían haberse evitado. Necesitamos un partido más participativo, más flexible, donde la crítica constructiva no se entienda como una traición sino como lo que es: una voluntad de mejora del Partido Popular.
Medidas para la regeneración
Con esa voluntad de mejora, y en la misma línea de establecer definitivamente la democracia interna, también hemos propuesto una serie de medidas concretas para la regeneración interna.
Entre ellas, nos parece de especial importancia el reconocimiento de los derechos políticos de los afiliados. Los afiliados son la base de toda organización política. Son el primer canal de comunicación con la sociedad, son los portadores, por decirlo de algún modo, del mensaje. En nuestra opinión, es imprescindible reconocer dos tipos de derechos: el derecho de participación y el derecho de rendición de cuentas. Para el primero defendemos el establecimiento de un sistema para la elección de los presidentes del partido en los distintos niveles territoriales basado en el principio de un militante, un voto. Para el segundo, el derecho de rendición de cuentas, proponemos establecer un mecanismo de rendición de cuentas por el que los afiliados puedan introducir en el orden del día de las juntas directivas preguntas/quejas/sugerencias sobre la gestión que se esté llevando a cabo por la misma, siempre que así lo solicite un determinado porcentaje del censo correspondiente.
Si el PP disfrutara de democracia interna, se habrían evitado muchos de los males que padece ahora
También creemos que la participación debe ser extensiva a aquellos temas relativos a la definición de políticas a través de un sistema de consultas a los afiliados sobre asuntos de interés político, que puedan ser promovidas desde la dirección del partido en sus distintos ámbitos territoriales, pero también desde las bases por los propios afiliados, partiendo de la petición de un determinado porcentaje sobre el total del censo correspondiente.
La democracia interna no se puede postergar más. La sociedad ha evolucionado y la cultura democrática es un hecho que no pueden ignorar los partidos, y menos el partido que se refundó con el lema “centrados en la libertad”.
Si el PP quiere garantizar su supervivencia como fuerza mayoritaria, debe emprender este proceso. En el plano interno, renovando sus estructuras y democratizándose. Solo así será posible adaptarlo al dinamismo actual de la sociedad española. Y de cara al elector, reconstruyendo un proyecto político integrador y moderno. El PP debe recuperar las señas de identidad del ideario liberal-conservador (España, la libertad) e introducir nuevos asuntos (medioambiente, cultura, nuevas tecnologías) que lo acerquen a la sociedad. Siempre que el Partido Popular ha ido con sus ideas y principios por delante, ha ganado la confianza de los españoles. Es posible hacerlo y cuanto antes comencemos esta tarea ilusionante mejor será para el espacio del centroderecha y para España.