Perú. Dos apellidos en pugna
¿Keiko Fujimori o Pedro Pablo Kuczynski? El país elige presidente entre dos candidatos de la derecha
Los peruanos deciden en la segunda vuelta de las presidenciales entre la líder de Fuerza Popular, de rasgos autoritarios, antecedentes turbios y que podría convertirse en la primera mujer en ostentar el poder, y el dirigente de Peruanos Por el Kambio, un veterano economista con experiencia en el extranjero que no volverá a tener otra oportunidad de ser presidente. Ambos son liberales en materia económica e hijos de conocidos personajes: un expresidente encarcelado por corrupción y un reputado médico. El debate consiste en dilucidar cuál de estos dos políticos puede ubicarse más cerca del centro.
Experiencia sin cintura
Pefil de Pedro Pablo KuczynskiPedro Pablo Kuczynski, de Peruanos Por el Kambio. C. BOURONCLE /AFP / GETTY
La mayoría de los analistas subraya el casi nulo aprovechamiento que Pedro Pablo Kuczynski, candidato de Peruanos Por el Kambio (PPK), ha hecho estos meses de su trayectoria política, incluso de su interesante biografía familiar. Sostienen, por ejemplo, que debería haber explotado más las positivas repercusiones sociales del trabajo de su padre, Max Kuczynski, un médico judío alemán de ascendencia polaca que fue pionero en el tratamiento de la viruela y la lepra en enfermos de la Amazonía, donde construyó un importante centro de salud. Acaso por estrategia, para evitar que lo tilden de gringo o elitista, Kuczynski tampoco ha rentabilizado electoralmente su paso por las universidades de Oxford y Princeton, donde estudió con beca desde muy joven. Ni sus cargos de alto nivel en el extranjero, tanto en el Banco Mundial como en el Fondo Monetario Internacional. Ni su experiencia en el gobierno hasta en tres ocasiones (fue ministro de Energía y Minas en el segundo gobierno de Fernando Belaúnde Terry, así como ministro de Economía y Finanzas y presidente del Consejo de Ministros con Alejandro Toledo Manrique). O como asesor económico en países tan dispares como Egipto, Brasil o Corea. Ni siquiera su sensibilidad musical, que lo ha llevado a participar en varios conciertos sinfónicos benéficos tocando el piano y la flauta.
Sus adversarios se han empeñado en dibujarlo como un hombre mayor, un extranjero sin contacto real con la población que a los 77 años pretende conducir el país para favorecer a las grandes multinacionales, fiel a su perfil liberal y a su vínculo con empresas extranjeras. Al margen de estos ataques, lo cierto es que Kuczynski ha mostrado su cara más agresiva en esta campaña. Un buen ejemplo es la frase que le dedicó a la candidata de la izquierda, Verónica Mendoza (que quedó en tercer lugar en la primera vuelta): «Ella nunca ha hecho nada en su perra vida».
Pero quizá el mayor descrédito de Kuczynski sea haberse presentado en 2011 en un mitin de su ahora gran rival Keiko Fujimori para expresarle su respaldo frente al entonces candidato y actual presidente, Ollanta Humala. Hoy este hombre no duda en criticar la falta de talante democrático del padre de la candidata de Fuerza Popular, el expresidente Alberto Fujimori, pero aquella noche de hace solo cinco años dijo a gritos en una plaza: “Yo no olvido que el papá de Keiko fue quien acabó con el terrorismo y la hiperinflación […] Necesitamos un país más estable y Keiko puede hacerlo con honestidad”.
Aun así, los expertos coinciden en señalar que Kuczynski ganó el debate electoral más reciente gracias a sus claros y asertivos mensajes en defensa de la democracia y la libertad. “Vamos a pelear hasta la última mesa, hasta el último voto”, afirmó el candidato. Una frase rápidamente compartida por sus seguidores en Twitter y Facebook. Al día siguiente, tras recibir el respaldo de Mendoza (la izquierdista a la que él mismo atacó) y de otros líderes políticos, se especulaba con que Pedro Pablo Kuczynski había reducido de forma significativa la ventaja de seis puntos que mantenía Keiko en los últimos sondeos.
Herencia con polémica
Pefil de Keiko FujimoriKeiko Fujimori, la candidata de Fuerza Popular. C.BOURONCLE / AFP / GETTY
Los partidarios más incondicionales de Keiko afirman que ha fundado un nuevo fujimorismo, que se ha independizado por completo de la figura dictatorial de su padre, Alberto Fujimori —condenado a 25 años de cárcel por corrupción, secuestro y crímenes de lesa humanidad— y que, de ganar, en ningún caso repetiría la espiral de corrupción generada en el gobierno de su progenitor.
También afirman que, frente al incremento de la delincuencia urbana hasta límites insostenibles, no hay mejor opción que la firmeza de Keiko: ella erradicará las mafias de sicarios y criminales, dicen, igual que su padre acabó con el terrorismo. No deja de ser curioso que, según la conveniencia, el gobierno de Alberto Fujimori sea unas veces un lastre y otras un modelo a seguir.
Pero aun cuando es favorita, Keiko no ha podido disminuir el alto porcentaje de votantes en su contra que la acompaña desde que se lanzó a la presidencia, y que hoy llega al 43%. Su candidatura, siendo muy popular, recibe fuertes críticas por parte de progresistas, académicos e intelectuales, que muestran su preocupación ante los recientes y numerosos indicios que vinculan a personajes del entorno fujimorista con el narcotráfico (cinco de sus congresistas electos son investigados por lavado de dinero relacionado con el narcotráfico). La sospecha de esas conexiones no es solo local: hace unos días el diario británico The Sunday Times publicó una información titulada “Capos de la droga olfatean la victoria en las elecciones de Perú”. Además, el pasado sigue siendo una mochila muy pesada para la candidata. Entre otras cosas se dice que votar por ella sería validar el enriquecimiento ilícito y la violación de los derechos humanos, delitos convertidos en políticas rutinarias durante el gobierno de su padre, cuando se produjeron desde matanzas hasta secuestros, pasando por esterilizaciones forzosas a cientos de mujeres campesinas.
Keiko hizo las veces de primera dama en ese gobierno durante seis años, después de que su madre, Susana Higuchi, se separara del entonces presidente, a quien denunció por maltrato físico y psicológico. Por eso cada vez que Keiko se presenta como madre abnegada no falta quien invoque aquel desagradable episodio y le recuerde cómo le dio la espalda a su propia madre, mientras que se alió con su padre y sus tíos paternos, algunos de ellos prófugos hoy en Japón.
También le reprochan su escasa producción legislativa como congresista (en los cinco años que fue parlamentaria apenas convirtió seis iniciativas en leyes) y, más grave todavía, su ausentismo durante esa misma época: acumuló 500 faltas, pasándole al Estado la costosa factura de más de un millón de soles (unos 250.000 euros).
Del mismo modo, es criticada por no tener grandes logros profesionales y por haber financiado sus estudios —se licenció en administración de empresas en la Universidad de Boston— con dinero otorgado por Vladimiro Montesinos, el oscuro asesor de Inteligencia durante los años más negros del fujimorato.