Obiang, “hasta que dios quiera”
El inmovilismo del presidente más longevo del mundo y el afán de protagonismo de algunos líderes de la oposición han frustrado las esperanzas de cambio en Guinea Ecuatorial
Son muchos los motivos que justifican esta decisión, empezando por la ilegalidad de la convocatoria electoral, que viola claramente los artículos 36.4 de la Ley Fundamental y 51.2 de la Ley Electoral, que estipulan que las elecciones presidenciales se celebran 45 días antes de la expiración de los poderes del presidente o, a más tardar, dentro de los 70 días siguientes. Téngase en cuenta que los poderes de Obiang expiran el 8 de diciembre próximo. Para dejar a la oposición sin opciones reales de participar, el presidente saliente ocultó la fecha de las elecciones, para anunciarla solo 43 días antes de los comicios, mientras estaba siendo descargado en el puerto de Luba un barco de bandera panameña lleno de material de campaña electoral para su candidatura.
A todas las negativas del régimen a las exigencias de la oposición, se añade la militarización de las elecciones
Para seguir comprendiendo todo lo que motivó la decisión de CPDS —a la cual reaccionó el hijo y sucesor de Obiang con insultos personales, ataques y amenazas dirigidas contra mí— hay que remontarse al último congreso de este partido, celebrado en diciembre de 2013, donde se abordó la cuestión electoral y se acordó que CPDS jamás iría a las elecciones futuras en las mismas condiciones que antes, y se adoptaron dos importantes resoluciones.
La primera hace referencia a la necesidad de aglutinar a toda la oposición crítica al régimen en torno a un proyecto democratizador común. La segunda insta al secretario general a proponer al jefe del Estado una Mesa de Diálogo Político Nacional, con el fin de relanzar un verdadero proceso democrático pluralista y participativo que involucre a todos los actores políticos y a la sociedad civil, y que culmine con acuerdos políticos que pongan en marcha un calendario democratizador creíble y aceptado por todos.
La propuesta se la hice al presidente de la República durante una reunión entre ambos en febrero de 2014; Obiang aceptó y, un mes después, me reuní en España con diferentes partidos y miembros de la sociedad civil en el exilio para informales de mi gestión e invitarles a regresar al país con el fin de participar en dicho diálogo. Fruto de esa reunión fue el “Manifiesto de Madrid”, mediante el cual sus firmantes apoyaban la iniciativa de CPDS y exigían al Gobierno guineano, para un diálogo sincero e inclusivo, ciertas condiciones o “gestos de buena voluntad”, entre ellas una ley de amnistía para la liberación de los presos políticos y el regreso al país, en condiciones seguras, de los exiliados políticos. Otras condiciones eran la legalización de medios de comunicación privados y el libre acceso de los partidos a los medios del Estado, además de la presencia de observadores internacionales en el diálogo.
El fracaso del diálogo
Sorprendentemente, gran parte del exilio rechazó dicha iniciativa, poniendo condiciones que, en el actual contexto político internacional, y tratándose de un dictador intransigente como Obiang, eran inviables, por ejemplo, que Obiang abandonase previamente el poder y las negociaciones se desarrollasen en un país extranjero con la mediación de la comunidad internacional. El fracaso de la Mesa de Diálogo, celebrada en noviembre de 2014, estaba, pues, cantado, no solo por esa falta de apoyo de una parte significativa del exilio, sino, sobre todo, porque Obiang no accedió a ninguna de las exigencias de la oposición, si exceptuamos el ambiguo decreto de amnistía que promulgó para dar apariencia de sinceridad al proceso. En cualquier caso, uno de los exiliados retornados consiguió legalizar su partido.
Una vez fracasado el diálogo, que iba a preparar el camino para unas elecciones transparentes y participativas, y con las presidenciales de 2016 a la vista, ¿qué había que hacer? CPDS abrió el debate sobre esos comicios y defendió la participación en los mismos. Para ello, era necesario movilizar a la población en torno a tres cuestiones: inscripciones masivas en el censo electoral, acuerdo sobre una candidatura unitaria de la oposición frente a Obiang y exigencia de unos mínimos de transparencia —consistentes, básicamente, en un censo electoral biométrico, una administración electoral independiente (AEI), libre acceso de los partidos políticos a los medios de comunicación y la presencia, con tiempo razonable, de observadores internacionales imparciales—.
La cuestión de la AEI es crucial teniendo en cuenta que Obiang firmó en 2011 la Carta Africana sobre Democracia, Elecciones y Gobernabilidad, la cual propugna los principios de buena gobernabilidad, participación popular, Estado de derecho y respeto de los derechos humanos, cuya ratificación implicaría la adopción de un compromiso para alcanzar una cultura política basada en la organización de elecciones libres, justas y transparentes, bajo órganos electorales independientes. Dicha carta sigue deliberadamente sin ratificación por parte del Parlamento guineano desde las sesiones del año pasado.
Estado de sitio
Una vez más, Obiang no accedió a las exigencias de la oposición: la Junta Electoral Nacional sigue, una vez más, en manos de Clemente Engonga Nguema, eterno ministro del Interior y miembro destacado del partido en el poder. El censo electoral está plagado de irregularidades y sus detalles no han sido facilitados a los partidos políticos, como se exigió al Gobierno. La radiotelevisión pública y la única privada, propiedad del hijo de Obiang y su previsible sucesor, están al servicio exclusivo del dictador, su familia y su partido, y las utilizan, al mismo tiempo, para denigrar a la oposición. La ley establece que la radio y la televisión concedan 10 minutos diarios a cada partido durante el periodo de campaña electoral; sin embargo, el PDGE ocupa todo el tiempo de esos medios, que transmiten sus actos electorales en directo, le dedican todos sus telediarios, tiempos de noticias, tertulias y programas de entretenimiento. De los demás partidos o candidatos, apenas si se habla. Hasta el día de hoy, solo la Comisión de la Unión Africana ha confirmado el envío de sus observadores, cuya delegación será presidida, irónicamente, por Yayi Boni, expresidente de Benín y amigo personal de Obiang.
A todas las negativas del régimen a las exigencias razonables y democráticas de la oposición, se añade la militarización de las elecciones: desde que se inició el proceso electoral, el país está de hecho en estado de sitio, que Obiang justifica esgrimiendo la necesidad de prevenir ataques terroristas; el 23 de abril, jornada de reflexión, votarán los militares y las fuerzas de seguridad, y el 24 lo harán los civiles, violando, así, la ley electoral, según la cual las votaciones se hacen de manera simultánea y en una sola jornada. La guinda ha sido la llegada al país de un contingente de militares de Zimbabue, sin explicaciones al Parlamento ni a los partidos políticos.
El PDGE espera que el número de militantes sea igual al de votos para conseguir “el cien por ciento” de los sufragios
¿Quiénes concurren a estas elecciones tras la no participación de CPDS? Son siete candidatos en liza. Está el propio Obiang, con 37 años en el poder, apoyado en una eterna coalición de partidos, ninguno de los cuales podría llenar, en solitario, un taxi. El único mensaje del longevo presidente es que si deja el poder, se romperá “la paz reinante” en el país, y no se cansa de repetir que “los blancos que ambicionan nuestros recursos se aprovecharán de la situación para seguir esclavizándonos, como ocurrió en los siglos pasados”. En sus alocuciones, navega en ambigüedades sobre su futuro: a veces dice que esta es su última participación, y otras, que todavía se siente fuerte y, por tanto, dejará el poder cuando dios lo decida.
La “ecuación de oro”
También participan tres candidatos con partidos, y otros tantos independientes, admitidos a última hora ante la ausencia de una oposición relevante en liza. Ninguno de estos tres últimos había conseguido reunir más de 300 firmas autentificadas de las 5.400 exigidas por ley a las candidaturas independientes. Las apuestas no son muy favorables a los candidatos de la oposición. El PDGE habla ya de su “ecuación de oro”: el número de militantes, igual al número de votos, para conseguir “el cien por ciento” de los sufragios. Obiang pide registrar a todos aquellos que voten contra él. Nadie ignora cómo se hará ni cuáles son sus intenciones.
Convergencia para la Democracia Social hizo una propuesta de candidatura unitaria a los demás partidos de la oposición, renunciando a presentar un candidato propio, si con ello se facilitaba el acuerdo. No se consiguió, pero seguiremos intentándolo en el futuro.
Como ocurriese antes de las elecciones presidenciales de 1996, el inmovilismo de Obiang, unido al afán de protagonismo de algunos líderes de la oposición, ha frustrado las esperanzas de cambio que esperaba el pueblo de Guinea Ecuatorial tras las elecciones presidenciales de este año.
Mientras tanto, el pueblo va a seguir en la miseria, sin gozar de ningún derecho y sufriendo los desmanes de una dictadura dispuesta a todo con tal de mantener su dominio sobre una población indefensa. La comunidad internacional debe darse cuenta de que los conflictos políticos son más fáciles de prevenir que de resolver una vez que estallan.