Morir para dar a luz
La pobreza es la principal responsable de esta epidemia de mortalidad materna. El 99% de esas muertes se produjo en países en desarrollo. En términos absolutos, a la cabeza de esta tragedia se encuentran Nigeria e India, con 58.000 y 45.000 muertes respectivamente. Sierra Leona lidera la estadística global en términos relativos, con 1.360 mujeres muertas por cada 100.000 nacidos vivos, una tasa 272 veces más alta que la española. Al otro lado del Atlántico destaca Haití (359 muertes por cada 100.000 nacimientos). Y en América, por detrás de Haití y de Guyana (una excepción histórica en el continente), aparece Bolivia.
Según la OMS, en 2015 murieron 830 mujeres al día por complicaciones durante el embarazo
Primitivo Kawaya Condori tiene 36 años y ha vivido toda su vida en una comunidad a la orilla del lago Titicaca, entre colinas verdes a 4.000 metros sobre el nivel del mar, tan cerca de las nubes que casi se pueden tocar. A pesar de lo imponente que resulta el paisaje, el desarrollo económico de la región es muy escaso. Primitivo se dedica a la agricultura y a la ganadería a pequeña escala. Y llevando su ganado a pastar es como conoció a Rosa, su primera esposa. Rosa murió de una hemorragia a los 27 años después de dar a luz. Junto a las infecciones, a los abortos realizados en condiciones inseguras y a la hipertensión arterial, las hemorragias son unas de las causas más comunes de mortalidad materna en el mundo. La mayoría de estos factores de riesgo podrían ser limitados —y a menudo evitados— con la debida atención de un profesional.
Precisamente por esta razón en el año 2000 los 189 miembros de la ONU fijaron la lucha contra la mortalidad materna como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Aunque el progreso ha sido innegable —la tasa ha disminuido un 44% —, el objetivo de reducirla un 75% ha quedado lejos de cumplirse.
Esta situación de continua emergencia tuvo su eco el pasado mes de septiembre en Nueva York, cuando la ONU aprobó en sesión plenaria los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible. La meta consiste ahora en llevar la tasa global por debajo de 70 muertes cada 100.000 nacimientos, asegurando también que ningún país supere el doble de la media mundial. Para alcanzar estos resultados la tasa de mortalidad tendría que disminuir alrededor de un 7,5% de forma anual entre 2016 y 2030, triplicando la merma que aconteció entre 1990 y 2015.
La falta de atención médica adecuada en los países en desarrollo va mucho más allá de la relación con el PIB. Tiene que ver también con factores geográficos, educativos y culturales. En Bolivia, como ejemplo, hay una brecha en el acceso a servicios de salud entre las mujeres indígenas en las zonas rurales. Esta brecha se debe a una educación más pobre y, también, a la falta de profesionalismo en el tratamiento que las mujeres reciben en el hospital. La profesión médica en los países en desarrollo sigue siendo casi exclusivamente una prerrogativa masculina; los exámenes médicos en los hospitales son percibidos por las mujeres de las áreas rurales como una violación de su modestia y de sus propias tradiciones culturales.
Rosa, la difunta mujer de Primitivo, vivía lejos del centro de salud, pero la mayor barrera que la separaba de los médicos no era la distancia. En las regiones aimaras del altiplano, donde ella vivía, muchas personas no se sienten cómodas siendo atendidas en el puesto de salud. El perfil de las mujeres en situación de riesgo, tanto en Bolivia como en el resto del mundo, es claro: pobres, indígenas, procedentes de las zonas rurales, con bajos niveles de educación y alfabetización.
Este reportaje forma parte de “Mothers and Children First”, un proyecto de periodismo interactivo financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates a través de las Innovation in Development Reporting Grants, unas ayudas gestionadas por el Centro de Periodismo Europeo.