21/11/2024
Internacional

Los «malots» kosovares

La impermeabilidad del tejido social kosovar a las redes estatales abonó las mafias modernas

Los «malots» kosovares
Es el país más pobre de Europa y sobrevive entre remesas de emigrantes y turbios negocios mafiosos. Desde tiempo inmemorial la agricultura de Kosovo se rigió por la ley local de Leke Dukadjin, del siglo XV, que no reconocía las instituciones de ningún Estado. Esa ley tiene dos puntales: la besa (palabra de honor) y la vendetta (venganza de corte siciliano). La impermeabilidad del tejido social kosovar a cualquier red estatal fue el abono para las mafias modernas. 

Kosovo,  más pobre incluso que Albania, ha impuesto a esta su mafia porque, como parte de Yugoslavia, tuvo desde hace decenios una red de albanokosovares en Europa. La Albania estalinista de Enver Hoxha, en cambio, no tenía comunicación con el continente. Sus ciudadanos no habían visto un pasaporte ni podían salir al extranjero para formar colonias. Albania no tuvo conexión ferroviaria con Europa hasta 1986, mientras que de Kosovo salían varios trenes, autobuses y aviones al día. Un diplomático comunista albanés comentaba a un periodista hace 25 años que se iba a casar “con una chica albanesa que llegará a Yugoslavia dentro de una semana en un camión de tomates desde Tirana.” La mafia de Albania tiene una red de kosovares influyentes aunque desdeñosamente apodados malots (montañeses) por los refinados albaneses del sur.

Albania y Kosovo fueron durante siglos un pedregal de miseria. Curiosamente, Turquía se nutrió en esas zonas de grandes talentos. El mayor porcentaje de visires turcos (primeros ministros) fueron albaneses. También hubo rectores de universidad e intelectuales. Pero en Albania y Kosovo lo que quedaba era en su mayoría carne de cañón y analfabetos. En su obra Oriente, Blasco Ibáñez narra su entrevista en Estambul en 1908 con el visir turco Ferid Pachá, albanés y volteriano, muy interesado en Martínez Campos y Weyler.
En torno a Boston y Nueva York existían grupos organizados de albaneses de Albania desde que en la primera mitad del siglo XX vivió allí el intelectual y obispo ortodoxo Fan Noli, cuyo nombre griego original, Theofanus Stylianos Mavromatis, no impidió que fuera un ferviente patriota albanés. Noli tradujo el Quijote al albanés y fue la única esperanza de una Albania democrática opuesta a la dictadura corrupta de Ahmet Zog, que en los años 30 se proclamó Rey Zog I apoyado por Yugoslavia. Su hijo Leka Zog se refugió en España después de la II Guerra Mundial con un pequeño ejército privado, pero fue expulsado por contrabandista de armas y se estableció en Tirana.

Suiza y Alemania fueron desde los años 60 los centros más importantes de residentes albanokosovares entre quienes prosperaron poderosos mafiosos, con los que los fundadores del UCK tuvieron muy buenas relaciones. “En los Balcanes no haces nada si no tienes un par de amigos en el infierno y otro par en el cielo”, solía decir el asesinado primer ministro serbio Zoran Djindjic. Lo que pasa es que los dirigentes albanokosovares parecen tener un par de amigos en el cielo atlantista de Bruselas y una legión en el infierno mafioso de Kosovo.

Aprovechando las escasas raíces todavía vivas del pasado de buenas relaciones del comunismo albanés de Enver Hoxha con China, expertos estadounidenses aseguran que los albaneses están bien implantados en redes de droga y prostitución con mafiosos chinos. Incluso en Australia se ha consolidado la red mafiosa albanesa establecida por el montenegrino Vaso Ulic, al que todos dan por albanés.La meca germana de la mafia albanesa es Hamburgo, donde los testigos perecen con demasiada frecuencia en accidentes.
 Otro de los sueños del albanés medio siempre fue convertirse en italiano, su referente. Según el periodista Roberto Saviano ya no tiene sentido distinguir entre la mafia italiana y la albanesa. Ninguna entiende ni concede mucho futuro a la mafia rusa porque no cree en la familia, única que puede dar consistencia a la organización.

A diferencia de Albania, Kosovo no tiene salida al mar aunque se puede acercar al Jónico a través de Montenegro. Albania, en cambio, solo está separada de la costa italiana por los 72 kilómetros del canal de Otranto, que lanchas ultrarrápidas pueden cruzar en menos de una hora. “Nos encanta pasar chinos porque son menuditos y así nos queda más sitio para la marihuana”, comentaba en Tirana un albanés dedicado al tráfico de droga y personas. 
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