La sociedad del hidrógeno
Japón se propone liderar el desarrollo de una energía limpia para las ciudades que deje atrás la economía del petróleo y del gas
El combustible de hidrógeno, cuando se quema con el oxígeno, no produce emisiones, solo agua. Y se puede usar para alimentar baterías eléctricas que muevan vehículos o para otros fines, tanto en los hogares como en la industria. Su producción requiere a su vez energía, que de momento puede ser de todo tipo, también la nuclear. En Japón se centran en el gas líquido, incluido el metano, así como en otras posibilidades que producen a su vez emisiones de monóxido o dióxido de carbono. El objetivo es lograrlo por electrólisis y que esta se alimente de energía solar o eólica, generando un sistema totalmente limpio.
El Ministerio de Economía, Comercio e Industria japonés (METI por sus siglas en inglés) está detrás de esta iniciativa que podría reducir la dependencia casi total de Japón de la importación de hidrocarburos. E incluso disminuir el uso de una energía nuclear impopular tras el accidente de la planta de Fukushima a raíz del tsunami de 2011.
Esta nueva energía podría reducir la dependencia nipona de la importación de hidrocarburos
El proyecto busca combinar el impulso público, a diversos niveles de las administraciones, con el privado. En 2014 una conferencia estratégica reunió a miembros de industrias de la energía y del automóvil, bajo la presidencia de Takeo Kikkawa, catedrático de la Universidad Hitotsubashi, para impulsar la economía del hidrógeno. Se ha creado una fundación para ello, dotada con 40.000 millones de yenes (320 millones de euros) para gastar de aquí a 2020, además de otras subvenciones públicas.
Energía a prueba de tsunamis
Pero es Tokio, la capital y sede de los Juegos Olímpicos de 2020, la que más empuja, y quiere ser la primera en plasmar esa Sociedad Impulsada por el Hidrógeno en Japón. El Gobierno Metropolitano de Tokio, que administra una población de 12,5 millones de habitantes, está ubicado en un enorme y bellísimo edificio obra del gran arquitecto Kenzo Tange. Desde allí se han planteado cuatro objetivos centrales en cuatro años, y otros que van más allá, según explica Satoshi Hori, director de Planificación, Medio Ambiente, Cambio Climático y Energía de esta administración urbana: 1) reducir las emisiones en la ciudad. El uso del hidrógeno, como ya se ha señalado, solo emite agua, aunque su fabricación de momento aún contamina, 2) lograr esa sociedad del hidrógeno, 3) fomentar su uso industrial, 4) que este tipo de suministro de energía esté disponible en caso de emergencias, como los terremotos o los consiguientes tsunamis. Es decir, lograr “una ciudad limpia y que mantenga sus niveles de vida y de negocios incluso durante desastres naturales”.
El hidrógeno no es un elemento que se suela encontrar aislado en la naturaleza, por lo que hay que producirlo, una tarea en la que se han concentrado algunas empresas como Tokio Gas, Osaka Gas, JX Energy, Iwatani o Panasonic. Ene-Farm es el sobrenombre que se ha dado a la primera batería alimentada por hidrógeno fabricada en Japón para aplicaciones prácticas en el hogar. Extrae hidrógeno de gas líquido y lo combina con el oxígeno ambiental para generar electricidad. A la vez recoge el calor residual para calentar agua en las casas. Es muy eficiente y emite poco CO2.
En el terreno del automóvil, fabricantes como Toyota y Honda, además de Toshiba, están trabajando en ello. En la sala de exposiciones de esta última marca en Tokio, que cuenta con un pequeño circuito, nos permiten comparar el Mirai, de hidrógeno (que se presentará en el Salón del Automóvil en Madrid el próximo mayo), con el muy similar sedán híbrido Prius. Una parte importante del espacio disponible del vehículo lo ocupan las baterías y los depósitos de hidrógeno. Se deja conducir bien. Es más rápido (puede llegar a 180 kilómetros por hora) y ágil que el híbrido. Otra ventaja es que se puede recargar directamente en un poste eléctrico. Pero de momento es caro: incluso con las subvenciones, un Mirai de hidrógeno le sale al comprador por 5 millones de yenes (unos 40.000 euros), frente a los tres millones (24.000 euros) que cuesta el actual híbrido. Aunque, explican en Toyota, una gran ventaja sobre los coches totalmente eléctricos es que el de hidrógeno tiene una autonomía de 600 kilómetros, por unos 200 en el caso de los primeros.
Cuatro retos para 2020
La operación para introducir el coche y la energía de hidrógeno no es nada fácil, explican en el Gobierno Metropolitano de Tokio. El primer reto es introducir estaciones de servicio con hidrógeno para rellenar los tanques de los coches. En la actualidad solo hay ocho en la ciudad. El plan es tener 35 en 2020 (es decir, una distancia de 15 minutos entre cada estación), 80 para 2025 y 150 para 2030.
El segundo desafío es el de promover la compra de vehículos de hidrógeno, tanto automóviles como autobuses urbanos y metropolitanos: 6.000 para 2020 —de ellos 100 autobuses, empezando por los operados por el Gobierno Metropolitano—, 100.000 para 2025 y 200.000 para 2030. Toyota empezó el marketing del Mirai en diciembre de 2013 y espera producir 2.000 unidades en 2016, 3.000 en 2017 y aumentar marcadamente esta producción para 2020.
Incluso con las subvenciones, un vehículo de hidrógeno cuesta un 40% más que uno híbrido
El tercer gran reto es promover esta energía para los hogares, las empresas y el uso industrial. El objetivo es abaratar su coste y aumentar la efectividad de las baterías para introducirlas en una décima parte de los hogares japoneses de aquí a 2030 (1,5 millones de unidades hasta 2020 y 5,3 millones más en la siguiente década). La promoción se va a centrar en nuevos edificios residenciales y casas renovadas. Osaka Gas ofrece ya pilas de combustible combinadas con paneles solares en los tejados. De hecho, el éxito de la economía del hidrógeno dependerá en buena parte de su introducción en los hogares. Este es un compromiso básico sobre el que gira el Cuarto Plan de Energía de Japón, y del que depende el papel central que el país quiere desempeñar en la economía global del hidrógeno, que también se está desarrollando en EE.UU. y otros lugares. El fenómeno se está globalizando y hay ya una revista oficial del sector de la Asociación Internacional para la Energía del Hidrógeno: International Journal of Hydrogen Energy. Japón, según señalan fuentes de la industria, está estudiando la posibilidad de construir gasoductos para transportar este nuevo combustible a los hogares y facilitar la transición desde la economía del petróleo y del gas.
El cuarto reto es concienciar a los vecinos de Tokio de las ventajas del hidrógeno y conseguir que un 30% de la electricidad consumida en la ciudad sea renovable. De hecho, las autoridades promueven que las viviendas tengan sus propios paneles solares para producir electricidad, a la vez que se invierte en la rehabilitación para mejorar aislamiento. Una instalación de hidrógeno para el hogar cuesta un millón de yenes, unos 8.000 euros.
En definitiva, el reto es generar una oferta estable de este tipo de combustible e impulsar la demanda, reduciendo el coste de la tecnología de modo que en 2020 un automóvil de hidrógeno cueste lo mismo que uno híbrido. Aunque algunos piensan ya en aplicarlo incluso al transporte aéreo, quizás sea pronto para saber si el hidrógeno será el combustible del futuro. Sin embargo, cuando Japón apuesta por algo y moviliza sus energías públicas y privadas con este fin, el mundo suele tomárselo en serio.