La nueva dictadura de los algoritmos
Las plataformas digitales condicionan la formación de opiniones mediante criterios no neutrales
La capacidad de influencia de las plataformas digitales en la formación de opiniones es una resultante de la concentración de datos y de usuarios, señalan ambos expertos, para quienes los medios y la tecnología no son nunca neutrales.
Y esto no se limita, conviene reconocerlo, a los medios digitales. Basta con fijarse, por ejemplo, no ya en los editoriales o comentarios de algunos de los medios que llamamos tradicionales, sino en la propia selección de noticias, en la jerarquización de las mismas o en la omisión de otras.
Nos referimos, por supuesto, a lo que ocurre en los países considerados democráticos, porque la censura y la manipulación informativa son más que evidentes en los regímenes autoritarios.
Pero en el mundo digital la influencia se produce sobre todo por la acción de los propios algoritmos que se utilizan en los motores de búsqueda, por la selección que hacen de las informaciones y que suele responder, al igual que ocurre en la publicidad, a las preferencias de los usuarios.
Quien configura los algoritmos decide la “relevancia” de las informaciones, y en tanto en cuanto la misma esté en función de las preferencias expresadas por la mayoría, el resultado automático no puede ser otro que el reforzamiento de las opiniones dominantes con exclusión del resto del espectro.
Los intermediarios digitales valoran las pautas de comportamiento de los usuarios a fin de “optimizar” la oferta de forma que estos reciban solo aquellas noticias que mejor se ajustan a sus perfiles individuales. Es lo que hacen ya también muchas páginas digitales de los periódicos, que ofrecen al lector una selección de artículos determinada siempre por las preferencias observadas o expresadas por este.
El resultado de ese proceso de filtraje es que cada cual se ve confirmado en sus opiniones o eventuales prejuicios en detrimento de lo que debería ser la libre reflexión sobre distintas opciones. A cada uno se le ofrece lo que quiere leer, ver o escuchar sin que le llegue muchas veces lo que podría contribuir a enriquecerle cultural o políticamente.
Ocurre además, como señalaba ya hace años el Proyecto para la Excelencia en el Periodismo, que aunque internet se caracteriza en principio por ofrecer un número casi ilimitado de portales que cubre un amplísimo espectro de opiniones políticas, las más populares están asociadas a los grandes grupos mediáticos.
¿Por qué no se pregunta cada cierto tiempo a los usuarios de forma transparente y clara si desean seguir recibiendo una selección de noticias adecuada siempre a los mismos criterios y con exclusión del resto del espectro?
El intercambio de informaciones y opiniones es esencial para el buen funcionamiento de la sociedad civil y una democracia debería fomentar un pluralismo muchas veces lastrado por tales ofertas “personalizadas”.
Dado que los algoritmos que utilizan las plataformas digitales y que parecen el secreto mejor guardado del mundo gobiernan, regulan, clasifican e influyen de modo creciente en nuestra percepción de la realidad, hay que preguntarse si hay algún responsable de los mismos.
Pues aquellos no se basan solo en el análisis automático y objetivo de datos, en cálculos totalmente neutrales, como pretenden algunos, sino que dependen siempre de tomas de decisiones que obedecen a determinados criterios.