21/11/2024
Europa

La Iglesia y la identidad nacional griega

Tsipras es el primer jefe de Gobierno que no jura el cargo en nombre de la Santísima Trinidad en un país donde el 79% dice creer en Dios

La Iglesia y la identidad nacional griega
Un sacerdote pasa junto a un cartel publicitario en una calle del centro de Atenas.T. Korol / Aurora / Contacto

El taxista que acaba de blasfemar por lo mal que vive ahora el proletariado en Grecia casi suelta el volante para santiguarse tres veces al pasar ante la iglesia de la céntrica calle Asklipiou de Atenas. La mayoría de los griegos son más practicantes que creyentes. Practicar es para ellos pertenecer al grupo, a la familia, a los amigos; pintar huevos y mandar a los niños a gritar por las calles que Jesús ha resucitado en Semana Santa o a cantar villancicos por el barrio en Navidad.

Hasta el primer ministro Alexis Tsipras, ateo convencido y unido por el amor sin papeles a Perísteri (Paloma), con la que tiene dos hijos sin bautizar, asistió por cortesía a un oficio de Pascua este año, con el país postrado por la deuda y la miseria. Al apagarse todas las luces en la iglesia y encenderse las velas, un pope anunció con voz de bajo “¡Cristo ha resucitado!”, a lo que unos guasones replicaron: “¡Pues que vaya a Bruselas!”.

Las estadísticas son contundentes: el 79% de los griegos cree en Dios, frente al 59% de los españoles y el 51% de la media europea. El  16% de ellos, además, cree en alguna “fuerza superior” y el 4% se declara ateo (en España lo hace un 19%). Según el Eurobarómetro solo Malta, Rumanía y Chipre superan en religiosidad en la Unión Europea a Grecia, que se sitúa al mismo nivel que Polonia.
Históricamente, hay quienes consideran a los griegos los polacos del sur. Estos últimos potenciaron siempre su marca diferencial católica frente a la fuerte presencia luterana en la fronteriza Alemania y de cara a la Iglesia ortodoxa rusa. También los griegos se cubren de Turquía con el escudo de su ortodoxia, así como de la ambición católico-veneciana ya trasnochada sobre las islas del Egeo, que ellos resumen en el vaticanismo.

Después de lo turco, lo peor para los griegos es el catolicismo que, según ellos, con métodos arteros y aparentemente fraternales querría absorber corrientes de la ortodoxia como la ucraniana. 
En diciembre de 1940, representantes del clero católico griego (hoy un 2% de la población) pidieron al general Franco que intercediera por la igualdad entre los ortodoxos y los católicos, considerados por los primeros descendientes de los conversos que se vendieron hace siglos “al oro de Venecia”. En aquel momento Italia acababa de atacar a Grecia y se habían roto todos los contactos (el Vaticano incluido). A falta de Italia, era España la que sonaba en Grecia como número dos del catolicismo.

Hoy, la Iglesia griega teme perder su relativa predominancia sobre la ortodoxia mundial a manos de Rusia, donde el patriarca Cirilo I y Putin van de la mano en esta cuestión de gran trascendencia internacional para ambos. En tiempos del comunismo Rusia estaba desvinculada de los temas religiosos, pero ahora Moscú vuelve a querer convertirse en la tercera Roma, cabeza de la fe ortodoxa, como los zares en su tiempo. 

Solo Malta, Rumanía y Chipre superan a Grecia en religiosidad en la UE. Y solo el 4% de los griegos es ateo

De enorme importancia para el patriarcado griego ha sido la visita del papa Francisco al patriarca Bartolomé II tras la abolición de las excomuniones recíprocas pronunciadas hace mil años por Constantinopla y Roma. La ruptura entre las iglesias de Oriente y Occidente, mucho más que un problema teológico, fue una cuestión política reflejo de la ruptura en dos del Imperio romano. Nadie le concede hoy la suficiente importancia a si el Espíritu Santo procede solo del Padre (como aseguran los ortodoxos) o del Padre y del Hijo (como creen los católicos).

El cristianismo ortodoxo tuvo también que armarse de heroísmo y patriotismo para poder ser asimilado en el siglo XIX por griegos que estudiaban en la escuela textos sobre sus 12 dioses, entre ellos Zeus, Poseidón y Apolo . “¿Y Jesús?”, se preguntaban muchos niños. La ayuda de Rusia —junto a Francia e Inglaterra— a Grecia para obtener la independencia de Turquía en 1830 fue capitaneada por los popes de Patras y otras regiones. Según la socióloga Effie Fokas, la Iglesia se hizo entonces con la bandera de la identidad nacional griega junto con los combatientes arvanitis (de origen albanés). El actual arzobispo primado de Grecia también es arvanitis. Lo musulmán sigue siendo lo malo para la mayoría. Y lo turco, el demonio.

Pero no parece que les fuera tan mal a los popes durante los siglos de dominio otomano en Grecia. Cuando se le pide a la Iglesia ortodoxa que pague más impuestos,  los popes responden que lo que ahora tienen, en tierras y otros bienes, no llega al 4% de lo que disponían en tiempos de Turquía. Se considera que los popes eran en los pueblos remotos del Imperio otomano la conexión con el sultán de la sociedad civil griega sometida.

El pope regordete, barbudo, entre bonachón y picaruelo sigue siendo una especie de cabeza costumbrista de las aldeas griegas. Sabe beber un par de ouzos (el anisado griego) y echar una partida con los lugareños. Este periodista se encontró en la isla de Naxos con el izquierdista Manolis Glezos jugando a las cartas en una taberna de su pueblo natal, Apiranthos, con el pope del lugar. Glezos es el hombre que arrancó la bandera nazi de la Acrópolis en 1941. Por aquel gesto la URSS dio su nombre a una montaña e imprimió un sello con su foto. Pero al pope aquello le importaba poco. Aunque descarriado, el político era su parroquiano. Y echarse con él una partida le daba prestigio entre la izquierda isleña. 

La eterna crisis 

Grecia es el país que mejor ha vendido su crisis a la opinión pública occidental, pero cuando otros balcánicos —serbios o bosnios, por ejemplo— van a Grecia dicen que ya les gustaría vivir como ellos. El nivel de vida de la clase media y trabajadora ha pegado un gran bajón, pero el país tiene 15.900 euros de PIB per cápita frente a los 4.500 de Serbia. Aun así, los lugares de los Balcanes con peor nivel de vida no tienen la deuda ni la amenaza de quiebra de Grecia. Desde hace un siglo, los campesinos de Serbia y de la Macedonia eslava recuerdan penurias similares de su vecino y responden “de dinero ando peor que Grecia” cuando alguien les pide prestado.

La Iglesia paga al fisco un 5% por las donaciones que recibe, pero está exenta de la mayoría de impuestos

Como en Grecia no había catastro hasta este año —se terminará en Atenas, pero no en el resto del  país— nadie sabe cuántos latifundios tiene con exactitud la Iglesia, pero son muchos y muy extensos. Se cree que esta poderosa institución es la que más tierras posee en el país, a excepción del Estado, incluyendo valiosos inmuebles en la capital (hoteles, centros comerciales y edificios de oficinas alquilados), templos, monasterios, fundaciones, donaciones, pequeñas islas, acciones en bancos y corporaciones... La Iglesia paga al fisco un 5% por las donaciones que recibe y un 10% por sus inmuebles no dedicados al culto, pero está exenta de la mayoría de impuestos.

El arzobispo Hieronymos II de Atenas, al frente de la Iglesia Ortodoxa griega, declaró en Semana Santa que estaban dispuestos a explotar sus propiedades para recaudar dinero y ayudar así a pagar la deuda nacional (desde 2009, el país debe 240.000 millones de euros a la UE y el FMI en fondos de rescate), aunque no especificó qué clase de negocios tenía en mente.  “Si el Estado necesita que cooperemos, aquí estamos”, anunció en una entrevista en televisión. Preguntado si considerarían vender algunas de sus propiedades, contestó tajante: “No, lo que digo es que trabajemos juntos y que el país pueda utilizar lo recaudado para pagar su deuda, pero la tierra seguirá en manos griegas”.  

Tsipras escribió una carta al arzobispo agradeciendo su ofrecimiento y sugiriendo poner en marcha un comité de estudio y resolución de los asuntos eclesiásticos en Grecia, un país donde la Iglesia es clave en la sociedad, pero cuyos críticos aseguran que tiene demasiadas propiedades, paga muy pocos impuestos y no ha dado la talla durante la crisis. La Iglesia, por su parte, insiste en su labor caritativa y repite que los popes reparten diariamente 10.000 raciones de comida “e incluso ayudamos a algunos a pagar sus recibos de la luz”, afirma el obispo Antonios Avramiotis, que muestra a la prensa un libro de registros de la propiedad cedida al Estado. 

Para algunos eso no basta y habría que exigirle mucho más, “ya que el Estado paga el sueldo de los popes”. Para muchos analistas del mercado griego las evasiones de la Iglesia y los armadores son probablemente inferiores económicamente a la plaga generalizada que se extiende en esta sociedad, donde es habitual no pagar impuestos. Eso sí, la clase media profesional y la mayoría de los trabajadores son fácilmente controlables por las retenciones. Pero la economía sumergida nutre a un tercio del país. Y es un secreto a voces que se está ultimando un plan de amnistía fiscal para cuando el fisco tenga acceso a las numerosas cuentas griegas en Suiza.

El profesor Panos Chakoglu, de la Universidad de Economía y Negocios de Atenas, advierte que no se puede esperar un milagro económico tras una eventual mayor contribución de la Iglesia a las arcas del Estado, sobre todo ante la vertiginosa caída de los precios inmobiliarios. Pero el sector laico de la intelectualidad griega, más activo e influyente que numeroso, considera que ya es hora del asalto a los restos teocráticos bizantinos. 

El actual primer ministro Tsipras es el primero en la historia de Grecia que no ha jurado su cargo en nombre de la Santísima Trinidad. El líder de Syriza se cubre las espaldas frente a sus votantes religiosos a través de su alianza con el derechista ortodoxo Panos Kamenos, del partido Griegos Independientes, que se dice “contrario a la tortura económica occidental” y se propone  “proteger a la familia griega y al ciudadano del asalto de los mercados”. Lo único que une a Kamenos y a Tsipras es su repulsa al liberalismo.

Una ocasión perdida

Los intelectuales laicos lamentan que el gobierno socialista del Pasok perdiera en el año 2000 la ocasión de capitalizar el primer fracaso público de la Iglesia y no nacionalizara sus bienes, como quiso hacer en 1987 sin atreverse finalmente. La Unión Europea y el entonces primer ministro heleno, Kostas Simitis, le habían exigido a la Iglesia, de acuerdo con la Agencia de Protección de Datos, retirar del documento nacional de identidad el apartado de religión. Los popes sacaron a las calles de Salónica, Atenas y otras grandes ciudades a más de tres millones de griegos partidarios de que, como hasta entonces, la religión siguiera figurando en sus carnets de identidad. El arzobispo de Atenas ganó aquel pulso con más de tres millones de votos favorables a la mención de la religión, pero ni Bruselas ni el gobierno socialista cedieron,  y ahora no se puede saber quién es ortodoxo o musulmán a través del DNI.

El juramento de los cargos ministeriales en nombre de la Santísima Trinidad es visto como justo por el 26,19% de los griegos consultados en una encuesta. El 27% lo rechaza, el 9,55% lo considera inaceptable y el 18,45%, ridículo. Queda, sin embargo, el hecho de que constitucionalmente la religión ortodoxa es descrita en la Carta Magna helena como dominante, lo que es interpretado en el país como religión de Estado.

Los problemas económicos griegos empezaron al mismo tiempo que estallaba el escándalo del monasterio de Vatopedi, el segundo más importante de los 20 que se encuentran en el llamado Estado Monástico Autónomo de la Montaña Sagrada, en el Monte Athos. Los monjes necesitaban unos millones de euros para renovarlo y encontraron unos documentos de la época bizantina en los que descubrieron que Vatopedi era propietario de unas tierras que desconocían, sobre todo en el norte de Grecia. De una operación de trueque de terrenos con el Estado resultó una fraudulenta apropiación monacal de más, quizá mucho más, de 100 millones de euros. Aquel episodio con el gobierno conservador en 2009 llevó a la caída de su jefe, Kostas Karamanlís, y a la detención del abad Efrem, director de aquella operación.
 

Los tres temores de Grecia

Juan Fernández Elorriaga
La Iglesia ortodoxa, como la católica, lleva al creyente a vivir en el temor de Dios. Pero el Estado griego vive tres temores, de mayor a menor: la Iglesia, los armadores y el Ejército. Este último parece ahora en calma, tras el catastrófico resultado del golpe de 1967 y los subsiguientes siete años de dictadura que terminaron en la intervención turca en Chipre, con el pretexto de impedir la anexión de la isla por Grecia.

Además, ante su enorme desarrollo, a Turquía se le está quedando pequeño el mar Egeo y pone sus miras en Oriente Medio. La Iglesia, siempre que se le echa en cara que no paga todos los impuestos que debería por sus propiedades, repite que reparte miles de comidas al día a los necesitados y que sus obras de misericordia se verían seriamente amenazadas si el fisco la empobreciera. A quien más teme el Estado democrático es a la Iglesia, máquina de votos arraigada en la sociedad, aunque pierde terreno entre los jóvenes. El propio Gobierno de Syriza y su primer ministro, Alexis Tsipras, que cuenta con un 37% de votantes ortodoxos, tuvieron que dar marcha atrás en aspectos importantes de su reivindicación inicial de los derechos de los homosexuales.

Los armadores son la gran industria de Grecia y, a diferencia de la Iglesia, tienen una movilidad que les permite actuar de pretorianos económicos ante el Estado. No pagan impuestos por sus beneficios, sino por su tonelaje total. Nikolas Vernikos, armador, comenta que no es fácil en estos tiempos “ser taxista en el mar”, y que si se les gravara más tendrían que enarbolar banderas de conveniencia. Los entendidos en la enorme Marina mercante griega apuntan  que ya hay sondeos al respecto con Chipre y las islas Caimán.
La corriente crítica de economistas griegos liderada por el profesor Valia Aranitou, de la Universidad de Creta, recomienda al Ejecutivo jugar duro contra el envite lanzado por los armadores al hoy mendicante Estado. El profesor suele decir que se les podrían subir los impuestos. Y los 1.500 armadores griegos se defienden asegurando que anualmente proporcionan a Grecia 15.000 millones de euros, 1.300 euros por habitante, y que ya han acatado un impuesto adicional de tres años por la crisis en este país de 11 millones de personas. Los armadores creen que la filantropía no viene de la Iglesia, sino de ellos. Hasta Tsipras parece haber aminorado el brío amenazante en su contra, pensando en el 25% de parados que tiene el país y en los 200.000 puestos de trabajo que aseguran mantener las navieras.