La histórica encrucijada del laborismo israelí
Debe decidir si aún se define como un partido de izquierda o si se asocia al derechista Likud
La anexión de los territorios palestinos ocupados por Israel es otro de los anhelos de los “mesiánicos”, ampliamente representados en la coalición que formó Benjamin Netanyahu tras su victoria en las elecciones de 2015. No obstante, el primer ministro necesita un rostro amable como el de Herzog para no quedar aislado de la comunidad internacional, principalmente de Estados Unidos. Para ello, el astuto jefe del Likud invitó al presidente del Partido Laborista a ocupar el cargo de ministro de Asuntos Exteriores en su gabinete. Herzog respondió que estaría dispuesto a considerar la propuesta siempre que Netanyahu se comprometa a destituir al ministro de Defensa Avigdor Liberman, jefe del partido Israel Beitenu (Israel Nuestro Hogar), algo que arrastraría al país a una confrontación contra el mundo árabe.
Los más progresistas acusan a su líder de traicionar los principios más sagrados del partido
El sector más progresista del laborismo —los llamados “palomos”— arremetió contra Herzog por entablar conversaciones con Netanyahu. Se le acusó de estar echando por la borda los principios más sagrados del partido: la defensa de una democracia asediada, así como su apoyo a la creación de un estado palestino en Cisjordania y Gaza. “¿Acaso un auténtico laborista puede participar en una coalición que incluye la Casa Judía (el partido nacionalista que se opone a cualquier concesión territorial en aras de un acuerdo paz)?”, objetó el diputado Elad Margalit.
Tregua por la muerte de Peres
Por su parte, el historiador Avi Lejner, veterano militante laborista, reclamó un pronunciamiento claro desde la dirección sobre la orientación del partido. “Los ciudadanos tenemos derecho a saber si aún se definen como izquierdistas. En tal caso deben actuar en consecuencia antes de quedar reducidos a marionetas del Likud, que a su vez se ha mimetizado ideológicamente con sus aliados de la ultraderecha”, manifestó Lejner en un debate televisivo.
En su defensa, Isaac Herzog alegó que si el laborismo se niega a ocupar el puesto que se le ofrece, perdería los votos de un electorado que, mal que les pese a los idealistas de su partido, se ha ido desplazando hacia la derecha del mapa político, como ha quedado demostrado en las tres últimas elecciones. Para Guidon Levy, analista del diario Haaretz, “la realpolitik de Herzog entraña la presunción de que el Partido Laborista se transformará en una irrelevante pieza de museo, a menos que concierte una alianza con sus rivales del Likud”.
El reciente fallecimiento de Shimon Peres, que a sus 93 años era el último de los fundadores del Partido Laborista, impuso una tregua en la polémica sobre el incierto futuro de esa formación. El pasado viernes, los funerales del expresidente y premio Nobel de la Paz convocaron en Jerusalén a personalidades como el presidente de EE.UU., Barak Obama, o el rey de España, Felipe VI. Destacó la presencia de Mahmud Abbas, el jefe de la Autoridad Nacional Palestina, que se había comprometido a no pisar suelo israelí mientras no se reconozca el derecho de los palestinos a formar un estado soberano.
Abbas rompió su promesa para rendir tributo, según dijo, “a un socio leal en la búsqueda de una convivencia pacífica que ponga fin al derramamiento de sangre”. El antes mencionado Guidon Levy sostiene que si dos estadistas de la estatura de Peres y Rabin no pudieron resolver el conflicto con los palestinos, menos se puede esperar de quienes quedaron al mando de una agrupación que a su juicio “ha perdido el rumbo y la autoestima”. Repasemos la historia: más que un partido político, el laborismo representó la fuerza dominante dentro del movimiento sionista que dio origen al estado de Israel.
Primeras fracturas en 1967
Bajo la férrea tutela de David Ben-Gurión, el primer jefe de gobierno que tuvo el país, el laborismo dio origen a los famosos kibutz, comunidades socialistas que recibieron el elogio del líder cubano Fidel Castro. La Guerra de los Seis Días (1967) provocó las primeras fracturas dentro de la izquierda, cuando el sector activista del laborismo indujo a un grupo de jóvenes religiosos a que se estableciera en Hebrón, una de las ciudades palestinas más pobladas de Cisjordania que cayó en manos del Ejército israelí tras su victoria en el campo de batalla.
Peres vaticinó que aquel “pecado de juventud” le perseguiría hasta el final de sus días
Insólito como pueda parecer, en 1975 Shimon Peres, entonces titular de Defensa del gobierno de Isaac Rabin, autorizó la creación de un asentamiento civil en la localidad palestina de Sebastia, en el centro de los territorios ocupados. Sin proponérselo, Peres sembró la semilla para que dos años después, cuando el Likud llegó al poder bajo el mando de Menajem Beguin, las colonias judías proliferaran hasta sumar 130 en la actualidad, sin incluir los 100 pequeños asentamientos que no cuentan con autorización del Gobierno, lo cual no significa que vayan a ser desalojados.
Tras convertirse en un gran defensor del pacifismo, Peres vaticinó que aquel “pecado de juventud” le perseguiría hasta el final de sus días, ya que los asentamientos constituyen el principal escollo -—insalvable quizás— para llegar a un entendimiento que ponga fin al prolongado conflicto con los palestinos.