Jenny Offill. Contra el amor eterno
Departamento de especulaciones, una novela fragmentaria y absorbente, cuestiona el mito del matrimonio feliz
La protagonista de Departamento de especulaciones, de Jenny Offill (Massachusetts, 1968), colocó en su escritorio durante años una nota que decía: “¡TRABAJO SÍ, AMOR NO!” . Le parecía que ese binomio era condición y garantía para ser feliz. Ella quería ser un “gigante del arte”, lo cual significaba no casarse, no tener que ocuparse de las “cosas prosaicas”, que es lo que impide a las mujeres convertirse en artistas. Sin embargo, durante gran parte del libro ella pasará de hablar en primera persona a esconderse tras la demoninación “la esposa” —en realidad, ninguno de los personajes de la novela tiene nombre propio—.
La segunda novela de Offill retrata el delirio de una madre, a veces con un humor transgresor e hilarante
En una entrevista que le hicieron en la cadena británica de librerías Foyles, le preguntaron a Offill si en su opinión el conflicto entre el yo y los roles sociales es habitual entre las mujeres de hoy. “Creo que el amor que muchas mujeres sienten hacia sus parejas y sus hijos es tan extremo hasta el punto de llegar a ser destructivo. Especialmente en los primeros años, es difícil recordar quién eres fuera de él.”
De ese proceso de alienación trata precisamente la segunda novela de esta escritora estadounidense —la primera, Last Things, fue publicada en el año 1999 y no ha sido traducida al español— , autora también de libros para niños y coeditora de dos antologías de relatos. Departamento de especulaciones fue uno de los 10 mejores libros del año 2014 según The New York Times.
Incompatibilidades
La protagonista es una chica que no ha llegado a la treintena, ambiciosa e insomne, con una obra ya publicada. Un amigo le presenta a un chico que hace paisajes sonoros de la ciudad para la radio. Y ella rompe su propósito existencial. Se casan. Tienen una hija. Empieza la ambigüedad, una mezcla de satisfacción y frustración. Porque ser esposa y ser madre parece incompatible con escribir ese segundo libro por el que todo el mundo le pregunta, pero al mismo tiempo aporta un motivo para existir: “Cuando le daba el pecho en mitad de la noche [la niña] me miraba con los ojos perplejos de un náufrago, como si mi cuerpo fuera la isla desierta a la que había llegado arrastrada por la corriente”.
Offill retrata el delirio de una madre, a veces con un humor transgresor e hilarante. Como cuando está tentada de pasar cinco horas gritando al oído de una chica a la que en el metro le oye decir la expresión “dormir como un bebé”, o cuando a la pregunta de qué hay de punk en un matrimonio responde “los vómitos y la mierda y los meados”. Estas salidas ingeniosas, que son como bocanadas de aire, no ocultan el lado amargo de su situación: ver que su vida no es como ella creía que iba a ser, como en esas cartas que su marido y ella se escribían al principio, cuyo remitente era el departamento de especulaciones. Esto tiene un reflejo irónico en el hecho de que ella acepte ser el negro de un rico que quiere escribir un libro sobre la carrera espacial. Esa ironía llega al paroxismo cuando bromea con la idea de dedicarse a redactar frases para meter dentro de galletas de la suerte.
Entre esas especulaciones no debía estar la posibilidad de la infidelidad. Pero esta aparece, él tiene una aventura con una compañera del trabajo. Es en este momento cuando deja de hablar desde el yo para hablar en tercera persona de lo que le ocurre a la esposa. En otra entrevista, para Hobart, Offill explica que era la manera más lógica de reflejar la disociación que sufre el personaje entre ella misma y su vida. La inestabilidad existencial que se desata hace pensar en la protagonista de Los días del abandono (2002) de Elena Ferrante, otra mujer que ve frustradas sus aspiraciones como escritora cuando se casa y tiene hijos y cuyo marido la deja por una chica más joven.
Ruleta bibliográfica
La protagonista confirma la llegada de la crisis matrimonial con una anécdota histórica: “En el año 2159 a.C., los reales astrónomos Hi y Ho fueron ejecutados por haber sido incapaces de predecir un eclipse”.
La autora ahorra explicaciones inútiles y deja ver únicamente los detalles imprescindibles
Departamento de especulaciones está cuajado de citas y referencias a otros autores, y también de datos curiosos. Todos confluyen en la narración, como si fueran glosas o trampolines. En declaraciones a The Paris Review, la autora explica que cuando no puede escribir recurre a lo que ella llama “ruleta bibliográfica”: ojea libros para encontrar inspiración. En su página web hay una sección titulada Half a Library que recoge los títulos y escritores que confluyen en el libro: Yeats, Kafka, Berryman, Renata Adler, Mary Robinson, entre otros.
La novela avanza hilando breves párrafos (a su vez organizados en breves capítulos). Esta fragmentariedad no supone un obstáculo para seguir la historia. Cada fracción de texto es como un destello que ilumina las escenas más significativas. En la entrevista para Hobart, la autora dice que los lectores son inteligentes, no necesitan que se les explique todo, y cita a Waldo Salt, el guionista de Cowboy de medianoche: “Arte es la eliminación de lo innecesario”.
Offill deja ver únicamente los detalles imprescindibles que, en pocas palabras, lo dicen todo y que adquieren a menudo una carga metafórica. Por ejemplo, cuando el cachorro que compran, en un intento más por salvar el matrimonio —se mudan al campo, ella toma pastillas—, no deja de lamer un cadáver.
“Prohibido comparar las expectativas que teníamos con los logros reales que hemos alcanzado”, se dice antes de la debacle. Departamento de especulaciones es una absorbente y audaz novela que respeta al lector y que con lo esencial habla de ambiciones frustradas y cuestiona el mito del matrimonio eternamente feliz .
Jenny Offill
Traducción de
Eduardo Jordá
Libros del Asteroide,
Barcelona, 2016,
172 págs.