Irlanda, entre la incertidumbre y la ficción
El tratamiento preferencial de Dublín a las multinacionales, sobre todo de los sectores tecnológico y farmacéutico, infla los ingresos fiscales del Gobierno pero ofrece una imagen distorsionada de la economía irlandesa
La República de Irlanda se ha instalado en el terreno de la incertidumbre y la ficción, a la espera de que el Brexit revele su verdadero impacto y el Gobierno de Dublín ofrezca una radiografía más creíble sobre la marcha de la economía nacional. La Oficina Central de Estadísticas (CSO) dejó a los observadores locales e internacionales perplejos cuando el pasado mes de julio informó de que el Producto Interior Bruto (PIB) irlandés creció un 26,3 % en 2015 respecto a 2014. Habían transcurrido apenas tres semanas desde que la mayoría del electorado británico votó a favor de la salida de Reino Unido de la UE y, en Irlanda, el debate giraba en torno a los riesgos y oportunidades que presenta el divorcio de Londres con Bruselas.
La balanza estaba ligeramente inclinada del lado de los más pesimistas, pese a que el informe anterior de la CSO, publicado en marzo, confirmó que el PIB había crecido casi un 8% en 2015 y pronosticaba un avance en torno al 4% o 5% en 2016.
El hecho de que la cifra revisada del 26,3% diese la vuelta al mundo en pocos minutos da una idea de cómo la globalización ha logrado que la economía de una pequeña isla de la periferia europea acapare titulares en grandes medios internacionales, según el economista jefe de la aseguradora Friends First, Jim Power. “Esto no es necesariamente una buena noticia. En realidad —opina— es mala. La publicación de esos datos ha puesto un gran foco sobre nuestras finanzas, calificadas por algunos expertos de cuento de hadas o ‘economía de duendes’, en palabras del premio Nobel Paul Krugman.”
El anuncio de que el PIB irlandés creció un 26% en 2015 ha vuelto a poner el foco sobre las finanzas del país gaélico
Power recuerda que, desde hace ya varios años, la comunidad internacional mira con lupa los ventajosos, y en algunos casos supuestamente opacos, acuerdos fiscales firmados por sucesivos gobiernos en Dublín con multinacionales para atraerlas a la isla, cuyo impuesto de sociedades “oficial” es del 12,5%, uno de los más bajos de Europa. “Las actividades de esas compañías, que han contribuido a elevar el crecimiento del PIB por encima del 26%, van a generar incluso más atención no deseada”, advierte el economista.
Los expertos consultados señalan que la CSO elabora sus informes siguiendo las normas establecidas por la oficina estadística comunitaria, Eurostat, pero critican su falta de transparencia a la hora de revelar detalles sobre las operaciones de las multinacionales, pues se acoge a cláusulas de confidencialidad.
Entre lo que sí ha aportado la CSO para tratar de dar sentido al irreal PIB irlandés figuran cuatro factores excepcionales. Por varios motivos, estos confluyeron durante el pasado año para ofrecer una “imagen totalmente distorsionada de la economía”, apunta Constantine Gurdgiev, profesor de Finanzas del Instituto Middlebury de Estudios Internacion ales y profesor adjunto de Finanzas en el Trinity College de Dublín.
Efecto llamada
En los últimos años varias multinacionales, como Apple, transfirieron a Irlanda parte de su portafolio de patentes y activos relacionados con la propiedad intelectual (PI), en respuesta a las nuevas medidas lanzadas por la OCDE para combatir la evasión fiscal.
Irlanda, recuerda Gurdgiev, decidió acabar en 2014 con el llamado “doble irlandés”, un controvertido esquema que permitía crear una sociedad en este país con subsidiarias en paraísos fiscales para minimizar sus beneficios en jurisdicciones con altos impuestos y potenciarlos en las de baja fiscalidad, como Irlanda.
Con esta maniobra, las multinacionales y sus filiales, sobre todo las del sector tecnológico y farmacéutico, podían venderse entre ellas mismas sus propios bienes y servicios a un precio fijado por sus directivos, que en el caso de las patentes y PI suele ser subjetivo.
Dublín, dice Gurdgiev, ha pasado de “ofrecer vacíos legales fiscales más tradicionales” a acordar con las multinacionales “tratamientos preferenciales” para que reubiquen sus patentes y PI legalmente en este país, lo que ha inflado significativamente los ingresos fiscales del Gobierno. “No obstante, se trata de uno de los sistemas menos transparentes y más ventajosos para las empresas”, denuncia el economista, que no duda en tildar a Irlanda de “paraíso fiscal”.
“Sin duda, algunas multinacionales usan sus operaciones aquí para reducir sus obligaciones tributarias en otros países, pero un paraíso fiscal es un lugar donde se facilita la evasión fiscal. Nadie puede decir que esto es evasión fiscal, que es ilegal. Hay diferencia entre evadir y minimizar los impuestos", precisa Dan O'Brien, economista jefe del Instituto de Asuntos Internacionales y Europeos (IIEA).
Con el fin del “doble irlandés” también ha aumentado en este país la llamada “inversión fiscal”, por la que una gran multinacional adquiere una compañía menor para establecer su nueva sede corporativa en la jurisdicción de la firma incorporada, donde la fiscalidad es inferior. Es el caso, por ejemplo, de la farmacéutica estadounidense Allergan, fabricante del bótox, que transfirió su cuartel de operaciones a Dublín tras fusionarse con la irlandesa Actavis por 66.000 millones de dólares. “Estas inversiones corporativas no tienen impacto alguno sobre la economía real. Son un truco contable más”, sostiene Gurdgiev.
Otro fenómeno, que a veces se solapa con las “inversiones fiscales”, es el de la subcontratación de manufacturas, el cual contribuyó durante el pasado año a aumentar un 102% las exportaciones netas irlandesas, una cifra a todas luces artificial. En el pasado, las multinacionales radicadas en Irlanda subcontrataban la elaboración de productos a empresas en el exterior que regresaban a la isla para, por ejemplo, su empaquetado y distribución, lo que se catalogaba como una importación y equilibraba la balanza comercial. Ahora, muchos de esos productos ni siquiera entran en la economía local y las exportaciones crecen de manera desproporcionada.
Por último, algunas compañías de alquiler de aviones domiciliaron sus multimillonarios balances de cuentas durante el pasado año en Irlanda, considerada como un gran centro global de este sector, donde se arrendan hasta 4.000 aparatos comerciales.
“Cuando tienes una economía como la irlandesa, muy globalizada, no se mide bien. Sin duda, esos factores inflan la actividad económica real de las cuentas nacionales en el apartado de exportaciones e inversiones”, opina O'Brien. El economista del IIEA compara la economía irlandesa con la de ciudades como Róterdam, “cuyo volumen de producción y rendimiento” no puede medirse dentro de los parámetros de una economía nacional convencional. “Irlanda —dice O'Brien— se asemeja más a una economía regional o a un centro de actividad (hub) de la economía europea y transatlántica. La manera tradicional de medir su PIB no funciona bien en este caso.” A pesar de la presión internacional, advierte, Dublín no tiene intención de aumentar su carga fiscal, incluso si algunos socios comunitarios siguen considerando que el bajo impuesto de sociedades representa un caso de competencia desleal.
Más de 1.200 empresas, 105 de ellas británicas, se han instalado en Irlanda atraídas por la baja presión fiscal
El Brexit ha llevado a Reino Unido, principal socio comercial de Irlanda, a proponer una reducción de su tasa corporativa para frenar la posible fuga de inversión extranjera directa al país vecino. “La posición del Gobierno es muy firme, muy abierta y clara: la tasa del 12,5% es inamovible”, interviene Ian O'Hora, responsable de operaciones en Europa de la Agencia estatal Irlandesa de Desarrollo (IDA). O'Hora confía en que el Brexit propiciará un aumento de la inversión directa internacional a largo plazo en Irlanda, donde esa tasa del 12,5% ha atraído a más de 1.200 empresas extranjeras desde su creación en 1994, 105 de ellas británicas. “Deciden invertir aquí por la gran variedad de incentivos, no solo fiscales, que ofrecemos. Se guían sobre todo por la búsqueda de talento, la movilidad de los trabajadores y su diversidad. El hecho de que Irlanda siga siendo parte de la UE da acceso a una fuerza laboral más amplia y a un mercado de más de 500 millones de personas”, concluye O'Hora.