«En el periodismo, la historia es esencial»
Entrevista a José Martí Gómez, periodista y autor de El oficio más hermoso del mundo
Al final del libro dice usted que hay un reportaje que nunca ha escrito. ¿Cuál?
Cuando mueren los padres te das cuenta de que no has aprovechado una fuente de información. En 1936, mi padre vivía en Morella, tenía una fábrica y era militante de la Izquierda Republicana de Azaña. Agnóstico. Le incautaron la fábrica y lo condenaron a muerte. Después nunca quiso volver a Morella. Siempre me ha quedado el gusanillo: volver a Morella, un par de meses, y reconstruir esa historia. La de mi padre, la de la familia.
¿Vidas ignoradas de peatones de la historia?
Hay mucha verdad en esas vidas. Mucha más que en la de gentes que hacen declaraciones altisonantes y grandilocuentes. Hay personas que han vivido de forma discreta, pero ocultan vidas muy interesantes. En el caso de mi padre, lo que le salvó de ser ejecutado fue que, tras el 18 de julio, una monja de Morella que estaba en un convento en Barcelona se refugió en casa. Mis padres la escondieron en la buhardilla y a mí me cuidó durante la guerra. Al terminar esta, a mi padre lo sentenciaron y mi madre fue al convento, llorando, a explicarlo. La superiora, en un gesto insólito, fue a Madrid a decir que no se podía ejecutar a un hombre que había salvado a una de sus monjas.
¿Y los confidentes?¿Le faltan historias al periodismo de hoy?
En el periodismo, la historia es esencial. Ahora que ya casi no escribo, me doy cuenta de ello cuando doy alguna charla. Estoy explicando cómo funciona el periodismo y, de pronto, digo que voy a explicar una historia. Y me doy cuenta de que en ese momento todos prestan más atención. A la gente le interesan las historias. Claro, estas tienen que tener cierto interés. Luego hay que contarlas bien, sin aburrir.
¿Dice que hoy hay mejores periodistas que empresas periodísticas?
Hoy hay muy buenos periodistas. Sería absurdo decir lo contrario. Lo que pasa es que veo a muchos de ellos desilusionados. Las empresas, cuando no dependen de un banco, parecen interesarse más en las entrevistas políticas que en las historias personales y en profundidad. Carmen Martín Gaite me decía un día que una entrevista apenas interesa si no se insulta a alguien.
¿No se hace mejor periodismo hoy que cuando usted empezó en Castellón?
Técnicamente, no hay duda. Entre otras cosas, entonces teníamos que soportar la censura franquista. Viajar era casi imposible. Decías que ibas al extrarradio y parecía que fuera un despilfarro. Pero había más ilusión. E intercambio. Cuando yo estaba en El Correo Catalán me sentaba junto a los de la sección de economía: Ernest Lluch, Eugeni Giralt. Y se producía un intercambio de información y de ideas. Hoy vas a una redacción y ves a cada periodista mirando una pantalla. Sin apenas hablar.
"Hay personas que han vivido de forma discreta, pero ocultan vidas interesantes en las que hay mucha verdad"
¿Y qué ventajas hay?
Hay ventajas, y también inconvenientes. Antes casi todos éramos pluriempleados, por mal pagados. Luego, tras la caída de la dictadura, vino un periodo de bonanza. Había dos cosas a favor: sabías que si trabajabas bien podías ser promocionado y, sobre todo, que el trabajo era fijo. Tenías que hacer algo muy gordo para que te echaran. Hoy los salarios son bajos y hay una terrible precariedad laboral. Y la rebelión es muy difícil porque si uno se subleva, hay 800 a la puerta esperando ocupar su plaza.
Dice usted que tenía espías y cita a Javier de la Rosa.
De la Rosa no era exactamente una fuente. Más bien fue un submarino que me dio de lleno con un torpedo. José María Huertas y yo tuvimos un chivatazo y nos pusimos a investigar el pufo de su padre en el consorcio de la Zona Franca de Barcelona. Por lo de contrastar las fuentes, le fuimos a ver para decirle lo que teníamos y pedir su versión. Nos atendió y nos dijo que todo era correcto, pero que no se iba a publicar nada porque la revista que tenía que acogerlo pagaba las nóminas mensuales gracias a él.
Había de todo: policías, delincuentes, tenderos. Muchas veces se piensa que las fuentes son personajes importantes, pero un tendero con los oídos dispuestos y vinculado a los movimientos vecinales se entera de muchas cosas. La información no está solo en las alturas.
Uno de los personajes que evoca era un atracador poeta.
Era un atracador de los de antes, de los de toda la vida. Había nacido en la marginalidad. Era delincuencia autóctona, algo que hoy ha variado mucho. Atracaba desde joven y había pasado por casi todas las cárceles. Salió de la prisión Modelo en una fuga masiva. Días antes yo había recibido una carta suya con un poema. Muy malo, pero poema. Él se sentía poeta. Dos días más tarde lo localizó la Guardia Civil en una calle de Barcelona y lo mató.
¡Caramba!
Entrevisté al guardia que le disparó y me contó que no tuvo más remedio, que le había dado el alto y él le había apuntado con una escopeta. “Era su vida o la mía”, me dijo. Y lo creí, porque lo conocía y sé que hubiera disparado sin problemas.
¿Hay mucha relación entre política y delito?
Esa es una expresión tomada de un libro de Hans Magnus Enzensberger. Hay dos tipos de delito en relación a la política: corrupción económica y actividad criminal. Basta con pensar en hasta dónde se ha llegado en la Rusia postsoviética. En España el principal asunto es la corrupción. Hace unos días comí con un fiscal de Valencia y cuando le pregunté cómo le iba me dijo que estaba “escarbando entre la mierda”.
¿El poder trastorna?
El otro día estuve con un alto cargo del PSOE y le pregunté cómo veía el panorama. Me dijo que muy bien. Y lo decía en serio y seguramente lo creía. Parece que se haya agotado la capacidad de autocrítica. Es un problema de los partidos. Se han burocratizado hasta el extremo. Si quieres hacer carrera dentro tienes que ser dócil. Muchos políticos son encantadores en el tú a tú, incluso cultos. Te hacen confidencias y te dicen que su líder es idiota y que no sabe cómo lo aguantan. Luego, en campaña, lees una entrevista en la que se despachan con encendidos elogios hacia su gran líder.
¿Es la España que ya describía The Economist hace años?
Impresionante. Fue en uno de los informes que la publicación hace periódicamente. Ese era sobre España y clavaba el diagnóstico: déficit democrático, corrupción galopante, falta de oposición, burocratización de los partidos y falta de competitividad.
Y el Estado, ¿es como decía una candidata inglesa, “el que más jode”?
Lindi St. Claire. Era prostituta y se presentó a las elecciones. Una matrona exuberante. Tuvo unos 800 votos, quizás sus clientes. El Estado es necesario, pero tenemos que replantearnos su papel y el de Europa. En las últimas Jornadas de Economía, García Margallo lamentaba que no hubiera apenas nada sobre Europa en los programas electorales. Por algo será.