Cuando Rajoy usaba paletó
Era en aquel Madrid de aquellos tiempos cuando Mariano Rajoy, a la sazón vicepresidente del Gobierno, promulgaba su decálogo del buen candidato. Lo hacía al clausurar, el 27 de febrero de 2003, la Jornada “Periodismo en campaña”. Llegaba avalado por la experiencia de haber dirigido para el Partido Popular la de las europeas de 1994, la de las municipales de 1995, la de las generales de 1996 y la de las generales de 2000. Todas con victoria para sus colores azules y sus gaviotas aladas. Allí, en pie, sin más que unas anotaciones elementales, habló ante un concurso de periodistas bregados en el seguimiento de las campañas y de otros competidores que habían tenido la responsabilidad de actuar por cuenta de los partidos contendientes como jefes de las mismas. Como los diez mandamientos de la ley de Dios, también estos preceptos se resumen en dos: que las elecciones no las gana la oposición, sino que las pierde el Gobierno, y que las elecciones son un acto de confianza y de credibilidad, de modo que si el candidato es incapaz de suscitar confianza y ha perdido la credibilidad, nada tiene que hacer en la campaña, queda inservible. Vale.
Extracto de la intervención del entonces vicepresidente del Gobierno Mariano Rajoy en la clausura de la Primera Jornada de Periodismo Coca-Cola organizada por la Asociación de Periodistas Europeos el 27 de febrero de 2003.
01. Las elecciones no se ganan ni se pierden en una campaña electoral. Lo que no quiere decir que la campaña electoral no pueda ser decisiva, sobre todo cuando las cosas vienen igualadas de antes.
02. Las elecciones son fundamentalmente un acto de confianza. El votante cambia su criterio en elecciones municipales, autonómicas y generales, y hace lo que estima oportuno y conveniente. Estamos ante un problema de confianza y la confianza se gana en el día a día, con hechos, con trayectoria y con tiempo; no se gana con discursos.
03. Las elecciones las gana o las pierde el que está en el Gobierno. No las gana la oposición. Si el que gobierna lo hace bien y no pierde esa confianza, lo lógico es que gane las elecciones.
04. Las campañas electorales hay que hacerlas. Pueden servir para decantar resultados reñidos o para reafirmar o hacer perder posiciones. Hay momentos en que la gente duda en su confianza hacia el que gobierna, y también tiene dudas sobre su confianza en el que puede sustituir al que gobierna. Y en ese caso, las campañas adquieren una importancia mucho mayor: la gente quiere oír los programas, quiere oír las ideas y quiere ver a la persona que pretende ser elegida.
05. Ningún partido político puede presentarse a las elecciones si no transmite al conjunto de la opinión pública que su voto es útil para algo. Un partido político que por lo que sea no puede presidir el Gobierno de España no puede decirle a la gente que se presenta a las elecciones para ganarlas, porque nadie se lo cree. Entonces, la utilidad del voto no es “vamos a ganar”, sino “vamos a tener una capacidad de presión sobre el Gobierno para que se haga una política en uno u otro sentido”.
06. Si el que está en el Gobierno es un partido con confianza en sus propias fuerzas, tiene que hacer balance, propuestas relacionadas con lo que ya ha hecho y con los temas en los que se supone que tiene más capacidad. Y no debe hacer mucho caso de la oposición, porque ya no hace falta.
07. Desde la oposición las cosas hay que hacerlas de otra manera. Primero debe hacer balance de lo que ha hecho y hacer propuestas coherentes con lo que ha defendido intentando incidir en aquellos temas en los que tiene más credibilidad en relación con el Gobierno. Y luego debe hacer crítica al Gobierno, siempre con finura e inteligencia para que no chirríe y no moleste al conjunto de los ciudadanos. Y para eso hace falta talento y habilidad, porque hacer oposición es más difícil que gobernar.
08. Es clave elegir el campo de juego, decidir de qué se habla en función de tu papel en el tema.
09. Los medios a utilizar en campaña han cambiado. En el año 1977 y 1978 se usaban carteles, vallas, mítines. La gente iba a los mítines de todos los partidos porque había curiosidad, ganas, interés y poco conocimiento. Las cosas cambiaron y los medios publicitarios son otros. La publicidad exterior no sirve para nada (aunque uno no se puede presentar a una campaña electoral sin tener vallas o banderolas, sobre todo a efectos de motivación de los propios militantes del partido) y los mítines se hacen ahora para la televisión. Yo no estoy muy a favor de los mítines porque en ellos tienes que decir un nivel razonable de cosas no razonables, ya que el 99% de los que te escuchan están de acuerdo con lo que digas.
El problema es que corres el riesgo de entrar en la casa de alguien que a las 9 de la noche está tranquilamente tomando un whisky y de repente se encuentra con que le estás dando gritos desde la televisión, lo que es ciertamente molesto.
10. En cuanto a los medios, en campaña es importantísima la televisión. Mucho más que la radio y que los periódicos, que son importantes fuera de ese momento y afectan mucho a la confianza, pero son de más tiempo. Aparece internet, pero yo creo que en estos momentos [2003] es menos importante, ya veremos en el futuro.
A modo de resumen, la política, como tantas y tantas facetas de la vida, es un problema fundamentalmente de confianza.