El cine se hace ópera
Encadenados se traslada a una versión lírica en Gotemburgo
No es tan habitual que un compositor elija una película para transformarla en ópera como lo es el caso contrario: la adaptación al cine de óperas famosas. Baste citar el Don Giovanni, de Joseph Losey; la Flauta Mágica, de Ingmar Bergman; la Carmen, de Francesco Rosi; el Parsifal que firmó Hans-Jürgen Syberberg y, por supuesto, las dirigidas por el más prolífico de todos, Franco Zeffirelli: La Bohème, Otelo o La Traviata, entre otras.
A los pocos casos del primer grupo, que incluye por ejemplo Brief Encounter, compuesta por André Previn sobre guion de Noel Coward, o Lost Highway, basada en el filme de David Lynch, con libreto de la premio Nobel Elfriede Jelinek y música de la compositora austriaca Olga Neuwirth, se suma ahora Notorious, que acaba de estrenarse en Gotemburgo, adaptación a cargo de Hans Gefors. Está directamente inspirada en la película homónima de Alfred Hitchcock que en España se tradujo como Encadenados, una compleja historia de amor y espionaje protagonizada por Cary Grant e Ingrid Bergman que el cineasta francés François Truffaut, gran admirador de aquel, considera su mejor obra.
La película se hizo famosa, entre otras cosas, por la escena del beso de la pareja protagonista en la terraza de un apartamento de Río de Janeiro. Hitchcock se las arregló para burlar la censura del puritano código Hays, que fijaba en tres segundos la duración máxima de un beso en pantalla. Lo logró haciendo que la pareja se besase un instante, se separase luego un breve momento para hablar y volviese a besarse una y otra vez, con lo que consiguió una de las escenas más eróticas rodadas nunca.
Gefors explica a AHORA que “a veces es difícil encontrar un buen argumento. Tiene que ser lo suficientemente complejo y hay que saber expresar el contenido emocional de la historia mediante la música”. Del mismo modo que el cineasta utiliza distintos planos según la intensidad emocional de cada momento, el compositor se vale de la voz y la música para expresar lo que sienten los personajes. Cada situación y cada personaje tienen “su propia música”, todos “han recibido un modo expresivo particular mediante la armonía, las diferentes sonoridades rítmicas y la instrumentación que corresponde”.
Gefors y su libretista, la dramaturga sueca Kerstin Perski, siguen a grandes rasgos el argumento de la película de Hitchcock, aunque sitúan la historia no inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, sino en pleno conflicto. La trama es la misma que la de la película: Alicia (interpretada por la gran soprano Nina Stemme), que no ha querido saber más de su padre, un viejo espía nazi que se suicida en la cárcel, conoce en una fiesta conoce a Devlin (John Lundgren, barítono), de quien se enamora perdidamente. Devlin es un espía que la convence para llevar a cabo una delicada misión en Brasil que exige que Alicia seduzca a Alex Sebastian (el tenor Alex Weinius), un viejo amigo de la familia, débil y enteramente dominado por la madre, madame Sebastian, a la que pone voz la mezzosoprano Katarina Karnéus.
El compositor aprovecha la escena en la que Alicia le cuenta a Devin que está dispuesta a casarse con Alex en el teatro de Río para insertar una ópera dentro de la suya: un bellísimo fragmento de Orfeo y Eurídice, de Gluck, igual que Mozart cita una melodía de Martín y Soler (“Una cosa rara”) en Don Giovanni.
Los acontecimientos se precipitan después del descubrimiento de los planes de Alex y del engaño de Alicia: madame Sebastian intenta envenenar a Alicia, que trata de escapar sin conseguirlo. Postrada en su lecho, la heroína es rescatada por Devlin, quien termina confesándole el amor que hasta ese momento tan cicateramente le había regateado. Final feliz como mandaba el canon.
La ópera inspirada en el filme de Hitchcock posee un gran atractivo desde el punto de vista musical —de estilo ecléctico— y vocal —fabulosa Nina Stemme, una soprano de amplio registro vocal— y al éxito del espectáculo contribuye en buena medida la imaginativa puesta en escena del británico Keith Warner, así como la escenografía de David Fielding.
Desde la primera escena hay continuas referencias al cine: el uso de focos como elementos del decorado, la proyección de imágenes sobre una pantalla panorámica y las reiteradas apariciones en escena de un sosias de Hitchcock, al modo de sus célebres cameos, que se mueve entre los personajes y parece oficiar de maestro de ceremonias.
Gefors y su equipo demuestran que la ópera no es un género obsoleto, cuya época ha pasado sin remedio, sino que hay formas de acercarlo a los nuevos públicos. Es lo que tratan de hacer también otros, a su manera, con el repertorio clásico, aunque casi siempre con grandes figuras: la transmisión en directo en las salas de cine y a precios asequibles para el gran público de óperas que se representan en teatros del prestigio de La Scala de Milán, la Royal Opera House del Covent Garden londinense o la Metropolitan Opera de Nueva York.
Hay un público joven al que cuesta llevar a los teatros líricos de tipo clásico, entre otras cosas por el elevado precio de las entradas, y la ópera debe adaptarse sin duda a los nuevos tiempos. Renovarse o morir.