23/11/2024
Política

Coaliciones en Europa: la excepción española

España es el único país de la Europa occidental en el que no han gobernado ejecutivos formados por varios partidos

Coaliciones en Europa: la excepción española
Los portavoces del Partido Verde y el líder de los socialdemócratas, Stefan Löfven, informan a los periodistas que las dos partes formar un gobierno de coalición en Suecia. MONTGOMERY / TT / AFP / Getty

En mayo de 2010 David Cameron formó un gabinete de coalición entre conservadores y liberal-demócratas para poner fin a 13 años de gobierno laborista. Era el primer gobierno de coalición que se formaba en Reino Unido en 70 años tras el pacto, en plena Segunda Guerra Mundial, entre Winston Churchill y el líder laborista Clement Attlee. De esta manera España se convertía en la única democracia de Europa occidental sin experiencia en gobiernos de coalición. Seis años después, Cameron pasó a liderar uno de los tres únicos ejecutivos en la UE que no cuenta con ministros de otros partidos (junto a Malta y Eslovaquia) mientras España podría dejar de ser la excepción en la formación de gobiernos de coalición.

Desde 1945, cuando terminó la gran contienda, los seis países fundadores de la UE (Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos) han estado gobernados la mayor parte del tiempo por ejecutivos conformados por ministros de varios partidos políticos. Esta tendencia se ha incrementado en los últimos años. Los resultados electorales poco concluyentes, los pactos y las concesiones para formar gobiernos de coalición ya no son la excepción sino la norma.

Hoy, 23 estados miembros de la UE cuentan con ejecutivos en los que al menos dos partidos políticos están representados a nivel ministerial. A cinco mayorías absolutas se contraponen 20 mayorías parlamentarias sustentadas por dos o más fuerzas políticas. Si tenemos en cuenta la adscripción de los partidos políticos nacionales en el Parlamento Europeo, siete ejecutivos serían grandes coaliciones o gobiernos con al menos un representante de izquierda y otro de derecha. Incluso la propia Comisión Europea es un ejemplo de ello, ya que está conformada por 28 comisarios, uno por Estado miembro, que pertenecen a diferentes partidos políticos europeos: 14 de centro-derecha (PPE), 8 socialdemócratas (PSE), 5 liberales (ALDE) y un conservador euroescéptico (ECR). Por su parte, el Parlamento Europeo no cuenta con mayorías claras, por lo que suele necesitar de la cooperación de tres de los ocho grupos parlamentarios, que representan a las diferentes familias políticas europeas, para sacar adelante las votaciones.

Otros países como Grecia, Malta, Portugal, Reino Unido o Suecia han estado gobernados la mayor parte del tiempo por gobiernos monocolor. Sin embargo, España es el único Estado sin experiencia en ejecutivos de coalición. Las 10 legislaturas que han transcurrido desde la restauración de la democracia han tenido gobiernos monocolor, ya sea con mayoría simple (seis) o absoluta (cuatro), pese a que en las comunidades y los ayuntamientos han sido y son frecuentes las coaliciones. De hecho, esa forma de gobierno es la habitual en Aragón, Baleares, Canarias, Euskadi, Cataluña o Navarra.

Ventajas e inconvenientes

Los gobiernos de coalición son a menudo criticados como propensos a la parálisis, especialmente en situaciones de crisis, dado que suelen conferir capacidad de veto a más actores, como señala George Tsebelis. También pueden empeorar la rendición de cuentas, difuminando la identificación de las responsabilidades en la gestión de gobierno y reduciendo la capacidad por parte de los electores de castigar a los ejecutivos mandándolos a la oposición.

Siete gobiernos europeos son grandes coaliciones con representantes de izquierda y derecha

Los partidarios de ese tipo de coaliciones sostienen que representan más fidedignamente la diversidad del electorado, propician políticas públicas de consenso e inclusivas y aumentan la rendición de cuentas del ejecutivo ante el Parlamento. Esos gobiernos tienden a ser más progresistas y las reformas que llevan a cabo suelen ser más duraderas que aquellas aprobadas en sistemas mayoritarios donde la alternancia entre dos partidos es más común. También es matizable la creencia de que las coaliciones fomentan la inestabilidad. Esto solo es cierto si comparamos a las coaliciones con gabinetes monocolor que gozan de mayorías absolutas. Sin embargo, las coaliciones tienden a ser más duraderas que los gobiernos de un solo partido en minoría.

En Modelos de democracia. Formas de gobierno y resultados en 36 países (Ariel, 2000) el politólogo holandés Arend Lijphart examinó el desempeño de 36 democracias modernas dividiéndolas entre un “modelo de Westminster” o mayoritario con un poder más concentrado y un “modelo de consenso” basado en sistemas multipartidistas y división de poderes. Su conclusión es que ambos modelos propician resultados similares a nivel económico (crecimientoe inflación), aunque los gobiernos de coalición típicos de las democracias de consenso tienden a incrementar más el gasto público que los gobiernos monocolor. Sin embargo, las democracias de consenso superan a las mayoritarias al facilitar la gestión de conflictos, propiciar políticas públicas que se aproximan más a las preferencias de los votantes y asegurar una mayor representación de mujeres.

España y la nueva normalidad

Tras las elecciones del 20-D, España se ha adaptado al contexto europeo. Desde finales del siglo XX, Europa ha vivido un retroceso de los partidos tradicionales en general y de la socialdemocracia en particular, que se ha visto reforzado durante los últimos años con el auge de fuerzas de extrema derecha, euroescépticas y anti-establishment. La combinación de crisis económica, insatisfacción institucional y un creciente sentimiento antiinmigración han erosionado la solidaridad entre europeos impulsando a los partidarios de una política basada en la identidad y la soberanía nacional, que han sabido capitalizar el descontento. Así, en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014 quince países eligieron a representantes de fuerzas de extrema derecha y/o eurófobas. De hecho, algunos analistas especializados en riesgo político, ya aplican a la mayor parte de Europa el concepto “riesgo vox populi” (volatilidad de la opinión pública), normalmente reservada a los mercados emergentes.

Al contrario que en el norte de Europa, la transformación del sistema de partidos en España no ha estado marcada por la extrema derecha sino por los impulsores de demandas excluidas de la agenda política y por fuerzas anti-establishment. El fin del tradicional bipartidismo imperfecto español sería una muestra de esa tendencia al retroceso de los partidos tradicionales. Así, los dos grandes, PP y PSOE, acapararon más del 80% de los votos en 2008, más del 70% en 2011 y se han quedado apenas con el 50% en diciembre de 2015.

En las 11 elecciones celebradas desde 2009 en los países más castigados por la crisis del euro, España, Grecia, Italia y Portugal, el partido que estaba en el gobierno siempre ha perdido apoyos, pero solo en tres ocasiones no ha sido desalojado del ejecutivo. De hecho, los sistemas de partidos de la periferia de la eurozona se han resquebrajado.

En Dinamarca lidera el Gobierno el Partido Liberal que quedó en tercer puesto en las elecciones de 2015

Mientras en Portugal el socialista António Costa lidera un Gobierno en minoría gracias al apoyo en la investidura de los comunistas y el Bloco de Esquerda y verdes, en el resto gobiernan coaliciones. En Grecia, Syriza ha sustituido el espacio electoral del Pasok y gobierna en coalición con los ultranacionalistas de Anel. En Italia Matteo Renzi capitanea una coalición de seis partidos de derecha a izquierda mientras la oposición la acapara el partido anti-establihment Movimiento 5 Estrellas y la xenófoba Liga del Norte. Por su parte, en Irlanda el conservador Enda Kenny gobierna en coalición con los laboristas. Ni siquiera un buen desempeño económico asegura la reelección, como demuestra la aplastante victoria en Polonia de los ultraconservadores Ley y Justicia (PiS) el pasado mes de octubre. Dos de los países menos afectados por la crisis económica, Alemania y Austria, están gobernadas por grandes coaliciones (Grosse Koalitionen) conformadas por socialdemócratas y democristianos, basadas en extensos acuerdos programáticos (185 páginas en el caso del pacto alemán). Mientras en Austria la gran coalición se ha formado con la intención de levantar un cordón sanitario ante el resurgimiento del ultraderechista FPÖ, en Alemania es fruto de la aritmética electoral y la voluntad de no paralizar la acción de gobierno. En ambos el Europakonsens es cada vez más débil. Un caso similar al austriaco es el de Países Bajos, donde el liberal-conservador Mark Rutte pasó de gobernar con el apoyo externo de la extrema derecha en el periodo 2010-2012 a conformar una coalición estable con el Partido Laborista.

Coaliciones nórdicas

Estos dilemas son cada vez más comunes en Europa. Mientras Finlandia ha integrado en el gobierno a la extrema derecha, el auge de los ultraderechistas Demócratas Suecos y el Partido Popular Danés ha propiciado formulas alambicadas de gobierno. Así, en Suecia gobierna una débil coalición rojiverde dirigida por el socialdemócrata Stefan Löfven, que necesita el apoyo de los partidos de centro-derecha en la oposición, y en Dinamarca Lars Løkke Rasmussen, del Partido Liberal Danés, lidera un Gobierno en solitario tras obtener el tercer puesto en las elecciones del año pasado con el 19,5% de los votos. Tampoco gobierna la lista más votada en Rumanía, que cuenta con un Gobierno tecnócrata, ni en Bélgica, Letonia y Luxemburgo, países todos ellos gobernados por gabinetes multicolor, con primeros ministros adscritos a los liberales europeos. Más tradicionales son las coaliciones de partidos conservadores en Bulgaria, Chipre y Croacia.

Ante resultados electorales poco concluyentes se aplican diversos tipos de soluciones, ya sean grandes acuerdos programáticos o simples apoyos de investidura. La nueva situación multipartidista en España cuenta con la ventaja de no tener un partido de extrema derecha con representación parlamentaria. Parece que la posibilidad de que los grandes partidos españoles lleguen a acuerdos solo es una cuestión de tiempo. Comienza una nueva etapa caracterizada por la transacción y los compromisos.