Prueba de lo extendida que está la idea de que el abandono escolar temprano no solo es un problema del sistema de enseñanza español, sino también una grave rémora para nuestra economía, es que casi no queda presidente de gran compañía que no haya instado a arreglarlo, algunos incluso ofreciendo soluciones. Y prueba de lo sincera que es la creencia en el problema es que mucha gente se ha felicitado de que en los últimos años el indicador haya bajado, y mucho (del 30% al 20%, aproximadamente), aun sabiendo que era a consecuencia de que los jóvenes se quedan en la escuela por las dificultades de encontrar trabajo. ¡Algo bueno tenía que tener la crisis!
Aunque es una manera de mejorar el indicador (y subir puestos en las comparaciones internacionales), es dudoso que sea una buena manera. Y seguro que no es la mejor manera. Me explico. Se cuenta como abandono temprano dejar la escuela sin título de secundaria superior —en España, Bachillerato o CFGM (ciclos formativos de grado medio)—. Así que hay dos maneras de reducirlo: prolongar la escolarización o facilitar los títulos.
Los jóvenes españoles pasan en la escuela tantos años como la media europea, pero obtienen menos títulos
¿Por cuál de las dos razones es el indicador de abandono temprano mayor en España que en otros países? No porque los alumnos españoles abandonen la escuela antes que los europeos, sino porque la abandonan sin título de secundaria. Los jóvenes españoles pasan en la escuela tantos años como la media europea o de la OCDE. Por ejemplo, en 2011 la tasa de escolarización a los 15-19 años era del 86% en España y del 84% en la OCDE; a los 20-29 años, del 26% en España y del 28% en la OCDE. En conjunto, la esperanza de vida escolar, un indicador del tiempo que se pasa en las aulas, de los españoles entre los 5 y los 39 años es de 17,6 años, frente a 17,5 de la OCDE y 17,7 de la Europa 21 (OCDE, 2013b, C1.6; Fernández y García, 2015). La diferencia viene del segundo factor, el título. En los mismos años de escuela que los europeos, los alumnos españoles obtienen menos títulos de Bachillerato o de Formación Profesional. Propiamente, por tanto, no se debería hablar de abandono temprano, sino de abandono sin títulos.
Si el problema no está en el tiempo, sino en los títulos, parece lógico concluir que prolongar la escolarización no es la mejor manera de arreglarlo, aunque pueda ser mejor que ninguna, sobre todo mientras los jóvenes no tengan otra cosa que hacer. Si no pueden trabajar, mejor seguir estudiando a quedarse sin hacer nada y engrosar el número de los ninis. Mejor sería solucionar directamente el problema real, que es la escasez de títulos. Pero no es tan fácil, en primer lugar porque es un problema más difícil de diagnosticar.
¿Por qué, en efecto, estando los mismos años en la escuela que los europeos, los alumnos españoles obtienen menos títulos? Hay solo dos posibilidades: o los alumnos aprenden menos o los títulos son más difíciles. Si los alumnos aprenden menos, estamos ante un problema de eficiencia en la enseñanza, cuyas razones pueden ser prácticamente infinitas. Deberemos escuchar a las hordas de pedagogos, psicólogos, sociólogos y ahora también economistas con variados y contradictorios diagnósticos sobre los males de la enseñanza y sus muchas recetas para remediarlos. Pero también cabe que los títulos en España sean más difíciles. Esta posibilidad tiene el enorme atractivo de la sencillez. ¡Mira que si todo consistiera en que el sistema español, o los profesores españoles, son más exigentes!
¿Tenemos datos para inclinarnos por una u otra explicación? Por desgracia, pocos. Podríamos recurrir a PISA para saber lo que aprenden los alumnos españoles. La respuesta sería que a los 16 años saben un poquito menos, pero muy poquito menos, que los de Europa central.
Por desgracia, las pruebas PISA no miden lo que los alumnos aprenden, sino una capacidad muy general (bautizada como “literacia”) que refleja la capacidad de aplicar lo aprendido, y que, por si sola, no da por ahora derecho a los títulos académicos. Así que, bien que honesto, no sería honrado usar PISA para establecer la dificultad de obtener los títulos.
Solo hay dos posibilidades para la baja titulación: o los alumnos aprenden menos o los títulos son más difíciles
Sin embargo, hay otros indicios, y muy razonables, contra las condiciones para obtener un título de secundaria. El principal es la dificultad de obtener el de ESO, que les abre la puerta a continuar los estudios. Como es notorio, ahí “fracasan” alrededor del 30% de los alumnos, y eso después de pasar muchos de ellos uno, dos y hasta tres años intentándolo, cuando los de otros países están ya en cursos de Formación Profesional. Además, es probable que también los ciclos formativos de grado medio sean más difíciles que muchos de sus homólogos europeos.
Si las cosas fueran por este lado, la situación sería paradójica. El problema no estaría en unos alumnos que se van antes de tiempo (“atraídos por el dinero fácil de la construcción”, solía incluso decirse subrayando la naturaleza de sus motivaciones), sino en un sistema que los rechaza por ineptitud académica, pese a haber hecho bandera de la comprensividad y la inclusión. Más que de abandono temprano debería hablarse de expulsión, no sé bien con qué adjetivo. Quizás rigurosa, despiadada, arrogante o hipócrita. O quizás con todos ellos.