Antihéroe
El fenómeno comenzó con un hombre blanco bastante cabrón y en crisis severa. A partir de Tony Soprano, se multiplicaron como panes y peces: Vic Mackey, Doctor House, Walter White, Frank Underwood y tantos otros. Empatizar con ellos es muy difícil y en eso precisamente consisten el reto y la fascinación de la tercera edad de oro de la televisión. En su predominante oscuridad. En lo mucho que la mayoría de las series, moralmente, nos incomodan.
Colmena
El fenómeno comenzó, también, con una colmena de personajes, con un protagonista colectivo. La familia biológica Fisher de
A dos metros bajo tierra, la familia profesional de
El ala oeste de la Casa Blanca, la familia de conocidos y desconocidos que se cruzan en esa colmena urbana que es
The Wire y en esa otra colmena frankenstein que es la isla de
Perdidos. Las series sin protagonista único son minoría, pero la mayoría de ellas han logrado hacer historia.
Industria
El fenómeno es sobre todo industrial. Hollywood es una máquina de producción en cadena de contenidos de ocio. La importancia de las series se ha debido a que, en el contexto de internet y de las multipantallas, tal vez sea la narrativa audiovisual que mejor se ha adaptado a las nuevas formas de consumo. Puro
soft power, pura exportación global de los modos de vida y los ideales norteamericanos, a la industria le da igual producir películas, series o videojuegos. Es omnívora y transmedia. No es casual que la serie
The Walking Dead,
adaptación de un cómic, sea patrocinada por su propio videojuego.
Arte
El fenómeno es sobre todo artístico. Esa es nuestra tonta perspectiva europea. Para los grandes creadores estadounidenses lo que importa es el público, la audiencia, los ingresos. Pero sí es cierto que los mejores de ellos, como David Simon, Matthew Weiner, Vince Gilligan o Jill Soloway, que trabajan en sellos que identifican el dinero con el prestigio, como HBO o AMC o incluso Amazon, son artistas. De modo que
Mad Men o
Transparent son tanto productos muy rentables como obras de arte.
Sorkin
La mayoría de las series retrata modos de vida e ideales estadounidenses en franca descomposición, como si Estados Unidos fuera la Dinamarca podrida de
Hamlet, auténticos agujeros negros narrativos. Pero existe en un agujero cósmico de energía blanca. Se llama Aaron Sorkin y es el creador de la obra maestra
El ala oeste de la Casa Blanca y de series idealistas y necesarias como
Studio 60 o
The Newsroom. Hay esperanza entre tanta oscuridad Sorkin no está solo, como demuestra esa otra obra maestra titulada
Fargo, que expande el mundo de los hermanos Coen y cree en la fe de los hombres buenos en un mundo villano.
Jorge Carrión es escritor. Codirige el Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra. En 2011 publicó el ensayo Teleshakespeare (Errata Naturae), en el que analizaba el fenómeno de las series que convirtió la televisión en la “caja inteligente”. En 2015 publicó Los turistas (Galaxia Gutenberg), última parte de la trilogía que abrió con Los muertos y continuó con Los huérfanos (Galaxia Gutenberg, 2014).